¡Hasta
cuándo!
Humillados por callar
@pabloaure
Mientras no se produzca una salida distinta a la electoral, sería
poco menos que insensato, no identificarse con cualquiera de las iniciativas
que promuevan un cambio en nuestro país.
Firmamos para el revocatorio, y esta
semana acudiremos fielmente al CNE para ratificar nuestra firma.
Ha corrido mucha agua por debajo del puente para alarmarnos
cuando invocamos una salida distinta a la electoral. En democracia, por lo
general, los gobernantes son cambiados por el sufragio. En las tiranías hay que
fajarse para deponer a los tiranos.
Esta semana comienza con el proceso de ratificación de las
firmas, pero también hay, quizá, más expectativas por lo que se discutirá en la
OEA. Digo esto, porque revalidar doscientas mil firmas es un paseo. Hay
millones de ciudadanos dispuestos a salir a votar en las primeras de cambio. No
salen a protestar, pero sí están dispuestos a votar. El régimen ha sabido
utilizar el miedo y, en cierta forma, ha desmovilizado las protestas. Demostraciones
sobran de las pocas personas que acuden a los llamados que hace la oposición
para salir a marchar.
Hay quienes continúan apostando a la aplicación de la Carta
Democrática por parte de la OEA. Creemos que a pesar de la insistencia de su
Secretario General, Luis Almagro, y las intenciones de EEUU, no habrá ninguna decisión en contra del
régimen de Nicolás Maduro. Los intereses que se manejan en ese organismo actúan
tras bastidores. Mucho lobby donde se negocian votos, y como cada país, por muy
pequeño que sea, representa un voto, por lo general, se suele satisfacer a los
verdugos de turno, que con discursos populistas y demagógicos se presentan como
los débiles y defensores de los más pobres.
Mal presagio
Cuando un pueblo apela a los organismos internacionales para
implorar el respeto a los derechos humanos, es una clara demostración de que
las cosas andan muy mal. En nuestro caso. Se pide que la OEA garantice la
realización del referéndum revocatorio este año y, además, que liberen los
presos políticos. Si eso es así, hay palmaria demostración de la ausencia de
Estado de Derecho en Venezuela. Es decir, confesión de que aquí no hay
democracia. Y es la razón suficiente para aplicar la Carta Democrática. Pero
eso no es lo que prevalece en el club de amigos en que se ha convertido la OEA.
Mientras a quienes corresponde ratificar sus firmas hacen
colas para el “reafirmazo”, y los diplomáticos preparan el escenario para la
reunión del 23 de junio, los que buscan alimentos y medicamentos están en otras
largas colas: las colas de las miserias. A ese pueblo que desesperadamente
busca cómo comer, le importa un comino lo que se pueda discutir en la OEA, o si
firman o no para que Maduro se vaya.
Cada día se estrecha más el cerco de maniobra de los
sempiternos negociadores, tanto del oficialismo como algunos disfrazados.
¿Hasta cuándo
aguantaremos?
Les confieso sentir la misma angustia de millones de
venezolanos: de que vamos por mal camino. La necesidad es común. La clase media
está en proceso de extinción. Ningún sueldo en bolívares puede soportar la
inflación. Los profesionales o quienes tuvieron oportunidades de llevar una
vida normal producto de su trabajo, sin lujos y sin mortificaciones, porque lo
que ganaban les alcanzaba, hoy se comen los poquitos ahorros que pudieron haber
guardado para arreglar cualquier desperfecto del carro o de la casa. Ni hablar
del tema salud; los seguros también se dispararon, porque las clínicas tampoco pueden mantenerse sin aumentar el costo de los servicios.
Diáspora.-
Cada día son más los que nos hablan de emigrar. No los puedo
criticar porque cada quien debe tener sus sueños. No quiere decir que sean
mejores o peores venezolanos los que se quedan o se van. Así como Venezuela le
brindó abrigo a muchos extranjeros cuando se desató la guerra en Europa, y
nadie pensaba que eran malos por haber emigrado de su país, sino que los
comprendió porque es un derecho que le asiste a cada quien escapar de la
guerra.
Cuando vemos a los muchachos en los pasillos de la
Universidad me invaden sentimientos encontrados. Por una parte, sentimos la
preocupación que les invade, porque sus vidas de estudiantes no es la misma de
años atrás. La inseguridad y la incertidumbre los atormenta. Ellos saben que
establecerse en Venezuela, obtener la independencia económica y hasta formar un
hogar, es prácticamente una hazaña. Pero así como me embarga esa
preocupación, también pienso en el
futuro: en que al salir de esta locura del Socialismo del Siglo XXI necesitaremos
de muchísima gente joven para que se encargue de recuperar lo que antes fuimos,
y allí veo a los miles de bachilleres que hoy se forman en nuestras
universidades.
El poder
universitario.-
La Universidad hace de “tripas corazones” para mantener
abiertas sus puertas. Esta situación la percibo como una película cuyo final es
fácil predecir si no reaccionamos. La universidad está agonizando, no solo por
falta de recursos para comprar insumos o cubrir sus gastos de mantenimiento,
sino porque nos quedaremos sin personal. Los profesores, empleados u obreros,
no pueden subsistir ni cubrir sus necesidades con los sueldos de indigentes que
tienen. Cada día son más los trabajadores que hacen uso del comedor o del
transporte universitario.
Pero nada cambiará mientras nosotros ¡todos! no nos
involucremos. Es la hora de la unión de los universitarios. Históricamente han
sido las universidades las primeras en dar el paso. Cientos de miles de
jóvenes, decenas de miles de profesores; decenas de miles de empleados y
obreros, no puede ser que nos quedemos tranquilos ante este atropello. El
régimen se atornilla y humilla por el silencio de los ciudadanos.
Colegas universitarios: o reaccionamos o estaremos
convalidando con nuestra pasividad la destrucción nacional.
Pablo Aure
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