martes, 7 de julio de 2015

Macky Arenas: "Siempre haré lo que crea que debo hacer, así se oponga el planeta entero”



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"Siempre haré lo que crea que debo hacer, así se oponga el planeta entero”

La periodista Macky Arenas, rostro de Globovision y de los programas Biografías y La Hora Clave, insiste en que la prensa libre supera regímenes y gobiernos, razón por la que permanece atrincherada en la pantalla del medio que vio nacer, resistir, vender y cambiar su línea editorial

Por: Kenner Bracho

06 Jul 2015

Recurrir a la memoria de un país, ahondar en sus hechos y establecer paralelos con el presente, son ejercicios que le permiten a Macky Arenas mantenerse al aire en las pantallas de Globovision, a pesar de su venta y cambio de línea editorial. Está convencida que la difícil situación que atraviesan los medios de comunicación en Venezuela responde al patrón de conducta que han adoptado muchos gobiernos, por lo que la experiencia le dice que éstos siempre pasan y que la prensa libre permanece, gracias a su lucha, atrincherada, aun en las peores dificultades.
Entiende que en épocas pasadas, en medio de férreas dictaduras, sagaces periodistas supieron decir tres cosas en lugar de 10 a fin de resguardar la tribuna, y que una vez restablecido el orden democrático, pudieron expresarse con todas las posibilidades. Por esto se mantiene en la constante producción de radio, prensa y televisión en medio de la crisis, tratando de mantener un lugar visible, pero respondiendo a toda hora a su conciencia.
No se puede esperar más de una periodista que supera las tres décadas transitando en el mundo de los medios. Está al tanto del punto a punto del acontecer nacional. La búsqueda de información es un acto casi religioso, pues antes del amanecer ya está enterada de la agenda del día y sus pormenores. Es una alondra, mañanera. Por eso sus días empiezan a las 4 am y transcurren entre la preparación de sus espacios en televisión -lo que requiere dedicación a tiempo completo- y la actualización de un portal católico, el cual coordina.
Camina con la frente en alto, consciente de la responsabilidad que conlleva ser un factor de resistencia frente al olvido, ese que nos ha hecho daño y llevado a repetir los errores del pasado; pero que también permite trazar una nueva hoja de ruta, dibujada por el legado de aquellos que nos precedieron en la labor de construcción del país que anhelamos. La fusión entre el periodismo, la política y la fe católica llega a acercarse a la esencia de la Macky Arenas persona.
-Usted ha hecho televisión, radio y prensa escrita. ¿Cómo surge esa pasión por los medios?
-Creo que nació conmigo. Desde pequeña, en el colegio, en la parroquia, más tarde en la universidad, siempre promovía la aparición de periódicos, órganos informativos de todas clases. Me la pasaba animando a la gente a escribir, a expresarse. Soy hija de padres de origen cubano y es bien conocida la facilidad de ese pueblo para comunicar, su natural inclinación a hablar con fluidez. Son extraordinarios oradores. El gran prócer de la Independencia, José Martí, con el que todo cubano se identifica, no fue un militar-guerrero, fue un escritor, poeta y admirable orador.
La política ejerce una suerte de seducción para el comunicador. Por allí comencé, en la política universitaria; posteriormente pasé mucho tiempo militando y eso me dio sensibilidad y me agudizó la intuición de una forma impresionante que luego me sirvió en el periodismo. Pero cuando me coloqué ante un micrófono, supe que sería mi oficio más que un instrumento discrecional de promoción personal. La política es para los políticos. El comunicador es otra cosa. Cuando comencé a percibir que los intereses entraban en conflicto me sinceré y decidí por la comunicación.
¿Cómo fue la experiencia de trabajar en Venevisión y Unión Radio?

