El periodista más influyente de Argentina
“Somos 20 boludos contra el Estado”
A Lanata la gente le anima por la calle y le aplaude en los restaurantes. Él cree que en Argentina hace falta una oposición
Francisco Peregil
Buenos Aires
15 SEP 2013 - 00:00 CET449
Jorge Lanata dirigía a los 26 años el diario Página 12,
emblema de la lucha contra la corrupción del Gobierno de Carlos Menem
(1989-1999). Ahora, a los 53, es la voz que más se escucha contra el
Gobierno de Cristina Fernández. Mucho más que la de cualquier político
de la oposición. Lanata publica una columna los sábados en el diario Clarín,el
más leído; conduce todas las mañanas de lunes a viernes, durante cuatro
horas, un programa de radio en la emisora de mayor audiencia del país,
propiedad del grupo Clarín, y presenta los domingos a las diez de la
noche el programa Periodismo para todos en un canal de televisión en abierto perteneciente a Clarín.
Clarín, por si no ha quedado claro, es el grupo mediático más
influyente de Argentina. Y también el más enfrentado al Gobierno. Sobre
todo desde que en 2008 se quebró una relación fluida que había durado
cinco años. Lanata solía ser muy crítico con el Gobierno y con Clarín.
Pero el año pasado lo contrató Clarín. “Si quiero trabajar en Argentina,
el único lugar en que puedo hacerlo es Canal 13”. Asegura que el resto
está directamente en manos del Gobierno o de empresas afines, “como la
española Telefónica”. Y con la radio sucede “algo parecido”. “Quise ir
en algún momento a Radio Continental [propiedad del grupo PRISA] y supe
que hubo gestiones del Gobierno para bajarme el contrato. Entiendo que
para el Gobierno sea una complicación que Clarín y yo estemos juntos.
Ahora… ellos nos terminaron uniendo. Yo era yo antes de Clarín. Y voy a
ser yo después de Clarín, porque tampoco creo que esto vaya a durar
siempre”.
La unión de Lanata y Clarín ha provocado en Argentina un fenómeno de masas.
“Ando cada vez menos por la calle porque todo el mundo me para y me
saca fotos. Me pasó dos o tres veces de estar en restaurantes y que se
levanten todos a aplaudir, 200 personas, es una locura”, asume.
La entrevista se desarrolló en el mismo despacho de su casa —ahora
reside en un hotel, tras separarse—, donde había plantado una cámara
oculta a fin de grabar a un personaje que confesaba lavar dinero para el
empresario Lázaro Báez, amigo íntimo del expresidente Néstor Kirchner
(2003-2007). Con la emisión de esa entrevista el 14 de abril, la
audiencia de su programa se disparó. Y se mantuvo en cabeza incluso
cuando el Gobierno cambió el horario del fútbol y la televisión pública
comenzó a emitir partidos a la misma hora que Periodismo para todos.
Aunque hace tres años le tentaron para entrar en política y las
encuestas le dan ya un 70% de imagen positiva, no se plantea cambiar de
profesión. “Primero, porque estoy en el momento de mi carrera en donde
siempre quise estar, y abandonarlo por la política no tiene sentido.
Después, a mí no me gusta tener jefes, no tendría disciplina partidaria.
Tampoco podría vivir de la política porque gano en la televisión más
que cualquier político. Además, soy más útil haciendo lo que hago, creo
que lo que hacemos sirve en términos políticos”.
“Estoy de acuerdo que acá hace falta una oposición”, prosigue, “pero
tampoco me puedo hacer cargo de la Argentina. A veces la gente nos pide
cosas que no podemos hacer. Me paran y me dicen: ‘¡Che, tal persona no
está presa!’. ‘Yo no lo voy a ir a meter preso’, respondo. Bastante que
somos 20 boludos y conseguimos más que toda la justicia junta”.
