lunes, 30 de noviembre de 2015

El 6D: dile no a las drogas, y vota

¡Hasta cuándo!
El 6D: dile no a las drogas, y vota
Pablo Aure
@pabloaure
A escasos días de las elecciones parlamentarias no podemos dejar de referirnos a ese evento que mantiene al país en vilo. No existe duda alguna sobre la ventaja que arrojan los sondeos de opinión a favor de la oposición. Se vislumbra rotunda derrota para el sector oficialista. 
Derrota roja
Ahora, no hablo tanto de victoria opositora, sino de derrota oficialista porque lo que pulula en el país es un descontento generalizado, y por lo tanto, el voto será de castigo y no de apoyo a los candidatos. Pudiéramos decir que hemos retrocedido a los tiempos de cuando votábamos por colores. No importaba quiénes se presentaban como candidatos, sino lo que prevalecía era el color de la tarjeta. Volvimos a esos tiempos. La Mesa de la Unidad pide votar por “la manito”, y los oficialistas por “los ojos de Chávez”. Confieso sentir dolor porque votaremos pero no elegiremos. Espero que estos sean los últimos comicios en que nos sometemos a esa incómoda circunstancia.  
Votar en contra y no a favor es peligroso, y sobre todo si se incurre en el error de no saber gestionar los resultados oficiales. Que se entienda bien: cuando el voto es en contra, y no a favor, la decepción puede aparecer en muy poco tiempo. Y de acuerdo con lo que visualizamos, para el primer trimestre del 2016 Venezuela enfrentará una megacrisis económica, al punto de tener probables escenarios de hambruna. La conflictividad crecerá y buscará desahogo atribuyendo responsabilidades. 
Edulcorada derrota
Estamos vendiendo a la Asamblea Nacional como la panacea, lo cual no es verdad, ya que el deterioro de la nación es tan grande que se necesitará del concurso de todos los poderes para recuperar la confianza de las instituciones, y de esa manera impulsar nuevamente la economía. 
Me late que el régimen, asesorado por el G-2 cubano, aceptará una edulcorada derrota legislativa bajo el entendido de que las cosas seguirán empeorando indistintamente de la composición del próximo Parlamento.
Liderazgo de los diputados
Los indignados irán por todos. No distinguirán el color del traje, ni tampoco el de la corbata del parlamentario. He allí el constante mensaje de odio de Nicolás Maduro. Habla del pueblo en la calle y de la unión cívico militar. Se está adelantando a hechos probables, muy probables. 
Los abanderados de la oposición tienen que entender la situación actual. Serán unos diputados con mucha responsabilidad. No por sus propuestas en el Parlamento, sino como constructores de puentes. Puentes con sus colegas oficialistas, pero también tendrán que asumir el liderazgo que quizá muchos aún no lo han exhibido, porque serán elegidos a pesar de ser desconocidos. Desde el 7-D serán visibles. Les pido no dejarse secuestrar por ningún capitoste opositor. Los exhorto a ser auténticos porque serán los responsables directos del éxito o del fracaso de esta gesta electoral. 
Los ciudadanos pedirán respuestas a los diputados recién elegidos, y debemos estar claros de que si no se suman a las inquietudes populares, la crecida del río de la inconformidad también se los llevará. 
Nota final
No puedo finalizar esta última entrega preelectoral sin hacer mención a lo sospechoso que resulta no leer en las noticias, desde hace algunos meses, la captura de narcotraficantes, o el hallazgo de grandes alijos de droga en el territorio nacional ¿Será que se acabó esa actividad delictiva en el país o han preferido no pisarse la manguera en el ocaso revolucionario? Sea cuál sea la hipótesis correcta,el 6 de diciembre dile No a las drogas, y vota.

viernes, 27 de noviembre de 2015

FCU-UC reconoció labor de dirigentes estudiantiles

Iván Uzcátegui, Pablo Aure y parte de los dirigentes estudiantiles homenajeados. /Foto Cortesía FCU
 Beatriz Rojas
Brojas@el-carabobeno.com
Como parte de la celebración del Día del Estudiante Universitario, la Federación de Centros Universitarios de la Universidad de Carabobo (FCU-UC) reconoció a 61 dirigentes estudiantiles de los campus Bárbula y La Morita, por su destacada lucha en defensa de la universidad y del país. 
Iván Uzcátegui, presidente de la FCU-UC, expresó que el reconocimiento que se les entregó a los dirigentes fue por arriesgar sus vidas, su libertad y su integridad al vencer las sombras que opacan a la universidad venezolana. Además por reafirmar el compromiso en la defensa de los valores de la igualdad, el respeto y  la reconciliación nacional, tan necesarios en estos momentos de crisis por la cual atraviesan los universitarios y la nación. 
Desde el auditorio Centenario de la Dirección General de Asuntos Estudiantiles invitó a las nuevas generaciones a seguir luchando por la universidad, sus reivindicaciones y un presupuesto justo, y por sacar adelante a Venezuela. “El mejor regalo para los estudiantes fue reiniciar las actividades académicas, pues desde las aulas y los pasillos se continuará luchando por lo que por derecho nos corresponde y por un mejor país”. 
Pablo Aure, secretario de la UC, se dirigió a los jóvenes y manifestó que hoy más que nunca se debe defender esa universidad libre, autónoma y democrática, lugar de encuentro para producir esas ideas que tanto esperan las comunidades.
“Es un día para asumir el compromiso con nuestros antepasados por defender la democracia, la cual hoy no existe y que debemos recuperar”, expresó Aure. 

Estado islámico: realidad o ficción. ¿Quién lo combate, quién lo soporta?


martes, 24 de noviembre de 2015

“El poco aumento salarial al sector universitario se diluirá pagando el Impuesto Sobre La Renta”

Pablo Aure
“El poco aumento salarial se nos diluirá pagando el Impuesto Sobre La Renta”

Valencia, 24 de noviembre de 2015. Pablo Aure, Secretario de la Universidad de Carabobo, a propósito del vencimiento para entregar la planilla ARI el 30 de este mes, reiteró su preocupación por el excesivo monto a pagar del Impuesto Sobre La Renta (ISLR).

“Este año, hasta el más humilde de los trabajadores universitarios tendrá que pagar ISLR, y no me refiero a una baja cantidad de dinero, por el contrario, si no hacemos nada, aconsejo que ahorren la mayor parte del bono de fin de año para poder pagarlo, lo que sin duda es absurdo, especialmente, porque todos sabemos que el año que viene la crisis económica será infinitamente mayor a lo que hemos vivido este 2015”, opinó.

Aure abogó por la unión de todos los sectores de la universidad para lograr la exoneración ante el Ejecutivo Nacional. “Hay que involucrar a todas las asociaciones: de administrativos, obreros y docentes. Este tema no estuvo presente en la discusión de la II Convención Colectiva Única de Trabajadores y Trabajadoras Universitarios, y resulta que, por la distorsión económica que vivimos, prácticamente el poco aumento salarial se nos diluirá pagando ISLR”.

