lunes, 5 de agosto de 2013

Sociedad envilecida

El Carabobeño
¡Hasta cuándo!
Sociedad envilecida
(Foto Archivo /El Carabobeño)
 Pablo Aure
@pabloaure
Creemos estar transitando los momentos más nefastos y oscuros de la historia venezolana. Aunque no es bueno generalizar, trataremos de no evadir responsabilidades. Nos hemos apartado de los intereses colectivos para proteger cada parcela individualista. Lo digo en todos los aspectos. Desde lo más simple hasta lo más complejo. Los venezolanos hemos llegado a extremos inconcebibles, como pelearnos unos con otros por un paquete de harina pan o por una botella de aceite de maíz en el supermercado. 
Eso lo vivimos a menudo. Y qué decir cuando llega -si es que llega- el pollo al abasto. Lo que estamos viendo no tiene precedente. Buscamos sobrevivir encontrando a duras penas los productos de la canasta básica. Cuando salimos a la calle nos fijamos en las bolsas que cargan los transeúntes para ver qué productos llevan, y de esa manera descubrir en qué lugar se pueden encontrar. Es común escuchar expresiones como estas: “mira aquella mujer lleva Harina Pan”. Qué lástima esta situación que nos aqueja. No sabemos a dónde llegaremos, ni hasta cuándo aguantaremos. Pero es lamentable la falta de reacción de la gente. Solo a lo lejos se escuchan gritos silenciosos o quejas debiluchas. 
Desabastecimiento y corrupción
Lo hemos dicho en otras oportunidades: el régimen le teme más al desabastecimiento que a la inflación. Lo que no logro descifrar es hasta cuándo podrán mantener los anaqueles escasos de mercancía. Porque no producimos absolutamente nada. Casi todo lo que consumimos es importado y lógicamente subsidiado. Por cierto, un subsidio súper inflado, lo cual se traduce en una carga exagerada para el Estado y un alto costo para los consumidores. 
Señalo súper inflado porque los encargados de manejar los dólares preferenciales, llámese Sicad o Cadivi, lo que les falta es el antifaz de asaltantes de camino. 
Para aprobarte grandes cantidades necesitas estar conectado con un enchufado. Y mientras más grande es el monto de asignación de divisas, mayor es la mordida. Y no crean que la comisión es en bolívares. La piden en dólares o euros, y lógicamente depositadas en cuentas en el exterior. Muchos de los enchufados se combinan con operadores de bancos, tan criticados y descalificados por el gobierno de la boca para afuera. 
Ni se diga de las migajas que se consiguen en las tramposas “subastas” que recientemente han puesto en ejecución. Nadie sabe cómo es el mecanismo ni tampoco el criterio para fijar el precio del dólar. Pero son solo migajas lo que le aprueban a quienes milagrosamente optaron por comprar divisas para viajar ya que ese no es el negocio: el negocio está en la adjudicación de divisas a empresas que en su mayoría son de maletín y acopladas con los bandidos rojos que manejan la chequera y fijan el precio tanto del dólar como de la comisión. 
Vergüenza y coraje
Volviendo a lo del envilecimiento de nuestra sociedad y a la falta de reacción de la gente, lamentablemente hay que decir que pasivamente nos estamos acostumbrando al malandraje con complicidad de algunos opositores encapuchados. Y no nos queda otro camino que la agitación popular, en el literal sentido de la palabra: la protesta enérgica con agitación. Que se ejercite a plenitud el derecho constitucional a la manifestación cuando hay descontento. En eso debemos arreciar: salir a la calle a reclamar con rotundidad ante la vil violación de nuestros derechos, en lugar de marchar frívolamente con pitos y cacerolas. Tenemos que seguir el ejemplo de Brasil.  
Amigos, frente a este panorama oscuro y putrefacto de corrupción y envilecimiento nos ha faltado coraje. 
Dile no al miedo
Llegó agosto, tiempo de reflexión. Las Universidades paradas inexplicablemente. Los venezolanos pareciera que protestamos en días hábiles, pero somos cuidadosos de no hacerlo en feriados y períodos de vacaciones. ¡Vaya comodidad! 
¿Será que estamos signados por la providencia a siempre esperar la llegada de un Mesías? Eso es precisamente lo que nos ha llevado a esta oscuridad. 
No nos atrevemos a desafiar al régimen porque le tememos a la represión. Es lógico que exista ese miedo, porque en dictadura, como la que vivimos en Venezuela, las leyes se deforman, o los tribunales la interpretan de acuerdo al dictado del partido hegemónico. 
Ojalá caigamos en cuenta de que mientras más presos haya por oponernos al régimen, más cerca estaremos de liberarnos de la opresión. ¿Hemos hecho acaso algún acto desafiante para exigir la libertad de Iván Simonovis? Ninguno. Solo nos limitamos a declarar o a solidarizarnos con él y con su familia. 
Llegó el momento del desafío
A quienes me dicen que  eso puede costar muchas  vidas o encarcelamientos, yo les contesto con una pregunta: ¿es que acaso  piensan que sacar a esta gente corrupta, carente de principios y  valores, será en sana paz? 
El 15 de abril tuvimos una maravillosa oportunidad para desafiar al régimen en la calle y lograr el respeto institucional. Lamentablemente nuestro líder nos mandó a tocar cacerolas. 
Buscar el entendimiento y la paz, no es sinónimo de sometimiento y aceptación. Creo en la paz, pero sobre todas las cosas, no podemos perder la dignidad. El régimen y las declaraciones bobaliconas de líderes opositores nos vienen acorralando con un discurso pacífico hacia el camino de la indignidad. 

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