-El orden en que los mencionas es correcto. Fue la ruta que seguí. En el medio, pasé por una variedad de emisoras de radio, conduciendo distintos programas, siempre de corte informativo y de opinión. Cada uno de esos medios me ofreció oportunidades que agradezco y creo que aproveché correctamente, pues aprendí todo lo que hoy me sirve, no sólo para mi trabajo, sino para apoyar a otros que vienen detrás y que un día seguramente lo harán mejor que nosotros. Comencé literalmente metida en una cabina haciendo avances informativos y redactando leads. Poco a poco fui avanzando en la carrera y uno de mis grandes orgullos es que, cada vez que me promovían, me decían que era porque estaban satisfechos con mi trabajo. En un medio tan competitivo, donde hay mucha camaradería y nobleza, pero también mucha zancadilla y envidia, no es poco cargar eso al CPU.
-¿Cómo fueron esos primeros años de Globovisión?

-Muy enriquecedores. Se trabajaba muy sabroso. No éramos un canal grande, con recursos para tirar al techo, pero había una mística grandiosa y se fue generando una cultura corporativa estimulante y muy comprometida que aún hoy se manifiesta. Uno solo hacía lo que en otros canales sabíamos que se empleaban a cinco o a 10. Siempre digo que Globovisión, más que un canal en esos primeros años, era como una familia, como una gran casa que todos cuidábamos, porque la sentíamos como nuestra, un proyecto de vida donde cabíamos y progresábamos todos. La noticia siempre fue el ariete y la verdad el norte.
-¿Pensó que sucedería lo que pasó… la venta y el cambio de línea editorial?
-No fui de las que resultó sorprendida por la manera como derivaron las cosas. Siempre viví convencida de que los medios nunca seríamos cómodos para un Gobierno con rasgos autoritarios. Sabía que llegaría un dead-line y me preparé sicológicamente para eso. Lo comenté mucho con mis compañeros. Creo que tener unos padres que vivieron el zarpazo comunista en Cuba y veían la película por segunda vez, me facilitó una visión más clara de las cosas, aunque algunos, en lugar de valorar la experiencia, en aquellos momentos de euforia chavista, de conceder sin que nadie lo pidiera “el beneficio de la duda”, desestimaban mis opiniones.
Puedo decirle que reconocidos furibundos opositores en la actualidad me tildaban en aquél entonces de radical y de juzgar a Chávez demasiado duramente. No me molestaba, más bien me decía que el tiempo los sacaría del error, que nadie aprendía por cabeza ajena y que no debía empeñarme en tratar de convencerlos. No había remedio: yo iba contracorriente. Era para ellos impensable que se metieran con los medios, menos con Globovisión. Comprendía su ingenuidad pues no era fácil prefigurar hasta qué punto podía llegar el Gobierno en su hostilidad contra los medios y su persecución contra los periodistas, sobre todo habiendo colegas involucrados en “el proyecto”. Pero estaba escrito que no conviviríamos apaciblemente.
“Las empresas se hacen para venderlas”, me dijo una vez un amigo, gran emprendedor. Y cuando se produce una compra, es lógico que el dueño llegue con sus coordenadas, su manera de concebir el negocio y su estrategia. Hay quienes defienden con uñas y dientes la propiedad privada pero tienen dificultades para entender esta premisa elemental. Globovisión sigue siendo un canal informativo y de opinión. ¿Que todo sería más sencillo y acorde al ejercicio independiente del periodismo si el país tuviera un Gobierno que observara las reglas del juego democrático, respetara a los medios y privara el Estado de Derecho? Por supuesto que sí, pero no es el caso. Estamos en Venezuela, un país donde cuenta solo el Poder Ejecutivo, lo cual es un detalle de medular importancia para comprender el alcance del drama. El problema no es el canal, ni los dueños, ni la línea editorial. Esas son discusiones que no tienen sentido en medio de un panorama como el venezolano. Eso es como la huelga de hambre que se le hace a un Gobierno susceptible de presión poniendo en juego la vida, no a un régimen que no la valora. La huelga es un instrumento, no un fin. Gandhi la administraba admirablemente bien, por eso hizo 17 y no murió precisamente de inanición. ¡Nadie imagina a Ruíz Pineda haciéndole huelga de hambre a Pedro Estrada! Cuando comienzas una huelga de hambre tienes que saber cómo la vas a terminar, a menos que el objetivo sea morir y no conseguir una reivindicación determinada.