Por último, el Secretario fue enfático en su posición al decir “esta lucha nos compete a todos, indistintamente del color político que se profese, fíjense algo, todos aquellos trabajadores con mayor tiempo dentro de la universidad serán más afectados por la incidencia que tiene en su sueldo el escalafón de antigüedad, entonces, de por si el salario no nos alcanza para comprar la canasta basica, y aunado a eso, tendremos que pagarle al gobierno sumas exorbitantes de dinero por concepto de ISLR, eso sin duda es una grosería que nos lleva a preguntarnos ¿Es este el gobierno que se preocupa por los trabajadores? ¿Cuáles son las grandes obras en qué se supone invierten nuestros impuestos?” "En definitiva el gobierno dice que nos aumenta pero al mismo tiempo nos quita ese pirrico aumento con el pago de impuestos."

Pragmatismo y “Perdón Vs los Destructores” / @DimitryBelov

Pragmatismo y “Perdón Vs los Destructores” / Dimitry Belov
Pragmatismo despertaba muy preocupado en esos días, estaba viendo a su país casi destruido. Quienes manejan el poder de entonces, los Destructores, maltrataban y empobrecían a  quienes se aferraban a evitar el colapso, los mismos vecinos y ciudadanos de esa nación. Por su naturaleza, Pragmatismo buscó cuáles eran las soluciones posibles, buscaba una salida a la situación sin que su nación entrara en una guerra. Se fue a la constitución de su país y encontró que la salida estaba en la gente, si éstas se organizaban y formaban asambleas, la gente canalizaría sus visiones y llevarían a cabo los cambios que se anhelaban. Su idea la acompañaron Valentía y Dedicación.
En esos días a Perdón casi no se le veía, se zambulló en la profundidad de aquellas tierras a encontrar el camino de la voz de la gente. Estaba seguro que si los habitantes se perdonaban entre sí, las soluciones para reconstruir al país llegarían más rápido, lograr la unión era parte de su idea. Aunque estaba esperando los tiempos de Dios, él mientras tanto, haría su parte.
Los Destructores no se quedaron sentados. Se dedicaron a llenar las calles de violencia mientras culpaban a Pragmatismo, a Valentía y Dedicación. Si los destructores pierden el poder, regresarían al país las Virtudes y el Honor, y estos les harían pagar a la sociedad el daño que han causado. Para ellos, como dé lugar, había que dejar a las Virtudes y al Honor fuera de aquellas tierras. Y para evitarlo, los Destructores criminalizaron a quienes se organizaran, mataron y metieron presos a muchos vecinos, persiguieron a quienes no se arrodillaran y silenciaron a quienes los señalaban. Incluso inventaron unas guerras imaginarias en las que culparon a todos de la destrucción que ellos mismos causaron. Uno de los primeros a quienes secuestraron en una  cárcel fue a Pragmatismo, a Valentía la inhabilitaron y a Dedicación también lo confinaron. Constancia, la esposa de Pragmatismo, se mantiene denunciante alrededor del mundo para que cada vez más países sean conscientes de la crisis que la falta de virtudes ha causado.
Tanto Perdón en su peregrinar y su trabajo diario, como Pragmatismo en su forzado aislamiento se han dado cuenta que cualquier vía los obliga a trabajar juntos. Así que Perdón se ha vuelto más pragmático y Pragmatismo ha sabido perdonar, se han dado cuenta también que las ideologías son un freno en el mundo de hoy y que se requiere una visión amplia para sortear los retos del camino. Nadie sabe si conversaron, pero parecieran haberse puesto de acuerdo. La vía que escogieron es tal vez la que está más llena de trampas, es tal vez la más larga, incluso no es la más segura, pero era el trecho más ancho y el menos anegado para que por allí pasara la mayor cantidad de personas, lo que importa es que todos lleguen, incluyendo a algunos de los destructores. En ese caminar, saben que van directo a una tormenta, el cielo está encapotado, se escuchan los truenos y se ven los rayos. Pero mientras la lluvia es más fuerte, más rápida llega la calma.
Todos caminan bajo la mirada de Justicia, a quien los destructores han mantenido fuera por ya muchos años. Se mantiene en el exilio y por eso que en esas tierras la extrañan tanto. En la fila, esperando entrar de nuevo al país la acompañan Democracia, Estabilidad, Paz, Desarrollo, Bienestar y Capitales. Ven desde la puerta lo que ocurre adentro y tienen ya sus camisas remangadas para empezar sus labores. Confían que los vecinos sepan interpretar los acontecimientos y actuar de acuerdo a los desafíos. Sólo hace falta una mayoría consiente y una minoría activa para lograr grandes cambios.
Esta historia está lejos de terminar….

@DimitryBelov

lunes, 23 de noviembre de 2015

No seas "vivaracho" utiliza la pasarela

¿Después del 6D, qué?

¡Hasta cuándo!
¿Después del 6D, qué?
Pablo Aure
@pabloaure
Mientras no cambiemos nuestra manera de actuar y hasta de pensar, difícilmente alcanzaremos a ser un país mejor. Muchas esperanzas en las elecciones del 6 de diciembre; algunos sienten que será el fin de esta locura del siglo XXI ¡Nada de eso, amigos! Ese día solo será un acontecimiento más en esta etapa confusa que desgraciadamente nos ha tocado vivir. Es un paso importante, pero nada determinante. A menos de dos semanas no podemos negar que se respira un aire inquietante. No hay duda, tenemos los votos, pero, paradójicamente, subsiste la seguridad de que el CNE no reconocerá el rotundo triunfo que reflejan todas las encuestas. Algo traman. 
Desde esta trinchera de lucha nos hemos propuesto reflexionar sobre esa Venezuela que nos merecemos y cuya posibilidad de lograrla rebasa el 6D. Hay mucho por andar. Pase lo que pase, esa Venezuela supera cualquier evento eleccionario. Está por encima de Maduro, de Leopoldo, o de Capriles. Tampoco tiene nada que ver con los colores partidistas o las ideologías en disputa. Esa Venezuela es la resultante del empeño de todos. 
Con dolor tenemos que reconocer que nuestro país está grave y en terapia intensiva ¡Muy grave! No por Hugo Chávez que inoculó el virus del odio y del resentimiento, ni de Nicolás Maduro, heredero de lo más infame de su antecesor. Está mal y destruido porque no tenemos educación ciudadana y mucho menos republicana. Siempre esperamos un salvador. Luego, ese supuesto salvador se cree el único, el indispensable, para lograr los cambios. De esos personajes tenemos a montón, rojos y opositores. 
Lo peor del caso es que somos nosotros quienes les hacemos creer el supuesto poder supremo de la salvación ¡Cuán equivocados hemos estado durante años! No nos involucramos en la política sino para votar -cuando lo hacemos- o para criticar, que es casi siempre. No nos comportamos como ciudadanos y nos importa un comino lo que suceda en nuestro entorno. Señores: si seguimos actuando así, jamás superaremos este desastre, aunque ganemos los 167 escaños en la Asamblea Nacional. 
El cambio lo representamos nosotros mismos. Los gobernantes, sean diputados, alcaldes, gobernadores, o el mismísimo presidente, solo deben ser el reflejo de nuestras aspiraciones. 
Siempre intentamos convencer a quien no lo esté sobre la necesidad de tender puentes. Si no lo hacemos jamás nos reconciliaremos como país. Cómo no estar preocupados por el futuro si sabemos que estamos muy mal y lamentablemente estaremos peor ¿O es que acaso tienen alguna duda de que el 2016 será catastrófico social y económicamente hablando? El primer trimestre del próximo año, aun con una Asamblea Nacional democrática, será dificilísimo. Ni qué decir del negado supuesto en que ganen los rojos. Habrá de todos modos escasez e inflación. 
Todavía no hemos sentido el verdadero impacto de ambas. Pues bien, es necesario -diríamos, urgente- que abramos el paracaídas y asumamos el rol ciudadano. Me estoy refiriendo a la enseñanza de los valores, que los hemos perdido. Somos un país en ruinas y nadie más que nosotros, sus ciudadanos, somos los llamados a comenzar a reconstruirlo. No importa a cuál actividad, profesión u oficio nos dediquemos, ayudar a salir de este berenjenal es tarea de todos.

