Opinion
POLÍTICA Venezuela
EL NUEVO MODO
Economía VII
Santiago José Guevara* / 08-05-2015
BETANCOURT Y “VENEZUELA, POLÍTICA Y PETRÓLEO”.
He sostenido que Betancourt es el único político moderno, en sentido weberiano, de la historia democrática nacional. Organización, partido, leyes, burocracia, profesionales, normas, “tesis”, etc. –y no liderazgo carismático- basaban su actuación política y de gobierno.
En lo económico, por su formación ideológica y las doctrinas y experiencias de la época era no solo estatista, sino intervencionista. Sin embargo, fue un aventajado estudioso de la materia. Ya en 1941 había publicado un libro en el campo. En realidad, sus clichés, que lo hicieron intervencionista, sobre las limitaciones de la iniciativa privada no se correspondían con la realidad de las cosas. Eso coartó su obra y proyección económicas; sobre todo, en lo que nos interesa: el largo plazo.
Mi juicio posiblemente sea injusto, al hacer la comparación con otros liderazgos nacionales, muy por debajo de su nivel; pero, recuerden, miramos las cosas desde el exigente punto de vista del logro de la “consolidación” económica nacional, en lo interno (alto bienestar nacional) y lo externo (justa importancia mundial de la economía nacional).
Por lo influyente de su liderazgo en las dos transiciones a la democracia referidas en el artículo anterior, interesa revisar sus ideas económicas de la época. Varios capítulos de su obra mayor “Venezuela, Política y Petróleo”, de 1.956 nos sirven al respecto. Otra referencia serían los papeles de la “Conferencia de Exiliados”, de 1.957, los cuales no hemos revisado.
Dos aspectos nos interesan en la búsqueda: su “modelo de gobierno económico” y la presencia o ausencia del largo plazo como variable explícita. Lo primero sintetizaba lo vigente en el mundo: era creyente en la planificación y en la acción directa del Estado en la economía, no de modo totalitario, pero de efectos adversos. Lo segundo mostraba “tesis” que perduraron, pero que no se expresaron en un modelo general dinámico; o sea, válido para toda la prospectiva del sistema económico, desagregado temporalmente.
Una frase del Capítulo VII de su libro muestra su concepto principal: “Hoy la tesis del intervencionismo estatal en los procesos económicos, para encauzarlos y conducirlos hacia metas de mejoramiento colectivo y de superación nacional, constituye el ABC de toda moderna política de gobierno”. Destaca, por ejemplo, su creencia, arraigada aún en los políticos venezolanos, de la conveniencia de la banca pública.
Su manejo de futuros –no un modelo dinámico- está expresado en su “transformar la producción escasa y limitada a pocas mercancías, en producción diversificada y abundante, mediante un planificado y audaz impulso del gobierno a las actividades creadoras de riqueza realmente nacional”. Fin loable, pero desconocimiento de la economía y carencia y confusión en los medios.
Sobre el largo plazo, su gran amigo –hay un libro del intercambio epistolar de ambos- Mariano Picón Salas había dicho en 1.946: “...“una nación no es sólo una suma de territorios y recursos naturales, sino la voluntad dirigida, aquella conciencia poblada de previsión y de pensamiento que desde los días de hoy avizora los problemas de mañana”. Esa voluntad y esa conciencia estuvieron ausentes, de manera sistemática, en los afanes democráticos venezolanos.
No ha habido en los últimos tres cuartos de siglo venezolanos, un manejo explícito del futuro, excepto, para nuestro pesar, en los “planes de la patria” del actual régimen. Recuerdo una semana de trabajo en un hotel del litoral guaireño, con apoyo externo, y un Plan Agrícola de Largo Plazo, en los inicios de los ’80, que no pasaron de un buen encuentro y una consultoría fallida. Me gustaría conversar mis referencias con Don Enrique Tejera París, mi “pariente” (así me dice, a veces), impulsor y rector del sistema nacional de planificación en los inicios del ciclo democrático que arrancó en 1958.
En la obra de Betancourt comentada, en su Capítulo XI, sobre “Un Plan Articulado de Industrialización”, un tema sectorial, se hace referencia a un “programa industrializador” en cuatro etapas, basado principalmente en la acción de un organismo financiero público, la desaparecida y desprestigiada Corporación Venezolana de Fomento. Es lo más cercano a lo que exigimos. Pero, no es ni general, ni de largo aliento, ni basado en el mercado.
Sin embargo, el conjunto de temas de su obra, reconocida la época y el proponente, son de una amplitud encomiable. Petróleo, infraestructuras, capital social, bienestar general, reforma administrativa, agricultura y reforma agraria, son temas de su interés.
Como dicho en el artículo anterior, luego de los dos primeros gobiernos de Acción Democrática, el partido de Betancourt, entre 1959 y 1968, de importante progreso, el país cambió a una política carismática, la discrecionalidad, el gigantismo estatal, los arreglos corporativos (partidos de gobierno-empresarios amigos), y el desmantelamiento de la institucionalidad económica que había garantizado el alto crecimiento hasta entonces y que solo llegó hasta 1977-78, pese a los fuertes incrementos de los ingresos petroleros en los años inmediatamente anteriores. Venezuela había dejado atrás a Betancourt.
De igual forma, los aún más fuertes incrementos de comienzos de los ’80, no solo no produjeron crecimiento, sino que fueron el preámbulo de las turbulencias que aún persisten. ¿La maldición de los recursos naturales?
Hagámonos todos una pregunta en clave de largo plazo: ¿alguien puede sostener que se trata de la mentada “maldición”; o, más bien la “maldición del liderazgo incapaz de sostener el largo plazo, por la vía de la infraestructura institucional apropiada?
¿Puede alguien, con honestidad, maldecir la fortuna de una rica dotación de recursos naturales? Es tema que revisaremos más adelante con fuerza. Buscamos claves ocultas.
* Santiago José Guevara García
(Valencia, Venezuela)
sjguevaragarcia@gmail.com / @SJGuevaraG1
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