¡Hasta
cuándo!
Cómplices del régimen
@pabloaure
Si bien es cierto el altísimo rechazo que tiene el régimen de
Nicolás Maduro, no es menos cierto que en la actualidad no existe un sector
político que aglutine altas preferencias en la población. No quieren a Maduro,
pero tampoco a individualidades opositoras u oficialistas. Lo que los
ciudadanos anhelan es un cambio. Esa fue la razón de la aplastante victoria el
6-D y es el motivo determinante que impulsa al alto gobierno a evitar “como
sea” el referéndum revocatorio este año.
En nuestros recorridos por sectores populares, e inclusive
también por los no tan populares, no visualizan un gobierno dirigido por una
determinada organización política. Ese ochenta y cinco por ciento (85%) de
rechazo que se ve reflejado en las encuestas hacia Maduro, no se traduce en una
identificación plena con propuestas opositoras.
Hoy debemos reconocerlo, creo que es momento de hacerlo, en
los últimos años en Venezuela la manera de hacer “política” ha sido muy cómoda.
Esa comodidad es la que ha producido el desencanto.
¿Partidos o
franquicias?
La antipolítica es la que practican los voceros visibles de
la oposición, advirtiendo que algunos de ellos no son otra cosa que auténticos
paladines de los acuerdos tras bastidores. La antipolítica es la que han
alimentado quienes se han alejado de los ciudadanos y que pretenden dirigir a
las mayorías desde cuatro paredes, imponiendo decisiones de acuerdo a cálculos
mezquinos, individualistas o grupales; nunca colectivos. La antipolítica ha convertido
a los partidos políticos en franquicias vacías de ideologías.
Esa es una de las causas de los males de la política
nacional. Es común ver los tradicionales “saltos de talanqueras”. No hay
romanticismos en las luchas sino una “astucia” desmedida por conquistar ciertos
espacios que siempre serán efímeros porque todo lo que se sustente en asuntos
circunstanciales o de moda en el liderazgo es inestable.
Liderazgos
descentralizados.-
La descentralización impulsada a finales de la década de los
ochenta fue una magnífica oportunidad para impulsar desde las regiones el
desarrollo del país. Decayó, no por la idea, sino por los actores del momento.
Es verdad que al comienzo vimos importantes cambios en las entidades federales
porque actuaban con mayor autonomía para administrar sus recursos económicos. Las
fuentes de ingresos que generaban las autopistas y los puertos se traducían en
mejoras para las regiones. Pero ese impulso que se les dio a las regiones no se
amalgamó con políticas nacionales y, desgraciadamente, el germen del malestar y
el resentimiento añejado por algunos desafueros ya estaba inoculado en los
cuarteles.
Valores ciudadanos.-
Me he referido al rechazo del actual régimen, a la
antipolitica, a la utilización de los partidos políticos como franquicias, y al
éxito inicial de la descentralización, por la siguiente razón: saldremos del
régimen (no de Maduro, y probablemente será pronto) cuando la política se
ejerza con sentido y responsabilidad. Cuando se conquiste sembrándole
esperanzas a ese ochenta y cinco por ciento que rechaza a Maduro, cuando las
agrupaciones políticas diseñen estrategias que más allá de sustituir nombres en
los cargos vayan dirigidas a sustituir ideologías y formas de gobernar.
Hay que reimpulsar las escuelas de formación ideológicas que
otrora tenían los partidos políticos. La antipolitica emergió cuando la
dirigencia de los partidos políticos perdieron la brújula conformándose con
declaraciones de prensa, radio y televisión.
La antipolitica fue el resultado, entre otras cosas, de ver
la política como un negocio y no como un servicio ciudadano. Es falso que los
responsables del surgimiento de la era “chavista” son los ciudadanos que
reprochaban consuetudinarias conductas de muchos gobernantes, ¡no señores!, los
únicos responsables fueron quienes conducían las organizaciones políticas que
ejercían cargos gubernamentales que se alejaron de los ciudadanos.