domingo, 22 de noviembre de 2015

Transición a la democracia y el mercado/ @SJGuevaraG1

Transición a la democracia y el mercado

Como parte de su propuesta “"Economía política de la consolidación democrática y económica", el economista y profesor de la Universidad de Carabobo, Santiago Guevara, presenta un marco detallado, donde la luz al final del túnel muestra el que debería ser propósito único en la Venezuela actual: una transición real que lleve a la consolidación de un país en términos políticos y económicos

Por: Santiago J. Guevara García

15 Nov 2015

Hemos pasado los últimos ocho meses avanzando la propuesta de una “Economía de la Transición a la Democracia y el Mercado”, área nueva del saber en política. Área, por tanto, requerida de desarrollo amplio y minucioso.
Se monta en el examendel conocimiento establecido y el “estado del arte”, en el campo transitológico, el cual muestra,a todos, desarrollos independientes en las líneas de la “Transición a la Democracia” y la “Transición del Comunismo al Mercado”.
Interesarse por una “Economía Política de la Consolidación Democrática y Económica”es ocuparse de las acciones concretas para los cambios de largo plazo esperados. En la práctica. No en el “qué”, sino en el “cómo”.
El convencimiento es que la búsqueda instrumental es institucional; pero, la práctica debe ocuparse de remover convencionalismos sobre el “qué hacer”, para lo cual preguntarse acerca de cuáles acción política, liderazgos, formas de articulación organizativa y operativa, legitimidades, consensos e instituciones y la relevancia y formas de logro de una nueva hegemonía social.
En fin, el interés en una dialéctica del cambio social radical, a un largo plazo muy concretamente definido. Eso nos diferencia de las acciones incrementistalistas (más, pero de lo mismo) presentes en el escenario político venezolano.
En el electoralismo de la MUD, los liderazgos que se proyectan al pasado, las prácticas partidistas ya fracasadas, las dudosas legitimidades de sus ejecutores, el pobre manejo del concepto de consenso, la sequía de iniciativas institucionales nuevas y la ausencia de un proceso de cambio profundo a una nueva hegemonía, etc., no hay –en lo absoluto- ningún elemento transicional presente.
Para nuestra desprovista generación política, o no interesa una transición o se le limita a un mero trámite. A lo que alguna vez se llamó “comisiones de enlace”. Pobres conceptos acarrean pobres prácticas. Y no paren las criaturas que rediman la familia.
Venezuela no tiene futuro en manos de la actual práctica partidista. A menos que sean empujados y se interesaren en cambiar y aprendan a hacerlo. Nuestra política requiere una nueva Economía Política.
1. Genética de las instituciones apropiadas a la democracia y el mercado. Hace meses escribimos: “no es lo mismo transición a la democracia que transición del comunismo al mercado, como se ha llamado convencionalmente una exitosa línea de trabajo económica surgida en los ’90.
No son lo mismo, aunque podrían complementarse completamente; pero, en casos, difieren y se contrarían. Su relación es un interesante programa de investigación que proponemos”.
En ese Programa andamos. A estas alturas de nuestras elaboraciones transitológicas hablamos de Transición a la Democracia y el Mercado, precisamente por esa relación. Nos interesa un tránsito a la democracia con músculo económico permanente.
En lo económico, el anterior ciclo democrático venezolano -1958-98- había heredado instituciones, que aunque precarias, podían cumplir –y cumplieron- el cometido base, ya referido: ser punto primero y principal del manejo de la economía. Pero…
En lo político, hemos planteado que junto a los méritos de la lucha por la democracia, que dieron lugar a un virtuoso tránsito a la libertad y el muy buen diseño inicial de gobierno, no hubo una explícita definición de futuros. Esto último fue costoso en la procura de la institucionalidad base de la consolidación democrática.
Y muy temprano, junto con la pérdida de la calidad del consenso político de Puntofijo, por el gobierno monopartidista de Caldera I, se inició un perverso y costoso desmantelamiento de las instituciones económicas, que aún cobra su costo. Historia para otro artículo.
De hecho, hay que decirlo, en contra de otras interpretaciones interesadas, que la anterior transición a la democracia venezolana fue una transición fallida, desde el mismo momento en que no llegó a su consolidación y, por el contrario, tuvo un derrape regresivo a un nuevo autoritarismo. Que quede claro, entonces: el criterio de éxito de una transición a la democracia es la consolidación democrática.
El asunto de la genética de la democracia –y el mercado- nos obliga -agárrense duro- a recurrir a Gramsci; sí, a un marxista; o, si no se quiere arriesgar un “disgusto ideológico”, a los manejos seminales de Rustow, el poco reconocido padre de la Transitología.
En Gramsci, la genética se halla en el aporte intelectual del liderazgo del naciente bloque histórico, consciente de la necesidad de un manejo hegemónico. Quítesele toda interpretación marxista y lo que quiero referir, sea cual sea el sistema, existe la necesidad de la concreción institucional necesaria a la consolidación de los cambios en el sistema. Eso exige ocuparse del largo plazo.
O léase la obra seminal de Rustow, en lo relativo a laDecisionPhase y será evidente su recurrente referencia a las decisiones como tema del liderazgo, tras la procura de un consenso –es un concepto que sugiere cambiar, por nebuloso y ambiguo- para “institucionalizar algún crucial aspecto del procedimiento democrático” (traducción nuestra). Y enfatiza que es una “genuina opción” que no fluye espontáneamente, ni siquiera –como dicho arriba- con la existencia de condiciones transicionales. Eso es resolver a largo plazo.
Respecto al caso venezolano, hemos sostenido, objetivamente, que el futuro, como manejo integral explícito, no estuvo en las elaboraciones intelectuales más avanzadas de los impulsores del ciclo democrático previo. Y eso, no solo en lo económico; sino, sobre todo, en lo político.
La consolidación democrática –y el establecimiento del mercado-, que es el fin de la transición, no llega espontáneamente, entonces. Debe ser un fin explícito, objeto de una esmerada operacionalización institucional. Eso hace –y está dicho desde Rustow hasta nuestros días- que la transición a la democracia sea un proceso de largo plazo.
De nuevo muestra sus carencias el discurso político nacional. Entre las barrabasadas de algunos relevantes políticos opositores –“no se necesita una transición”- y la insistencia explícita de la transición como un lapso corto, se muestra la pobreza del alegato transicional venezolano. Otra condición para la dedicación a la búsqueda rigurosa de la genética referida.
