martes, 30 de junio de 2020

Usurpación Vs extradición

domingo, 28 de junio de 2020

Historia de Baldor

La historia de Baldor:
Aurelio Baldor, el autor del libro que más terror despierta en los estudiantes de bachillerato de toda Latinoamérica, no nació en Bagdad. Nació en La Habana, Cuba, y su problema más difícil no fue una operación matemática, sino la revolución de Fidel Castro. Esa fue la única ecuación inconclusa del creador del Álgebra de Baldor, un apacible abogado y matemático que se encerraba durante largas jornadas en su habitación, armado sólo de lápiz y papel para escribir un texto que desde 1941 aterroriza y apasiona a millones de estudiantes de toda Latinoamérica.

El Álgebra de Baldor, aun más que El Quijote de la Mancha, es el libro más consultado en los colegios y escuelas desde Tijuana hasta la Patagonia. Tenebroso para algunos,misterioso para otros y definitivamente indescifrable para los adolescentes que intentan resolver sus "misceláneas" a altas horas de la madrugada, es un texto que permanece en la cabeza de tres generaciones que ignoran que su autor, Aurelio Ángel Baldor, no es el terrible hombre árabe que observa con desdén calculado a sus alumnos amedrentados, sino el hijo menor de Gertrudis y Daniel, nacido el 22 de octubre de 1906 en La Habana, y portador de un apellido que significa "valle de oro" y que viajó desde Bélgica hasta Cuba.

Daniel Baldor Reside en Miami y es el tercero de los siete hijos del célebre matemático.Inversionista, consultor y hombre de finanzas, Daniel vivió junto a sus padres, sus seis hermanos y la abnegada nana negra que los acompañó durante más de cincuenta años, el drama que se ensañó con la familia en los días de la revolución de Fidel Castro.

Aurelio Baldor era el educador más importante de la isla cubana durante los años cuarenta y cincuenta. Era fundador y director del Colegio Baldor, una institución que tenía 3.500 alumnos y 32 buses en la calle 23 y 4, en la exclusiva zona residencial del Vedado. Un hombre tranquilo y enorme, enamorado de la enseñanza y de mi madre, quien hoy lo sobrevive, y que pasaba el día
ideando acertijos matemáticos y juegos con "números", recuerda Daniel, y evoca a su Padre caminando con sus 100 kilos de peso y su proverbial altura de un metro con noventa y cinco centímetros por los corredores del colegio, siempre con un cigarrillo en la boca, recitando frases de Martí y con su álgebra bajo el brazo, que para entonces, en lugar del retrato del sabio árabe intimidante, lucía una sobria carátula roja.

Los Baldor vivían en las playas de Tarará en una casa grande y lujosa donde las puestas de sol se despedían con un color distinto cada tarde y donde el profesor dedicaba sus tardes a leer, a crear nuevos ejercicios matemáticos y a fumar, la única pasión que lo distraía por instantes de los números y las ecuaciones. La casa aún existe y la administra el Estado cubano. Hoy hace parte de una villa turística para extranjeros que pagan cerca de dos mil dólares para pasar una semana de verano en las mismas calles en las que Baldor se cruzaba con el "Che" Guevara, quien vivía a pocas casas de la suya, en el mismo barrio.

"Mi padre era un hombre devoto de Dios, de la patria y de su familia", afirma Daniel. "Cada día rezábamos el rosario y todos los domingos, sin falta, íbamos a misa de seis, una costumbre que no se perdió ni siquiera después del exilio". Eran los días de riqueza y filantropía, días en que los Baldor ocupaban una posición privilegiada en la escalera social de la isla y que se esmeraban en distribuir justicia social por medio de becas en el colegio y ayuda económica para los enfermos de cáncer.

