Maduro asegura que lo entregó a la línea aérea de bandera, pero se ignora el paradero y uso del Airbus presidencial venezolano
El miércoles pasado fue un día de primicias para el presidente
venezolano, Nicolás Maduro. No solo se reunió con una decena de
dirigentes de oposición, levantando así un veto que ni siquiera el líder
ya fallecido de la revolución, Hugo Chávez,
había osado tocar. También esa misma noche rompió el sello, aunque solo
parcialmente, de otro misterio: la suerte del avión presidencial.
“Entregué el presidencial a Conviasa para reforzar la flota”, soltó a
quien quiso oírlo entre los presentes y los ciudadanos que desde sus
casas seguían por televisión el evento. Era la primera alusión que hacía
al Airbus ACJ-319, de matrícula AMB001 –siglas correspondientes a la Aviación Militar Bolivariana-, desde septiembre pasado, cuando denunció públicamente que la aeronave presentaba graves desperfectos.
El aparato fue adquirido a la aeronáutica multinacional europea en
2001 por órdenes de Hugo Chávez, el mandatario en funciones entonces,
que luego se revelaría un empedernido viajero. Se calcula que a bordo
del jet bimotor –negociado por un precio base de 61 millones de dólares,
además de los costos de modificación, que sumaron otros 15 millones
adicionales- el comandante revolucionario recorrió cerca de 300.000
kilómetros –casi una ida a la Luna- durante 12 años por todo el planeta.
Esos periplos incluyeron las frecuentes conexiones desde Caracas
con La Habana, Cuba, ciudad a la que viajaría en distintas ocasiones
para tratarse un cáncer que le fue descubierto en junio y que,
finalmente, le costó la vida en marzo de 2013.
Según algunas versiones, en esa última etapa se hicieron adaptaciones
en la cabina de la aeronave para que alojara equipamiento médico y
sirviera en la práctica como avión-ambulancia.
En giras internacionales de largo alcance, Chávez se dio el lujo de
dejar de lado un aparato prácticamente hecho a su medida –el constructor
en Francia debió repintar el fuselaje con un diseño que el propio
teniente coronel concibió- para viajar a bordo de aparatos cedidos por
–o rentados a- Cubana de Aviación, la línea aérea de bandera de la isla.
En tales casos, el trasbordo se tomó como una medida de precaución ante
eventuales atentados contra el líder venezolano, que así daba muestra
simultánea tanto de la desconfianza que a veces sentía por la
oficialidad de la Fuerza Aérea encargada de pilotar el avión, como de su
cercanía al régimen de los hermanos Castro.
Con todo, el Airbus presidencial era considerado como una de las prendas más finas en el legado que Nicolás Maduro
recibió de Chávez, cuando este murió y su sucesor quedó elegido por los
votos en abril de 2013 como nuevo presidente de la República. En
septiembre, al emprender Maduro su primera gira internacional de
importancia a China –el gran fiador actual de la revolución
bolivariana-, los observadores se sintieron sorprendidos tras percatarse
de que el nuevo presidente viajaba con un equipo de Cubana de Aviación.
Cuando regresó, se sintió obligado a explicar la anomalía. Según su
relato, el Airbus presidencial venía de pasar un período inusualmente
largo de cinco meses en Francia para un overhaul o
mantenimiento mayor. Cuando le fue entregado, justo antes de iniciar su
gira china, Maduro habría sentido una corazonada. “No me sentía cómodo y
ordené que le hicieran una revisión a fondo”, siguió relatando el
presidente venezolano, “y efectivamente después de 10 o 12 de pruebas
intensas de diversos signos, apareció una grave falla en una de las alas
del avión, una muy grave falla después de cinco meses de estarse
reparando”.
Maduro no se mordió la lengua para insinuar que el fabricante
europeo, o alguien de su personal, pudiera haber estado conspirando para
fraguar un atentado en su contra, y anunció que emprendería acciones
legales contra Airbus. Un portavoz de la compañía respondió desde su
sede corporativa en Francia con un comunicado, en el que se dijo
dispuesta a colaborar en cualquier investigación, pero aclarando a la
vez que el mantenimiento no había estado a su cargo sino de un
subcontratista. Se ignora si a la fecha Venezuela ya ha dado inicio a
alguna disputa legal contra Airbus en tribunales locales o
internacionales.
Ya para entonces hacía tiempo que nadie había vuelto a ver la
aeronave. Todavía hoy, que reapareció en el relato presidencial, sigue
escondida.
Fuentes del sector han comentado que la presidencia de Venezuela ya
encargó a Embraer, la pujante empresa aeronáutica brasileña, la
fabricación y configuración de la versión ejecutiva del modelo E-190
para transportar a Maduro. Los precios de referencia en línea del modelo
básico rondan los 50 millones de dólares. Sin embargo, se supo que el
presidente venezolano solicitó que se adaptara la cabina del avión a los
parámetros de configuración del Ilyushin de Cubana de Aviación que usó
durante su reciente gira asiática.
Al calor de la relación especial que Brasilia, bajo las gestiones de
los presidentes Lula da Silva y Dilma Roussef, procura establecer con
Caracas, Embraer se ha convertido en el principal proveedor de
equipamiento para Conviasa, la línea aérea estatal de bandera de
Venezuela, que cubre rutas internas y exteriores.
Precisamente es Conviasa el receptor mencionado por Maduro para el
Airbus que hasta ahora prestó servicios a la presidencia. El mandatario
venezolano no aclaró si la grave falla que reportó en la estructura de
las alas ya se había reparado, dónde y cuándo se habría preparado la
aeronave para una operación comercial con pasajeros, y ni siquiera en
qué lugar se le podía encontrar.
Las palabras de Maduro, en todo caso, parecieron querer atajar la
serie de conjeturas que durante los últimos días habían circulado sobre
el destino del Airbus que Chávez compró. Citando a presuntos informantes
dentro de la Fuerza Aérea –su Grupo Aéreo No. 4 es el responsable de
trasladar al presidente-, voceros de oposición llegaron a asegurar que
se encontraba en servicio en Cuba. Otra versión, digna tal vez de menos
crédito, hablaba de un misterioso Airbus negro, con licencia de
Eslovaquia, que estaciona con regularidad en el aeropuerto de Maiquetía
–que sirve a la ciudad de Caracas- y estaría siendo tripulado por
oficiales cubanos.
Esta semana se anunció que la próxima gira internacional de Maduro
será a la lejana India. El nuevo presidente –que fue Canciller por casi
seis años- parece tentado a seguir participando en el juego global al
que Chávez, su mentor, se aficionó tanto. En el presupuesto nacional de
2014, se reserva una partida de 12 millones de dólares para costear las
giras presidenciales. Solo entonces se conocerá si para salvar las
distancias intercontinentales ya podrá contar con un avión de estreno o
si deberá recurrir de nuevo a la cooperación cubana.
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