Postulamos seis atributos de las condiciones necesarias: 1ª. Es tema de liderazgo, pero no cualquiera. No uno autoimpuesto o autocentrado. 2ª.) Es liderazgo para la articulación con otros. Recurso escaso en Venezuela. Cada quien su supone el ungido. 3ª.) Debe ser liderazgo celoso de la legitimidad de su acción. 4ª.) Debe dotarse de legitimidad prospectiva. O sea, dotado de un proyecto conveniente y viable de futuro que se está dispuesto a impulsar. 5ª.) Lo realizará con base en una nueva hegemonía, basada en instituciones. Y 6ª.) Todo lo anterior, para -y no sobre- un muy buen consenso, que será progresivo y a gestionar y cuidar.
En la Venezuela de hoy habrá que evaluar quiénes poseen esos atributos. Es una muy interesante y necesaria tarea.
2. Definir e identificar bien el liderazgo necesario. Comenzamos a acercarnos al final de la serie. Venezuela se acerca al final de un ciclo, que muestra sus límites desde meses; pero, que no encuentra ni las condiciones, ni los procesos que permitan superarlo. No ha logrado aún la metáfora y el liderazgo necesarios.
En enero de este año, con relación a la economía, dijimos que el país se encontraba en una “situación límite”, con colapsos crecientes. Lo hicimos junto a la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Carabobo y a título personal. Hoy, hay un “crescendo”: el país revienta de calamidades.
Propusimos el diagnóstico específico necesario, no la conocida manipulación de economistas de la banca de inversión o asesores electorales, con cinco dimensiones de la problemática, y prometimos un plan de acción, que hemos presentado y que continuamos desarrollando.
Y lo repetimos: el país revienta. Pero, eso no importa ni al oficialismo, ni a la “oposición” partidista, expresada en la cúpula de la llamada Mesa de la Unidad Democrática. Nos toca a otros ocuparnos del asunto.
El país está, en el discurso político, frente a un entorno falseado y, en la terrible realidad de su situación, frente a dos escenarios extremos. El sistema dominante –adicto interesado a las elecciones- quiere remitir la problemática a un asunto de recomposición electoral. Mientras, el entorno real cruje y no se atiende.
En ese entorno, hay solo dos escenarios: 1°) la recomposición del actual sistema, para su supervivencia y mayor dominación y ruina nacional, o 2°) una forma cualquiera de transición: solo económica (tipo China), o económica y política (como sugerimos en esta serie).
Vemos dos lógicas de actuación o sistemas enfrentados, de cuya resolución surgirá el escenario dominante, en un futuro próximo: por un lado, el sistema imperante en la Venezuela conocida: los acuerdos de reparto rentista de cúpulas ilegítimas y, por el otro, la irrupción de un aún nebuloso y descuadernado espíritu de cambio inspirado por un compromiso sustancial con la democracia y/o el mercado.
Sin duda alguna, en contra de la opinión interesada de de la “oposición” partidista, la ventaja la lleva el régimen. Pues, para lo dicho, tal como planteado en el artículo anterior, el término clave es liderazgo.
Y explicamos: decimos liderazgo y no partidos. O sea, trasladamos la responsabilidad del cambio necesario en Venezuela del cascarón conveniente de los partidos –hay que aparentar democracia- al nivel de la responsabilidad de individuos y grupos diversos dotados de ciertas características favorables al cambio. El partidismo venezolano perdió toda fuerza transformadora a estados positivos.
Paradójicamente, esos otros individuos y grupos tendrán como cometido final de su acción la recomposición de la institucionalidad y sus sectores participantes –partidos y otros-, de modo de expresar y propugnar la mayor democracia y el mayor mercado necesarios.
Y estemos claros –es tarea dura, en la realidad de desesperanza actual- en que los partidos y su dirigencia visible atienden a otra lógica, inconveniente a los fines generales de la nación venezolana.
Ahora, cuál sea ese liderazgo será asunto de la sujeción a esos cometidos. Fíjense que no partimos de la resignación de dar por bueno lo que el actual liderazgo tenga entre manos, sino que nos exigimos calificar de líder a quien esté dotado del preciso proyecto de cambio necesario.
Claro que en los partidos actuales hay individuos con esas características. Pero, no son los que marcan la impronta. Lo más importante es que también los hay en el mundo empresarial, de la iniciativa social, académicos, profesionales, sindicatos y la Fuerza Armada Nacional. Si el cambio está en ellos, les tocará la tarea de los cambios transicionales necesarios.
Esos cambios han sido el objeto de esta Serie. Venezuela requiere internalizar con urgencia la metáfora transicional. Su manejo en los últimos cuatro años, en los niveles de la ignorancia o la manipulación, ha impedido el desarrollo apropiado del concepto y de las múltiples derivaciones reales relacionadas.
El manejo de cuáles son las condiciones y procesos para una transición integral a la democracia y el mercado, y las exigencias mutuas entre ambos, será, entonces, la marca distintiva de ese liderazgo.
¿Qué hay en el mundo al respecto? Solo como muestra podemos referir, como muestra, que China ha podido avanzar notablemente en su dinamismo económico; pero, muestra carencias, que comienza a superar, en planos de interés a la democracia. Los llamados “tigres bálticos” parecieran manejar un mejor resultado conjunto. Chile y España, con evoluciones económicas dispares, muestran resabios o anclajes autoritarios y retrocesos en la calidad democrática. Venezuela y Nicaragua sufrieron regresiones democráticas que hoy las mantienen detrás del telón de hierro.
Los detentadores de la “marca distintiva” referida deberán dotarse de conocimientos sólidos tanto sobre las elaboraciones rigurosas en las líneas de la “Transición a la Democracia” y la “Transición del Comunismo al Mercado”, que son las dos únicas –sí las únicas- de sello transitológico en la literatura universal, tanto sobre procesos como los que nos interesan, como del detalle de las situaciones, problemas, medios, acechanzas, etc., de cada tipo de evolución observado.
3. El reto de la articulación de liderazgos transicionales. Los partidos venezolanos –de naturaleza carismática o tradicional- tienen la tarea estratégica y organizativa hecha: son franquicias y mandan sus dueños. Recuérdese el llamado Comando Simón Bolívar: un súper cogollo, para la supuesta acción de una coalición.
El liderazgo transicional, por su parte, no tiene la tarea hecha. Debe comenzar casi de cero. Es variado, complejo, disperso y no tiene claro ni el cometido, ni el proceso necesario al cambio. Toca articularlo bien. Es tarea medular. Para un modo muy especial de organización. No al estilo partidista.