El 2 de enero de 1959 los hombres de barba que luchaban contra Fulgencio Batista se tomaron La Habana. No pasaron muchas semanas antes de que Fidel Castro fuera personalmente al Colegio Baldor y le ofreciera la revolución al director del colegio. "Fidel fue a decirle a mi padre que la revolución estaba con la educación y que le agradecía su valiosa labor de maestro...,
pero ya estaba planeando otra cosa", recuerda Daniel. Los planes tendría que ejecutarlos Raúl Castro, hermano del líder del nuevo gobierno, y una calurosa tarde de septiembre envió a un piquete de revolucionarios hasta la casa del profesor con la orden de detenerlo. Sólo una contraorden de Camilo Cienfuegos, quien defendía con devoción de alumno el trabajo de Aurelio Baldor, lo salvó de ir a prisión. Pero apenas un mes después la familia Baldor se quedó sin protección, pues Cienfuegos, en un vuelo entre Camagüey y La Habana, desapareció en medio de un mar furioso que se lo tragó para siempre. "Nos vamos de vacaciones para México, nos dijo mi papá. Nos reunió a todos, y como si se tratara de una clase de geometría nos explicó con precisión milimétrica cómo teníamos que prepararnos. Era el 19 de julio de 1960 y él estaba más sombrío que de costumbre. Mi padre era un hombre que no dejaba traslucir sus emociones, muy analítico, de una fachada estricta, durísima, pero ese día algo misterioso en su mirada nos decía que las cosas no andaban bien y que el viaje no era de recreo", dice el hijo de Baldor.

Un vuelo de Mexicana de Aviación los dejó en la capital azteca. La respiración de Aurelio Baldor estaba agitada, intranquila, como si el aire mexicano le advirtiera que jamás regresaría a su isla y que moriría lejos, en el exilio. El profesor, además del dolor del destierro, cargaba con otro temor. Era infalible en matemáticas y jamás se equivocaba en las cuentas, así que si calculaba bien, el dinero que llevaba le alcanzaría apenas para algunos meses. Partía acompañado de una pobreza monacal que ya sus libros no podrían resolver, pues doce años atrás había vendido los derechos de su álgebra y su aritmética a Publicaciones Culturales, una editorial mexicana, y había invertido el dinero en su escuela y su país.

La lucha empezaba. Los Baldor, incluida la nana, se estacionaron con paciencia durante 14 días en México y después se trasladaron hasta Nueva Orleáns, en Estados Unidos, donde se encontraron con el fantasma vivo de la segregación racial. Aurelio, su mujer y sus hijos eran de color blanco y no tenían problemas, pero Magdalena, la nana, una soberbia mulata cubana, tenía que separarse de ellos si subían a un bus o llegaban a un lugar público. Aurelio Baldor, heredero de los ideales libertarios de José Martí, no soportó el trato y decidió llevarse a la familia hasta Nueva York, donde consiguió alojamiento en el segundo piso de la propiedad de un italiano en Brooklyn, un vecindario formado por inmigrantes puertorriqueños, italianos, judíos y por toda la melancolía de la pobreza. El profesor, hombre friolento por naturaleza, sufrió aun más por la falta de agua caliente en su nueva vivienda, que por el desolador panorama que percibía desde la única ventana del segundo piso.

La aristocrática familia que invitaba a cenar a ministros y grandes intelectuales de toda América a su hermosa casa de las playas de Tarará, estaba condenada a vivir en el exilio, hacinada en medio del olvido y la sordidez de Brooklyn, mientras que la junta revolucionaria declaraba la nacionalización del Colegio Baldor y la expropiación de la casa del director, que sirvió durante años como escuela revolucionaria para formar a los célebres "pioneros". La suerte del colegio fue distinta. Hoy se llama Colegio Español y en él estudian 500 estudiantes pertenecientes a la Unión Europea. Ningún niño nacido en Cuba puede pisar la escuela que Baldor había construido para sus compatriotas.

Lejos de la patria Aurelio Baldor trató en vano de recuperar su vida. Fue a clases de inglés junto a sus hijos a la Universidad de Nueva York y al poco tiempo ya dictaba una cátedra en Saint Peters College, en Nueva Jersey. Se esforzó para terminar la educación de sus hijos y cada uno encontró la profesión con que soñaba: un profesor de literatura, dos ingenieros, un inversionista, dos administradores y una secretaria. Ninguno siguió el camino de las matemáticas, aunque todos continuaron aceptando los desafíos mentales y los juegos con que los retaba su padre todos los días.