Discutir sobre “línea editorial” cuando no existe independencia para diseñarla es absurdo. Ese no es el problema. El problema es la sobrevivencia de todo el mundo en este país, desde el que anda en la calle hasta Empresas Polar. Sobrevivencia que todo el mundo tiene derecho a intentar y el deber de hacerlo. La otra opción es entregar todo y apagar la luz. Identifiquemos el problema y no andemos por los atajos. El problema es el tipo de Gobierno que tenemos y, en lo que a nosotros concierne, las leyes que han ido atenazando a la prensa, el desprecio por el oficio periodístico y el enorme beneficio que presta a la sociedad.
-Muchos critican a los periodistas que se quedaron en el canal. Usted es ahora ancla de un programa de opinión en horario Prime Time, La Hora Clave. ¿Cómo respondería a esas críticas?
-La crítica se calibra de acuerdo al peso moral que trae. Si usted me critica por tomar una decisión, yo prefiero optar por respetar la suya. Respeto a los que se fueron, pero un canal es más que un conflicto puntual, más que una situación incómoda, más que unas cuantas caras al aire y mucho más que sus dueños y/o jefes. Un canal -sobre todo un canal como Globovisión, pues la noticia y sus avatares ensamblan una solidaridad especial- es una comunidad, es tradición, es una historia compartida, edificada a través de años pasando por toda clase de situaciones, unas gratas y otras muy duras. Eso crea lazos que debemos respetar y se hacen valer por encima de las vicisitudes.
Nos hicimos para las buenas y para las malas. Decenas de compañeros con los cuales compartí décadas de esfuerzo y realizaciones están allí y no merecen un trato desconsiderado. Gente que no se ve, casi ni se siente, pero sin cuyo trabajo el nuestro sería imposible. Yo los quiero, los admiro y siempre contarán con mi respaldo. Si mi presencia los anima y los acompaña, pues a mucha honra.
Por mis coberturas en el exterior he tenido la oportunidad de escuchar a veteranos periodistas relatar sus cuitas, describir sus combates, hombres y mujeres de medios, curtidos en la resistencia contra sátrapas de todo pelaje en este, nuestro continente. Su recomendación es invariable: “Periodista nunca abandona y mucho menos apuesta por la destrucción de un medio. Recuérdalo siempre: por más acorralado que se vea un medio, el adversario es el Gobierno que crea las condiciones de imposibilidad, nunca el medio ni los periodistas”.
Pero hay un consejo mucho más importante, el que jamás evito y que valoro por encima de todos: el de mi conciencia. Ella me dice que los medios hay que preservarlos, mantenerlos en pie porque siempre nos recordarán un compromiso mayor. Aún aquellos cuyo contenido nos parece abyecto cumplen una función: mostrarán cómo la opinión pública pone a cada quien en su lugar. Probarán cómo opera la regulación del receptor, sin necesidad de censuras ni presiones.
Los gobiernos pasan y los medios quedan. Si hoy es cuesta arriba el trabajo, mañana se verá recompensado cuando la libertad permita que el periodismo sirva plenamente, sin mordazas, a la democracia. Eso fue lo que pensaron tantos periodistas quienes, durante las dictaduras del pasado, permanecieron en sus puestos esperando mejores tiempos, diciendo tres cosas en lugar de 10, pero sin dejar de decir esas tres. Y acertaron: luego, en la democracia, llegaron a ser exitosos y muy respetados hombres de medios que sirvieron al desarrollo de la nación y al sistema de libertades. Hoy los heredamos y ese es un compromiso ineludible en medio de la turbulencia. Si es verdad que nuestra primera lealtad es el público, a él hay que responder. Una vez un señor me paró en medio de la calle y me dijo: “El día en que no la vea en pantalla, hago mis maletas”. Es una responsabilidad. La gente sabe que, en mi caso, no hay caso: siempre haré lo que crea que debo hacer, así se oponga el planeta entero.