Permítanme, por favor, basarme en un relato personal. Pasé unas cuantas jornadas de mi vida pensando y trabajando el asunto en la realidad misma. Lo asocié siempre a metáforas e iniciativas diversas. Todas, en un mismo sentido.
Hablé de “Relanzamiento Nacional”, “Tiempos de Desenlace”, “Venezuela Postchavista”, “Modelo de Gestión Política”, “Iniciativa Transicional” y otras. Eso, con inmersiones diversas –diría casuísticas- en la actividad política. En casos, con partidos; pero, no en partidos.
En tiempos de la Coordinadora –en el Capítulo Carabobo fui secretario ejecutivo, coordinador de estrategia, responsable de relaciones con la logística central y, por la fuerza de los hechos, también responsable de medios- todo marchaba muy bien, hasta que los caudillos familiares que dominaban la política democrática regional y sus “piezas”, o los calculistas nacionales decidían actuar, por conveniencia electoral propia.
Sí, las elecciones en contextos autoritarios pueden ser, y son, un elemento de desmovilización de los agentes y factores de cambio. Podrían no serlo. Pero, lo son. Cuando no internalizan los procesos necesarios –político, cultural, institucional, económico y social- se convierten en barreras al cambio. Actúan en función de “espacios”, no de avances históricos. Son patológicamente electoralistas. Y, con ello, colaboracionistas.
Después de la Coordinadora he tenido diversos episodios en los cuales he procurado avanzar en el acercamiento con pares, después de la clara diferenciación de los aliados y afanes específicos necesarios. No cualquier compañía o proyecto. Esta distinción es clave.
Lo hice, con especial énfasis en el proyecto de cambio y el concepto de organización para el activismo, alrededor de una precandidatura presidencial radical y de personalidades, grupos y supuestos nucleamientos en la misma línea. Insistí en plantear la metáfora transicional y la importancia de la articulación para la acción, más que el cómodo concepto de unidad.
No he tenido éxito. Es un asunto de carencias diversas, además de las limitaciones de la acción personal: 1°) vedetismo de algunos, 2°) fallas de autoestima de otros, 3°) falta de autoconocimiento, 4°) debilidad en la posesión de una metáfora apropiada y 5°) vulnerabilidad ante los manejos mediáticos favorables al establecido manejo de partidos y líderes partidistas. Todo, en un contexto secuestrado por el rentismo y el patrimonialismo de los caciques de las cúpulas, ya no solo partidistas, sino del “sistema”.
No quiero hacer un ejercicio permanente de iconoclasia, pero he sostenido que ni la dirigencia partidista conocida, ni cierto presunto transicionalismo, de boquillas y bastante ignorante, son el liderazgo apropiado para un cambio transicional.
Nadie tiene que ser excluido de un proceso de ese tipo, pero sus signos son: 1°) el cambio y no el productivo equilibrio, 2°) las instituciones y la organización y no la discrecionalidad y 3°) la procura del éxito competitivo y no las barreras a la entrada de otros y el poder de monopolio en la política y contextos asociados.
El liderazgo transicional tiene que: 1°) desechar los liderazgos tradicionales (caudillo, clan, familia, etc.) y carismáticos (la política basada en una persona y su sino); 2°) saber y apreciar que el cambio está en él y en más nadie conocido, 3°) reconocerse y prepararse como agente de cambio; 4°) dotarse de los conceptos y medios instrumentales para eso; y 5°) internalizar que los aparentes aliados no solo no lo son, sino que le impedirán su tarea.
En los últimos tiempos me dediqué a una tarea casi de kindergarten, intentado mostrar a ciertos cercanos la facilidad del ejercicio de articulación, en vez de los más exigentes de la coordinación y la organización.
Por la vía de un grupo de opinión, “Iniciativa Transicional Venezolana” llegamos a avanzar una gestión de muy alto nivel, a favor de progresos en el impasse del año pasado, en la cual invitábamos, solicitábamos (y reconocíamos) capacidades; a la vez que mostrábamos nuestra disposición a apoyar iniciativas similares de otros. La ausencia de respuestas y la pérdida de la oportunidad fueron el signo.
Decíamos, en general, por ejemplo, que si un liderazgo cualquiera planteaba una iniciativa interesante, otros podían apuntalarla, con la posibilidad de que luego se invirtieran los roles y se fuera articulando progresivamente, desde lo más formal (suscribir iniciativas, por ejemplo) hasta lo de mayor compromiso y efectivo trabajo conjunto.
No funcionó. Hoy, por razones diversas, estamos convencidos de la conveniencia de un efecto polarizador, por la vía de un liderazgo fuerte, entre convencidos de la metáfora transicional rigurosa; es decir, no solo discursiva. La dilución de liderazgos, entre pares absolutos, tiene sus limitaciones. El polo crea un campo de fuerzas necesario.
Los elementos que definen esa fortaleza del liderazgo pueden ser de diferente naturaleza; pero ella debe estar revestida de los atributos mencionados en “Economía XXVII”, lo cual exige en condiciones y capacidades. E insisto: no son cualesquiera.
Pues bien, dadas las condiciones de liderazgo y la aceptación de lo relevante de la articulación, nos toca ahora avanzar a los factores transicionales distintivos necesarios. El “qué” y el “para qué” de una transición. Como factor importante del “Modelo de Gestión”.
Ya no serán solo los dones del liderazgo y la capacidad de articulación, sino el contenido y el propósito de la transición.
El tiempo apremia. El país podría estar entrampado por múltiples juegos que no son precisamente de su interés. Habrá que apurar la maduración de las condiciones necesarias a evitarlo. Extremaremos el trabajo. Venezuela revienta. Evitemos la debacle.
4. Sobre legitimidades en el liderazgo transicional. En “Economía XXVII” referimos dos tipos de legitimidad de nuestro interés. Ambas son necesarias. La legitimidad debe ser un valor permanente de sociedades y gobiernos.
La primera tiene que ver con la representatividad de los valores y criterios de éxito de un sector o colectivo. Para un proceso favorable al cambio se logrará a partir de las ideas de unos pocos y la progresiva convicción de muchos. La idea democrática venezolana fue el tema de unos pocos estudiantes de 1928 y hoy es la imagen de vida social de la mayoría.
La segunda, con la disponibilidad de un proyecto de futuro –principalmente en lo económico y lo político- que exprese ese sector (o nucleamiento de sectores) y sea asumido por casi todos. Hemos sostenido que la Venezuela democrática nunca ha contado con un proyecto de futuro explícito. En eso, Mariano Picón Salas no tuvo la fortuna de ser oído por Betancourt. No lo criticamos: lo señalamos.