Así como digo que se
deben reimpulsar los cuadros de formación ideológicas en los partidos
políticos, también se debe retomar y defender la bandera de la
descentralización, y no para que llegue solo hasta los estados, sino hasta lo
más cercano de los ciudadanos que son los municipios. Fomentar la creación de
tantos municipios como sean necesarios para que de ese modo los ciudadanos
puedan tener mayor participación y control en la gestión gubernamental. La
descentralización de los noventa fue un éxito que pudiéramos decir se contaminó
por falta de sentido y principios republicanos de quienes resultaron electos
alcaldes y gobernadores. Contaminación que penetró la carga cromosómica de casi
todos los gobernadores y alcaldes pasados y actuales. La descentralización
estuvo bien concebida pero mal implementada por sus ejecutores. No lo digo en
relación a su buena o mala gestión como gobernantes, sino al apoderamiento
personal de las regiones. Asumieron los cargos como ungidos por un poder divino
que le entregaba las tierras no para gobernarlas por un tiempo determinado sino
a perpetuidad. La alternancia no venía con el cargo, vieron el triunfo
electoral (lo siguen viendo) como una herencia (legado) dejada por el soberano.
Más allá de Maduro.-
Nuestro problema no es Maduro, aunque represente lo peorcito
del ciudadano venezolano. Tampoco es la MUD, que al fin y al cabo es algo de
moda, que como todas las modas es pasajera. El problema somos los ciudadanos
venezolanos que no hemos aprendido y mucho menos sabido ejercer la ciudadanía.
Mientras no sepamos el valor de lo que significa ser
ciudadanos difícilmente saldremos de este atolladero.
Los ciudadanos somos mucho más que simples electores que
periódicamente (aunque ya no tan periódica) “somos importantes” porque
supuestamente elegimos, cuando la realidad del caso es, que nunca hemos elegido
sino votado por alguien en contra de algo o de alguien.
Culmino estas reflexiones invitándolos a asumir un verdadero
compromiso ciudadano, para construir ese país democrático y republicano. ¡Basta
de complicidad “anticiudadana”!
Tiro por la culata
Al finalizar el ¡Hasta cuándo! semanal, el cual ya había
titulado, me entero de los resultados del plebiscito en Colombia, por lo que
decidí abusar de ustedes extendiendo los caracteres de esta columna de opinión.
Juan Manuel Santos y el castrocomunismo redactores de la
pregunta del plebiscito, subestimaron la inteligencia de los ciudadanos
colombianos que impusieron su anhelo a la justicia y a la paz verdadera antes
que esa propuesta negociada en La Habana, sitio en el cual se han planificado y
ejecutado terribles crímenes.
Los resultados del plebiscito me sorprendieron gratamente
pues las encuestas le daban ventaja al Sí.
Timochenko luego de conocer los resultados del plebiscito
declaró que supuestamente mantiene la
disposición de utilizar solamente la palabra como arma. Pues muy buena esa
disposición pero no le creo, como no creía en ese supuesto acuerdo de paz.
Desde un principio anunciamos que eso más que un acuerdo era una rendición, con
intenciones de no solamente mantenerles el poder económico a la FARC (que no
han dicho donde se encuentran los laboratorios para el procesamiento de la
droga) sino además de garantizarles una cuota de poder político concediéndoles
10 representaciones legislativas. Felicito a los ciudadanos colombianos que le
dijeron NO al castrocomunismo, le dijeron No al narcotráfico y le dijeron No a
la impunidad.
Hoy los colombianos también le han dicho a la narcoguerrilla
que su entrega no es susceptible a ninguna negociación que comprometa la
justicia y la paz verdadera.
¿Y ahora qué pasará en
Colombia?
Aunque el presidente Santos dijo que si ganaba el “No”, no
volverían a la mesa de negociación, la
Corte Constitucional en una sentencia señaló que las facultades de negociación
del presidente quedan vigentes. Lo cierto del caso es que el plebiscito en Colombia ha sido una gran lección
para aquellos gobernantes que menosprecian el dolor de los pueblos. Colombia y
el mundo han sufrido las inclemencias de la narcoguerrilla a quienes Santos
desde La Habana y en complicidad con los tiranos del Caribe pretendió darle el
estatus de beligerantes, y a pesar de la sugestiva y engañosa pregunta los
ciudadanos colombianos expresaron su voluntad de alcanzar la paz pero a través
de la justicia.
Que viva Colombia.
Pablo Aure
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