Le pregunto si sería capaz de hablar bien sobre Cristina Fernández
durante un minuto. “Un minuto no sé, pero sí unos segundos. Ella es
audaz, mucho más que cualquier otro político de este país. Y eso la
mantiene en el poder. Está convencida de lo que dice, convencida de su
propia mentira. Esto no tengo claro si es un valor en sí mismo, porque
Hitler estaba convencido de lo que decía y eso no lo volvía bueno.
Machado en Juan de Mairena decía: ‘El primer deber del político
es la fidelidad hacia la propia máscara’. Si vos no te creés tu
máscara, no te creés nada. Ella está convencida de que está haciendo la
revolución. Creo que, como cualquier político que quiere ser presidente,
está un poco loca, pero eso me parece natural en alguien que está en el
poder. Ninguna persona normal puede querer ser presidente. Para serlo
hay que tener una especie de delirio místico, pensar que la historia te
eligió”.
Las paredes del despacho están repletas con portadas legendarias del Página 12
que fundó. “Yo me siento re-periodista, eso siempre”. Rememora una
mañana, con 26 años, tendido al lado de una mujer, escuchando la radio.
En el diario acababan de publicar un artículo que terminaría provocando
la dimisión de un ministro. Y de pronto… “Escucho un boletín informativo
diciendo que Menem estaba muy preocupado con mi nota. Y pensé: ‘Es
buenísimo esto; que yo pueda estar tirado en el piso (suelo) con una
chica y que él esté preocupado por lo que le pasó al ministro’. Esa
sensación de palo en la rueda del poder para mí era una cosa de libertad
increíble”.
Continúa hablando de periodismo: “Cualquier tema me interesa si vos
me lo sabés contar. Trabajo de periodista desde los 14 años y todavía
mantengo esa curiosidad. Es fácil hacer una nota con Obama. Pero hay que
hacerla con el portero. Y adentro del portero está Shakespeare. Lo que
pasa es que tengo que aprender a verlo”.
Una de las claves del éxito de su programa es el humor, los
personajes que imitan a la presidenta y a otros políticos. Cuenta que
ese ingrediente siempre le acompañó en su carrera. Cuando Carlos Menem
lo tachó de ejercer la prensa amarilla, compró papel de las guías de
teléfono y salió al día siguiente con el diario entero de amarillo. “Le
cambié la marca y le puse Amarillo 12.Y Menem tuvo que salir a
decir ‘qué ingeniosos estuvieron estos muchachos’. Mostramos que la
renovación de la forma es infinita y que no afecta a la seriedad del
contenido. Puedo salir en un programa serio vestido de futbolista y medir más audiencia que el fútbol.
La gente no es tarada, sabe distinguir una cosa de la otra. El humor es
lo que más desconcierta a los políticos. Ellos se bancan (soportan) que
les digas chorros (ladrones), pero no que te rías de ellos. Se toman
tan en serio que no lo soportan”.
También hubo tropiezos en su carrera. El 7 de julio emitió una entrevista con un supuesto arrepentido
que aportaba datos comprometedores sobre el dirigente kirchnerista
bonaerense Luis D’Elía. Mientras el programa estaba en el aire, D’Elía
comenzó a tuitear un vídeo donde el entrevistado declaraba actuar en
connivencia con D’Elía para venderle a Lanata “pescado podrido”. O sea,
información falsa. “A partir de ahora, todos los arrepentidos que vengan
primero declaran ante la justicia y después con nosotros. Nos sirvió la
experiencia”.
Piensa que lo peor de la gestión del Gobierno es la “enorme grieta”
que ha creado en la sociedad. “Hay familias que se dejaron de hablar,
amigos que no se dirigen la palabra, compañeros de trabajo que se
transformaron en enemigos…”. Y confía en los impulsos que le devuelve la
calle. “De cada 100 personas, 98 me dicen genio y dos me putean. Vamos
bien”. “Pero estoy peleando contra el Estado, no contra un partido. Y
eso se nota en el aparato de propaganda cuando se vuelve contra uno”.
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