Con los años, Baldor se había forjado un importante prestigio intelectual en los Estados Unidos y había dejado atrás las dificultades de la pobreza. Sin embargo, el maestro no pudo ser feliz fuera de Cuba. No lo fue en Nueva York como profesor, ni en Miami donde vivió su retiro acompañado de Moraima, su mujer, quien hoy tiene 89 años y recuerda a su marido como el hombre más valiente de todos cuantos nacieron en el planeta. Baldor jamás recuperó sus fantásticos cien kilos de peso y se encorvó poco a poco como una palmera monumental que no puede soportar el peso del cielo sobre sí. "El exilio le supo a jugo de piña verde. Mi padre se murió con la esperanza de volver",
asegura su hijo Daniel.

El autor del Algebra de Baldor se fumó su último cigarrillo el 2 de abril de 1978. A la mañana siguiente cerró los ojos, murmuró la palabra Cuba por última vez y se durmió para siempre. Pero sus siete hijos, quince nietos y diez biznietos, siempre supieron y sabrán que a Aurelio Baldor lo mataron la nostalgia y el destierro.

. . .

Un amigo me envió la historia completa, yo traté de escribir esta pequeña reseña para quienes ignoran la grandeza y dolores detrás de uno de los libros más conocidas del mundo: Álgebra de Baldor.

Espero les haya gustado. 🍃

Justin Stefanosky ✅

miércoles, 24 de junio de 2020

Noche de insomnio. Otra noche más/Pablo Aure

Dicen que quienes tienen la consciencia tranquila duermen tranquilamente.
Esa máxima me atormenta porque desde hace tiempo poco es lo que duermo, no dejo de pensar en qué he fallado como ciudadano.
Busco refugiarme en algunas lecturas o en alguna película, pero imposible apartar las complejidades de la situación país.
Lo confieso: no le encuentro la salida, con dolor debemos reconocer hemos fallado porque no hemos sabido convencer.
No veo el país como otros lo.ven y si otros lo ven como yo, no somos iguales para soportar lo que padecemos.
Siempre me asaltan preguntas, reflexiones y hay quienes de buena fe me aconsejan diciéndome "deja el mundo como está, porque no lo podras cambiar" No lo sé; porque sin lugar a dudas miles estarán igual que yo. Pensando en darle forma a esta complejidad.
Caimos en un pozo profundo dónde hay un misterio. La mentira se sobrepone y hasta ahora está venciendo.
Siento que la situación ha cambiado la gentileza, la bondad, la solidaridad y la responsabilidad hay compañeros que nos ven como sus rivales. Por ejemplo; la Universidad de Carabobo institución a la cual le he enterado casi toda mi vida. Primero como estudiante y luego como docente, ya no es la misma. Nos atacamos despiadadente, muchos nos ven (a las autoridades) como los responsables de los miserables sueldos que recibimos. Han logrado imponer el remoquete de primados y plebeyos. Hablan de primas cuantiosas en dólares. Cuántas falsedades que uno tiene que tolerar. Muchas veces los comprendo porque se siembran cizañas y alimentan la desigualdad. Esto ni siquiera debería ser objeto de debate pero es el tema de conversación cotidiana. *Nadie* puede estar conforme con lo que se recibe como contraprestación al trabajo. Cierto, existen primas de responsabilidad que dicho sea de paso cada día  va creciendo el número de "beneficiados" pero los montos también son una miseria para lo que se debería ganar y para quienes dicen que son millonarias y en dólares debo decirles que es falso de toda falsedad. No son caprichosas. Pero bueh, la inconformidad siempre existirá, el que quiera hablar de eso con gusto lo atiendo pero no para defenderme sino para aclarar. Se defiende el cree que está haciendo algo incorrecto y quién aclara es a quien le asiste la razón.
Pero el insomnio no me lo produce el miserable sueldo sino la descomposicion social. Los valores se han perdido. La verdad aquí no existe la confianza falleció primero.
Me desvelo en buscar la vía para recomponer lo que veo acabado. Las mezquindades son poderosas, la política la usan para surgir individualmente sin importar a quienes puedan hundir. Me siento sumergido en una espesa neblina.
La pandemia por el COVID19 ha acelerado mi preocupación, tengo más tiempo para pensar y gastar la vida porque no la vivo. *Nadie la puede vivir. Sino gastarla*
No sé que nos pasó, pero algo nos ocurrió.
Estamos secuestrados y apuntados y ni siquiera así somos capaces de ponernos de acuerdo. No nos creen, a otros si a pesar que se han cometiendo "errores" tras "errores" que nos hunden  cada día más. Razón tenía don Miguel de Unamuno cuando dijo:" las opiniones de las mayorías siempre son más creíbles que la de las minorías" Toda mi vida me he sentido en minoría.
Las opiniones las generan los poderosos, mientras que mi fortaleza o poder es la perseverancia, por eso solo le pido a Dios, fuerza para seguir navegando por el mismo rumbo porque seguro estoy que la corriente cambiará. Hoy voy en su contra pero ella mañana estará con nosotros. Los que hoy somos minorías mañana nos convertiremos en mayoría.
#ApretadoAbrazo
#24junio 1:30am
@pabloaure