-¿Cree en la Globovisión de hoy?
-Sin fe no me muevo.
-Biografías es uno de los pocos espacios -si no el único- en la televisión nacional que se dedica a darle visibilidad a esos personajes que marcaron la historia nacional. ¿Cómo es el proceso de producción, la búsqueda de personajes, la documentación, las entrevistas?
-Biografías es un programa que busca preservar una memoria. Muchos de nuestros males son consecuencia directa de ignorar nuestro pasado, nuestros valores, la gente que nos precedió haciendo país y a cuya generosidad y entrega debemos lo bueno de entre nosotros, que aún respira en medio de este lodazal y pugna por rescatar al país que anhelamos.
Por no saber, hay gente que aún no se explica cómo es que nos metimos en este gran follón y permitimos el estropicio que está a punto de dejarnos sin país. La producción es sencilla, lo importante es escoger bien al personaje el cual, por cierto, no necesariamente tiene que haber fallecido. Hay muchísima gente valiosa que hace una tremenda labor en distintas áreas y que está escribiendo una historia ejemplar.
El perfil es importante. Luego seleccionamos las personas que pueden dar testimonio de esas vidas y nos esmeramos en recoger el mayor material fotográfico, audiovisual de que se disponga. A veces es complicado pues hay gente de la que no existe mayor archivo documental y es allí donde nos toca crearlo.
Hay que leer mucho para elaborar los guiones, hay que entrevistar mucha gente. No es cosa simple. Pero ya tenemos casi 12 años con el programa y pasan de 300 las biografías que constituyen patrimonio del canal. Es un espacio que da muchas satisfacciones, hemos ofrecido ratos muy emotivos a las familias y hemos podido unir a mucha gente. Una experiencia muy edificante.
-¿Cuáles son esos personajes que han marcado la historia nacional?
-Dicen que el venezolano más destacado en el exterior, después de Francisco de Miranda, fue el Cardenal Castillo Lara, quien fuera Gobernador de la Ciudad del Vaticano y Administrador de la Santa Sede. Él fustigó más al totalitarismo en los 10 años activo en Venezuela que toda la disidencia junta en el doble del tiempo. Es difícil calibrar a los personajes de la manera en que lo pregunta, pues depende de épocas, de áreas de desempeño, de proyección de su trabajo y su legado.
En la Venezuela democrática no hay duda de que Rómulo Betancourt y Rafael Caldera fueron pivotes del sistema democrático. En la ciencia tuvimos a Convit. Nuestros deportistas han sido estandartes y los artistas que tenemos se pierden de vista. Poetas como Andrés Eloy y escritores como Gallegos serán referencia para cada generación. Más hacia atrás, poca gente sabe, por ejemplo, que el Mariscal Sucre fue el precursor del Derecho Humanitario en el mundo, o que Arnoldo Gabaldón erradicó la malaria con dos lochas y a lomo de burro recorriendo el país. Tenemos un icono de unidad nacional que es José Gregorio Hernández. Ídolos como Luis Aparicio y Andrés Galarraga. Hasta en “haberes” somos una potencia. Dios quiera que nos rescatemos.
-¿Cuál es el personaje que quisiera entrevistar y que hasta ahora no ha podido contactar, o tener en Biografías?
-Sin la menor duda, el Papa.
-¿Qué le falta por hacer?
-Todo lo que no he hecho, cosa que ni uno mismo sabe porque la vida te va apuntando a las oportunidades.
-En resumidas cuentas, ¿ser periodista significa...?
-Más que nunca, estar en las trincheras.

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