lunes, 24 de agosto de 2015

Verdades amargas

¡Hasta cuándo!
Verdades amargas
 Pablo Aure
@pabloaure
“Yo no quiero ver lo que he mirado a través del cristal de la experiencia...” 
A nadie le agrada escuchar la verdad sobre todo si es incómoda y pone en evidencia nuestra responsabilidad en la situación por la cual atravesamos. El comportamiento del venezolano suele ser incoherente, porque somos, por desgracia, demasiado “vivos”. Me refiero al común de las personas, pues tenemos que reconocer que hay verdaderos ciudadanos con un comportamiento ejemplar, aunque formen parte de una minoría en el país. 
Los venezolanos queremos ser “vivos” en todo. Procuramos conocer al portero del banco para “mojarle” la mano y conseguir un ticket para que nos atiendan primero que a los que tienen horas esperando; criticamos con razón a los “bachaqueros”, pero hacemos negocios con ellos. Esa “viveza” no es “revolucionaria”, porque antes de esta era roja también existía. Eso sí, hay que estar claros, ha sido con el chavismo que ha aflorado lo peor de nosotros. A leguas de distancia nos caracterizamos por ser ciudadanos mediocres. Nos ha faltado educación ciudadana. En Venezuela es común comer en la calle o en un carro y botar a las vías los envoltorios o las sobras de lo que ingieres. En los vecindarios es casi una constante observar colchones, calentadores, carapachos de cocinas o neveras abandonadas, para que alguien se las lleve; cuando es obvio que nadie se interesará por tales cachivaches. Entiéndase bien, el deterioro educativo y la protección del medio ambiente son tan despreciables que no solamente vemos estas prácticas en las barriadas populares sino también en urbanizaciones de clase media. Ya es frecuente toparnos con corotos abandonados en las aceras. En algunas partes, casi en actitud suicida (por ignorancia quizá) lo hacen botándolos a las orillas de ríos y quebradas, provocando las inundaciones y no pocas veces quedando damnificados en épocas de lluvia. 
Formación ciudadana
La falta de formación ciudadana es la que ha hecho posible que esta locura que se han empeñado en llamar revolución, haga metástasis en Venezuela. 
No hemos aprendido a cuidar ni siquiera nuestro medio ambiente y tampoco nos interesamos por vivir en un país más vivible, pero sin embargo pretendemos que unos improvisados nos acomoden la vida. 
Ha llegado la hora de pensar que además de desplazar a los ignaros de sus cargos, cada quien debe asumir un rol ciudadano. Cuando modifiquemos nuestro comportamiento, allí sí es verdad que el cambio será indetenible. 
Sin solidaridad el futuro es oscuro
Tenemos que admitirlo: no somos solidarios. Nos preocupamos por nosotros y por nuestro entorno pero no tenemos una visión colectiva de los problemas. Seguimos esperando al mesías que nos salvará. 
Probablemente el sentido de supervivencia ha convertido al ciudadano promedio en cómplice indirecto de lo que padecemos. 
Detengámonos a reflexionar para pensar en los presos y perseguidos políticos. Preguntémonos: ¿hemos sido lo suficientemente solidarios con ellos, de palabra y de acción? Respondamos con sinceridad. ¡Claro que no! Al principio una bulla quizá de vez en cuando, una que otra concentración o marcha. Les confieso que ver a Leopoldo López todavía tras las rejas es recordar aquel chiste (mal chiste) “síganme mis valientes”, y cuando volteó no hay nadie.

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