martes, 23 de junio de 2020

Día del abogado

Día del abogado
Nunca he entendido por qué se escogen los días para conmemorar determinadas profesiones.
Por ejemplo hoy 23 dejunio en Venezuela es el día del abogado por cierto, no en todas partes del mundo se celebra el mismo día. Aquí se instauró en honor al natalicio a don Cristóbal Mendoza, hombre de leyes y leal a Simón Bolívar, El Libertador.
Ser abogado es defender, abogar "avocaré".
En mi caso particular ejerci la profesión en los tribunales y en mi escritorio por  varios años hasta que me entregué a la docencia (desde donde la sigo ejercitando de acuerdo a los principios de la abogacía, en el salón de clases, en los pasillos o en el Consejo Universitario). La docencia es el complemento perfecto para la estabilidad de la mente, para sentirte bien contigo mismo. Enseñar lo que creemos y hemos estudiado.
*El abogado nunca deja de ser abogado y el docente nunca deja de ser docente* aquí he amalgamado el sueño de mi felicidad emocional: defendiendo y enseñando.
Sé que los abogados no tenemos muy buena fama, pues hasta maldiciones gitanas nos han achacado "entre abogados te veáis..." Cómo en todas las profesiones y oficios hay gente buena y mala. Pero no por ello debemos juzgarlos a todos por igual. La abogacía es hermosa cuando la ejerces con pasión, sinceridad, lealtad y estudias los casos que te confían. En el abogado reposa la confianza del cliente. Que también hay buenos y malos. Pero todos tienen derecho a ser defendidos, a los clientes "malos" hay que garantizarle los medios para demostrar su inocencia o que les asiste la razón. El abogado es un instrumento de la justicia. Cuando ese instrumento opera para la maldad, ya saben lo que puede ocurrir en la sociedad. Aprendí, que un abogado no debe ver la condición social de su defendido sino la necesidad de ese ser que sufre y acude a él. Aprendí de Santiago Betancourt Infante que: no hay causas pequeñas, sino pequeños abogados
Desde luego, los abogados "los malos" (no son abogados) me refiero a los de las maldiciones gitanas, ellos no actúan solos porque ellos también se valen (y hasta construyen) un andamiaje corrupto para torcer la justicia. De la abogacía también aprendí que para ganar juicios hace falta tres cosas. La primera, tener la razón; la segunda, saberla probar y; la tercera, quizá la más importante en estos tiempos perversos, es que *el juez te la dé* sin estas tres condiciones jamás ganarás juicios.
Un abogado debe ser docente en los juicios, argumentar y razonar. El abogado debe aplicar el sentido común.
El Derecho es la vida cotidiana. Pero para representar a otro ciudadano o persona, debes poseer el título de abogado.
Para ser abogado, médico, maestro, enfermero o ingeniero, primero tienes que tener valores y principios, por eso amigos y colegas míos, de nada nos sirve tener un reconocido nombre o ser "exitosos" dedicándonos a una determinada profesión si carecemos de las bases sólidas para construir un mejor país.
Más que en "palacios" de "justicia" tenemos que invertir en la educación. Sí en *educación* desde el primer nivel, esa es la verdadera herramienta que nos salvará. No hay otra. Con principios y valores que esten arraigados en los ciudadanos tendremos los mejores profesionales. De lo contrario, de nada valen.
Los países son grandes o pequeños, ricos o pobres, no por lo que esté en el subsuelo o en los bancos, sino por la calidad de ciudadanos que los habiten. Con dolor lo digo. Venezuela hoy es muy pobre y muy desvalida, por eso tenemos que invertir tiempo y recursos para convertirla en una nación rica y poderosa.
Hoy felicito a mis colegas abogados, pero no como un lugar común para cumplir con una simple felicitación. Los felicito porque a pesar de no existir estado de Derecho siguen viendo la abogacía como esa profesión para hacer valer el derecho de su patrocinado.
Por lo pronto, seguiré enseñando el Derecho en las aulas de nuestra *Universidad de Carabobo* hablándole a mis alumnos de lo que yo creo es el *deber ser*
Tenemos que entregarnos a la enseñanza porque los que hoy son nuestros alumnos mañana les corresponderá reconstruir lo que estos bárbaros han destruido.
Al igual que el maestro *Pietro Calamandrei* tengo fe en la justicia y trabajo por ella. "Para encontrar la justicia es necesario serle fiel". La justicia es como todas las divinidades que solo se le presenta a quien cree en ella.
Apretado abrazo a mis colegas. Les pido creer y trabajar por la justicia, ella representa un edificio de muchas complicaciones pero cuando lo lleguemos a construir, tendremos grandes satisfacciones.
*Feliz día del abogado*
@pabloaure