Legitimidad es más efectividad que eficacia. Un ejemplo dramático de la ausencia de ella se encuentra en los milicos malandros que hoy gobiernan. Son eficaces para su proyecto; pero no para los resultados esperados por el país de cara a su problemática.
Siempre dijimos que el régimen es un maridaje milicos-comunistas. Pero, esos milicos no representan los valores y principios de la FAN, ni responden a los intereses de la nación. Su racionalidad, que no su legitimidad, al igual que la de los comunistas, es delictiva (aunque su discurso sea político). Son delincuentes revestidos de un discurso político. Y logran lo que quieren. A delinquir vinieron. Y son eficaces. Pero, eso no los hace legítimos. No merecen obediencia, por ejemplo.
En la política venezolana actual en la cual, como dijimos alguna vez, jugando con las palabras, los militares están porque están, no significa que los que usufructúan el poder representen los principios militares.
Lo mismo podría decirse en el campo partidista. No todos los que actúan en nombre de los partidos son legítimos. Muchos no son demócratas a carta cabal, sirva como muestra. Son cupulares. Tampoco lo era el desaparecido sindicalismo. O no lo es cierto gremialismo “empresarial” volcado a la procura de rentas. Corporativismo y democracia son antagónicos, así como renta y empresario son antípodas.
Pasa, entonces, que cada sector relativo a la política tiene tanto unos representantes o voceros legítimos como otros que no lo son. Y la Venezuela que viene requiere con carácter vital, una gran legitimidad.
El transicionalismo, que no es aún un sector o agrupamiento, encuentra su legitimidad en dos ideas que se irán concretando, tal como dicho, de manera articulada: la evidencia de una voluntad de cambio sostenido (no solo cambio de gobierno, sino de sistema) y la disponibilidad de un proyecto viable de consolidación de la democracia y el mercado.
Sí –insistimos en una aclaratoria a la ignorante clase política venezolana- una transición es un asunto del largo plazo, no excusa para un corto ejercicio de gobierno; en casos, ni siquiera con vocación de cambio. Una transición a la democracia solo concluye con la consolidación democrática y una transición al mercado, solo con una economía competitiva internacionalmente y generadora de un alto bienestar interno.
Esquematizamos, en espera de mayor desarrollo, los elementos fundamentales de la orientación para ese logro conjunto y armónico:
1° El celo en el liderazgo de la sociedad civil por la creciente calidad del consenso para una progresiva reinstitucionalizaciónde todos los cruciales aspectos del progreso democrático y económico.
2° El valor de “bisagra” del proceso transicional que llamamos “lareforma política e institucional”, ahora para logros productivos y de derechos humanos y cívicos. El valor agregado está en la conjunción de los intereses ya señalados en el artículo correspondiente (Economía XXI) y “los derechos humanos, la transparencia, el nivel de vida, la democratización y otros valores políticos y el tema de la corrupción”.
3° La políticapara lo anterior.
Reinstitucionalización, reforma política e institucional ambi o multivalente y política transicional abierta son los factores-clave. Disponemos de una maqueta para actuar, entonces. Posiblemente se necesite “aterrizar” más algunas de estas ideas. De ello nos ocuparemos.
5. Sobre consensos, hegemonía e instituciones para ello. Menudo tema. Reto duro en la Venezuela de aproximaciones “conceptuales” de ignorantes, pragmáticos y crematísticos. Muy duro reto, créanme.
En nuestro campo de la Transitología, a pesar de más de cuarenta años de literatura mundial en la línea de la Transición a la Democracia y casi treinta, en la de la Transición del Comunismo al Mercado; ambas conceptualizadas como procesos de largo plazo, el estado de opinión nacional refiere una “transición”, entendida como mero cambio de gobierno, limitada a un trámite y al fingimiento de un nuevo estado de cosas.
Ignorancia e intereses bastardos. No tiene otro diagnóstico. Tolerados por profesionales y medios, por lo demás. ¡Hazte un “programita” para unos dos años!, me dicen algunos. Es como creer que lavarse la cara tiene valor terapéutico en enfermedades terminales.
Por el contrario, una transición plenamente exitosa representa un cambio en la hegemonía. Ya no es tema del statu quo, sino de quienes aspiran a desplazarlo. Es cambiar la historia. Y, por las dudas, claro que se puede.
DengXiaoping, a pesar de su discurso continuista, no expresó, ni representó, lo mismo que Mao o su viuda. Igual, Suárez no expresaba, ni representaba lo mismo que Franco. Como Betancourt no tenía que ver con caudillos y autoritarismos de larga data.
La actual Venezuela debe ir a una nueva hegemonía. Ni castro-chavismo-madurismo-diosdadismo, ni “Ancha base”, “Pacto Institucional”, “guanábana, ni ningún otro esquema cupular rentista prebendal.
Toca ir a una democracia progresiva, hasta su consolidación, y a un progresivo avance al mercado, hasta una economía productiva exitosa. El proyecto económico es central para ello. No solo lo que permite o promete, sino lo que representa a los sectores que lo impulsan. Legitimidad, pues.
Sígase el discurso de muchos “transicionalistas” actuales y no encontrará una propuesta al respecto. Una seria, quiero decir. Programitas de gobierno sí encontrarán. Tampoco, una respecto a la reinstitucionalización necesaria a esos fines. Solo algo de la procura de consensos, no necesariamente de calidad y ni siquiera entendida la lógica de los procesos que los permiten.
El proceso político a venir debe ser sobre bases institucionales y consensos óptimos. Que solo pueden ser progresivos. Y que es admisible desmejorar. No aceptemos menos. Pero, pasa que nuestro sistema político es de vocación cupular; por tanto, discrecional. Los cogollos venezolanos se niegan a dar paso a una fronda política abundante. Quieren vasallos.
E insistimos: Venezuela debe ir a una nueva hegemonía. ¿Que es difícil? Claro que lo es. Mucho más desde el hoyo en el cual nos metieron progresivamente desde 1968. El gobierno unipartidista, de base corporativa, y de inicio de la demolición de instituciones, de Rafael Caldera, de 1969 a 1974, fue el arranque de lo actual.
Viendo hacia atrás, compárese la calidad del consenso de Punto Fijo con la realidad de ese gobierno y posteriores y pregúntense si no hubo una pérdida en esa calidad. Revísense las actuaciones de Pedro Tinoco en el mismo lapso y en el primer gobierno de Pérez, junto al pandemónium de Gumersindo Rodríguez y otros, y evalúese si ése era el camino correcto respecto a las instituciones.