lunes, 8 de junio de 2020

Le estamos truncando el sueño a miles de bachilleres

La Universidad de Carabobo está en mora con nuestros estudiantes. Debemos derribar las barreras que impiden a nuestros alumnos que avancen en lugar de construirlas,
Estamos truncándole el sueño a miles de jóvenes al impedirle poder avanzar.
No tengo ninguna duda  que tarde o temprano en la UC recurriremos a la tecnología o a mecanismos no presenciales para el desarrollo de la actividad docente,  y para nuestra desgracia, ya le habremos causado un grave daño a los estudiantes porque los hemos condenado al atraso. Quedaremos muy mal ante la historia.
Toda mi vida lucharé por la Universidad proactiva y no a esa, a la que algunos se empeñan a la negación. Los tiempos nos exige cambiar de paradigmas.
No solo es injusto continuar con la parálisis universitaria sino que es un contrasentido no buscar soluciones dándole la espalda a quienes creyeron en nosotros: ¡nuestros alumnos!
A veces presiento que hay algo más que temor a los cambios para no aceptar los mecanismos tecnológicos en la medida de lo posible. Y los eternos perjudicados siempre serán nuestros alumnos.
La historia de esta pandemia  originada por el Covid-19 algún día se escribirá y tengan la seguridad que juzgará severamente a los que provocaron la mayor deserción estudiantil que haya ocurrido en la historia de la Universidad de Carabobo.
Por ejemplo, jamás lograré entender por qué le impiden a la Facultad de Educación poder avanzar, si esa facultad ha demostrado con instrumentos académicos que pueden ser verificados que está en capacidad de continuar con otros métodos distintos a los tradicionales, métodos tecnológicos  que no ameritan la presencialidad para garantizar una educación de calidad. Muchos profesores con profundos conocimientos, muy bien preparados y dispuestos a enfrentar los retos. Tanto su decana Dra. Brigida Ginoid Sánchez de Franco y un gran número de docentes así me lo han manifestado 
Aquí les dejo mi intervención ante el Consejo Universitario de la Universidad de Carabobo  en la sesión celebrada ayer domingo 7 de junio  
 Prof. Pablo Aure
Secretario General de la UC   

Por qué negar la posibilidad de avanzar a nuestros bachilleres?