Y de ahí a ahora, Venezuela no ha cambiado. Todo lo contrario. Chávez y Maduro son solo la espuma piche de un batido en el cual están Rafael Caldera, Alfaro Ucero, Salas Römer, Julio Borges, Ramos Allup, el “Comando Venezuela” (el súper cogollo que dirigió la última campaña de Capriles) y otras exquisiteces caudillistas o cupulares. Todas, arbitrarias. Así no habrá transición a la democracia consolidada, ni a una economía de mercado poderosa.
Podrá haber un cambio de gobierno… ¡a lo mismo de antes! Pero, con otra oportunidad perdida. Una vuelta a lo que trajo a Chávez. Y seguiremos, cual Sísifo, intentando levantar cabeza, para fracasar una y otra vez. ¿Es eso lo que aspiran o merecen los venezolanos de a pie?
Y amigo lector: esto no lo decimos en cualquier país. Lo decimos en uno que cuenta más de cien años de explotación petrolera. Que creció fuerte cuando tuvo instituciones económicas, y otras, de indiscutible conveniencia. Y que entró en turbulencia, cuando esas instituciones fueron desmanteladas y sustituidas por el carisma y la discrecionalidad.
¿Qué hacer? Bastante hemos mencionado en esta larga serie: Pero, no hemos dicho el cómo político, en las precisas circunstancias actuales. Y lo hacemos aquí: 1) nueva hegemonía legítima, 2) para reinstitucionalizar el país, 3) disponer y mostrar resultados progresivos de un proyecto económico y político de futuro –por fin, una economía productiva exitosa y una fuerte democracia- y 4) procura de un nuevo gran pacto nacional –el fulano consenso- con contenidos, no solo precisos, sino periodizados, explícitos.
Nuestra exposición ya realizada, por separado, de los distintos procesos económicos transicionales dará paso a una estructuración y operacionalización esmerada del conjunto de acciones y condiciones de un proyecto de futuro económico para Venezuela. No un “plan de ajustes” para la “transición”. O un “Programa del Gobierno de Transición”, como plantean algunos sabihondos.
No es, señores, asunto de un gobierno de dos o tres años: es tarea sostenida de varios gobiernos, sobre bases firmes e irreversibles. Pregúntese usted mismo si eso lo garantizan las praxis conocidas.
Una nueva praxis es necesaria. De cara al futuro, hambrienta de éxito nacional, lejana de atavismos y taras políticas. Un país nuevo se hace sobre bases nuevas.
6. Enlace con la teoría.Un cable a tierra. También una pausa. Vamos al remate de la serie y conviene validar el concepto de base: un manejo nacional que potencie y optimice el logro conjunto de los fines políticos y económicos de una transición.
Creemos que para todo lo dicho hasta ahora, ayuda verificar su correspondencia con referencias teóricas mundiales en las dos líneas reconocidas en nuestros trabajos. Lo haremos con algunas.
Ojalá que lo sea para su consideración y respeto por los interesados nacionales y no para el desdén o la polémica sin raíces en el “estado del arte” transitológico. En el mundo bizarro, aquellas referencias son ignoradas; o, en vez de alinear, complejizan y distraen. Esperamos, en verdad, que la tarea resuelva disonancias.
Porque es que no puede ser que Venezuela se dé el “lujo” de discutir un campo de conceptualización cualquiera, sin ninguna referencia al conocimiento establecido y a su “estado del arte”. Eso pasa con los temas transicionales. Ser tropicales, o cualquier otra circunstancia, no nos exculpa de respetar algunas convenciones.
Pero, pasa, además, que la historia nos obliga. Pues, ocurrió que bajo las mejores condiciones: una muy virtuosa y ventajosa salida del régimen dictatorial de los ’50 del siglo pasado, medios de unidad y lucha apropiados, un buen consenso inicial, una base de recursos satisfactoria, un modelo de desarrollo (precario, pero perfectible) y un efecto económico inercial importante; sin embargo, no pudimos lograr una consolidación, ni en la evolución económica, ni en los resultados políticos.
Entre finales de los ’60 (¡muy temprano!) y finales de los ’70 desaparecieron la luna de miel política de Puntofijo y el ciclo virtuoso de crecimiento alto sostenido, de 50 años, y comenzó una larga regresión, que mostró diversas turbulencias, no bien atendidas, y, finalmente, un regreso al autoritarismo y el primitivismo económico.
Y lo peor: eso no pasó en un país desprovisto de historia y recursos. Casi dos siglos de una gloriosa independencia y un siglo después del inicio de su historia petrolera. Para mí, un motivo de vergüenza nacional. Aún no hemos honrado ni uno, ni otro, de nuestros legados en la política y en la economía. Y, apreciados lectores: frente a la vergüenza, no queda más que el reto de superarla.
Antes de la revisión planteada, hacemos la mención de un pasaje del destacado prologuista de un libro nacional reciente. Eso, en nuestra línea estratégica de contribuir a la articulación de ideas e iniciativas nacionales. El prólogo –es lo que valoramos- es un reclamo a los antagonistas de la modernidad económica en el país.
Nos referimos al Padre Virtuoso, Rector de la Universidad Católica Andrés Bello, en “Venezuela 2015. Economía, Política y Sociedad”. La refiere en estos términos: “Modernidad en cuanto que sinónimo de eficiencia, productividad, trabajo y esfuerzo colectivo para producir riqueza, redistribuida con criterio de justicia y equidad para crear oportunidades para todos, con reglas claras, bajo el amparo de un estado de derecho”.
Sin categorizar, el Rector, en dicho prólogo, de la obra coordinada por Ronald Balza Guanipa, hace una referencia no intencional a nuestro desarrollo en esta serie. De lo que habla, amigos, es de una Transición a la Democracia y el Mercado.
La literatura universal conocida, en las dos líneas del campo transitológico existente, establece, sin lugar a dudas, las relaciones entre los temas económicos y políticos. Las especificidades de esas relaciones y, sobre todo, los problemas no resueltos, nos interesan en este artículo y el próximo.
Y nos iniciamos con la obra seminal de Rustow –para nosotros, primera referencia obligada, no solo necesaria, sino apreciada- en la cual son muchas, y con diversas intenciones, las menciones a la relación entre economía y democratización.
Algunos criterios son claros: 1° Refiere a Lipset, Cutright y otros, que “conectan la democracia estable con ciertas condiciones del trasfondo económico y social”; y 2°) establece que “Toda teoría genética de la democracia haría bien en asumir un flujo de dos vías de causalidad, o cierta forma de interacción, entre política, por un lado, y condiciones económicas y sociales, en el otro”. Nótenlo: interacción. O sea: manejo de procesos.
En Rustow, en finales de los ’60, después de mucho análisis, es claro que lo económico interactúa con lo político; pero, el aporte no es como precondición, sino como partícipe del proceso de cambio. De igual forma, es claro que diversos aspectos de la democratización se deben al éxito económico. Y bingo!: conceder al rentismo, al corporativismo, estatismo, etc., termina cobrando su precio a la democracia. ¿Leyeron bien, señores de la MUD?
Por su lado, en los ’90, Adam Przeworski, en “Democracy and theMarket” (tomen plena conciencia del título) lo plantea de manera muy contundente: “Para comer y hablar –ser libre del hambre y la represión: estos elementales valores animan un búsqueda mundial de democracia política y racionalidad económica”.
Y dice: “Ambas transiciones son radicales e interdependientes” (…) “El propósito de estudiar transiciones es responder preguntas acerca de las condiciones y los pasos que conducen a la democracia política y la prosperidad material”.
La obra no incluía el caso chino. Por eso, por su éxito material y por sus pasos hacia lo social, los derechos, etc., referidos en artículos anteriores, nos interesa tanto. Ahí hay problemas no resueltos. Aunque en realidad, nos interesan todos los casos.
Interesante y exigente la relación entre manejos: político y económico. Más, en un país que ha fracasado en las mejores condiciones. Haremos una última revisión en el próximo artículo y aterrizaremos nuestra serie.
7. Economía Política de la consolidación política y económica. Juan Linz y Alfred Stepan, reconocidos transitólogos, son los autores de un libro muy citado de Johns Hopkins, institución de larga relación con el campo, llamado “Problems of DemocraticTransition and Consolidation”. De necesaria lectura para lo que interesa en esta serie.
Los autores se aproximan al tema de la visión conjunta de transición y consolidación –dicho sea, de poco frecuente referencia en la literatura- por dos vías: lo que llaman “las cinco arenas de una democracia consolidada” y sus planteamientos sobre la Economía Política de la Legitimidad y la Coerción.
De sus “arenas”, la que más nos interesa proponen llamarla “sociedad económica” y la explican con base en el argumento de que “las modernas democracias consolidadas requieren un conjunto de normas, instituciones y regulaciones, sociopolíticamente modeladas y aceptadas (…) que median entre Estado y mercado”.
En una corta, pero extraordinariamente hilada y documentada explicación, establecen una cadena de derivaciones (implicaciones, vistas en sentido contrario), de acuerdo a la cual una consolidación democrática requiere la institucionalización de un mercado social y políticamente regulado, logrado más efectivamente por un Estado fuerte.
O sea, hay consolidación democrática si se dan procesos sociales y políticos para la institucionalización del mercado, lo cual se logra, de manera más efectiva, con la existencia de un Estado fuerte.
Recuerden nuestra insistencia en esta Serie en los que llamamos factores-clave de éxito para la gobernabilidad del tipo de proceso que propugnamos, los cuales incluyen al menos dos vías de reforzamiento de las capacidades sociales y estatales.
De igual forma, los autores destacan que las fallas en la economía, por causa de la incapacidad del estado para impulsar funciones regulatorias, llevan a la necesidad de la reforma económica y la democratización. Acción económica y política conjunta; incluso ciudadana, o de la sociedad civil, tal como hemos venido estableciendo.
Todo lo anterior es reafirmación de nuestra tesis operativa principal acerca del valor multiplicador múltiple de la Reforma Política e Institucional en los procesos transicionales multidimensionales como el planteado. Distinto a lo conocido convencionalmente en los procesos de transición del comunismo al mercado.
Para terminar, referimos los análisis de los autores sobre lo que llaman la Economía Política de la Legitimidad y la Coerción. Sus preguntas iniciales son orientadoras de lo propuesto: se interesan por saber la relación entre eficacia económica, por un lado, y legitimidad, estabilidad, éxito o fracaso, acción política, etc., de una democracia.
Dos de ellas son cruciales en nuestra búsqueda: ¿cómo afecta la economía el futuro de una transición a partir de un régimen no democrático? Y, si una transición ha comenzado, ¿cómo afecta la economía el chance de la consolidación democrática?
Las respuestas van en dos líneas distintas: una, que combina política y economía y pone el énfasis en la legitimidad –tema de mucho interés para nosotros- y otra, con base en la relación entre prosperidad y consolidación.
Plantean. “Ciertamente, para la teoría de la transición, las tendencias económicas en sí mismas son menos importantes que la percepción de opciones, la presunción de una sociedad fallida y las creencias de legitimidad de segmentos significativos de la población o los más importantes actores institucionales”.
La otra línea se apoya en el modo de razonamiento de la Economía Política y lleva a los autores a afirmar que “nosotros no podemos absolutamente formular ninguna proposición que tome la forma de “bajo condiciones de gran prosperidad económica no habrá incentivos para una transición de un régimen no democrático a uno democrático”.
Prosperidad (resultados tangibles) y legitimidad (razones para la aceptación) son los factores-clave. O sea, economía y cultura, como medios de la sociedad, para la procura de los medios permanentes (instituciones) que produzcan resultados políticos apreciados (democracia consolidada). Mi opinión (sin dudas, sesgada) es que tenemos en manos la piedra filosofal para el largo plazo deseado.
Pues, bien, hacemos el balance. Larga y cambiante historia de la democracia, retos aún pendientes (incluso para las experiencias más avanzadas), comprensión de la genética de la democracia y de los factores que ayudan a su evolución, conocimiento denso de los procesos duros para la superación de las economías estatistas o totalitarias, descubrimiento del dispositivo que permite el manejo conjunto de avances políticos y económicos y revisión de cada uno de los cinco tipos de variables necesarias nos facilitan enfrentar en el plano práctico el reto que nos hemos planteado para Venezuela.
Conocida nuestra “sociología”, lo hecho hasta ahora queda para la validación en el plano de las ideas; pero ayuda muy poco a la práctica política. Los motores creadores de historia en Venezuela terminan personalizándose o institucionalizándose. Más lo primero que lo segundo.
Y a esas personas e instituciones hay que dotarlas de un manual de instrucciones. Si bien aterrizado, mejor. Potente. Direccionado. Coherente. Ordenado. Satisfactoriamente descrito. Manejable. O sea, personas dispuestas y plan detallado de vuelo. A eso vamos en próximos artículos.