lunes, 15 de junio de 2015

Volver a comenzar

El Carabobeño
¡Hasta cuándo!
Volver a comenzar
Pablo Aure
@pabloaure
Durante los últimos años he querido entender qué es lo que nos pasa en Venezuela, y les confieso sentir una gran indiferencia de la mayoría, derivada, sobre todo, de la falta de educación. Con vergüenza debo decir que los venezolanos en su gran mayoría tenemos una visión cortoplacista de las cosas. Hablamos de libertad sin conocer su contenido. Hoy trataré de dibujar dos escenarios. Uno actual y otro al que podemos llegar. 
El realista.-
La gente en Venezuela está como a la espera de que ocurra algo. Lean bien: “de que ocurra algo”. A pesar de ser incierta la salida, es mentira que el pueblo se está acostumbrado a hacer colas y largos recorridos por un sinnúmero de establecimientos para encontrar alimentos, medicamentos, productos de limpieza, y lo que sea. 
Los informes sobre la situación económica del país son aterradores. Pienso que los ojos del mundo nos observan como un fenómeno tipo Zimbabwe, país en que la moneda oficial es el dólar (nada que ver con el americano) y donde ya existen billetes hasta de trillones de dólares. La semana pasada circuló la información que nos decía que  175 trillones de esos dólares equivalen a 5 dólares estadounidenses. Amigos, ese es el camino que ha escogido esta revolución de pacotilla que tenemos.
Esa es la Venezuela que tenemos. Nadie invierte porque sería una locura: no existe seguridad jurídica. Mientras no ingresen dólares estadounidenses, seguiremos hundiéndonos. Habrá bolívares. Esos nunca se acabarán y, menos, si a cada rato se mandan a imprimir. El gobierno tiene la máquina de imprimirlos a millón, igual que en Zimbabwe.
El optimista.-
La situación arriba descrita es auténtica, no es imaginación, y es producto de la improvisación e ineptitud de quienes hoy detentan el poder. Lo cual no significa que el régimen caerá. Cada día podemos ser más pobres y, sin embargo, el régimen permanecerá. Los cambios en los regímenes totalitarios los provocan los pueblos cuando son conducidos por líderes con carisma y con influencia en los distintos sectores. Aquí también deben leer bien: “en los distintos sectores”: ¡civiles y militares! No tengo dudas de que esos líderes los tenemos, pero desarticulados. Ojo, no hablo de golpe de Estado. Me refiero a sembrar conciencia de cambio. No tengo dudas de que militares y civiles entienden muy bien a lo que me refiero.  Cuando se produzca esa articulación entre factores de poder enderezaremos el rumbo de esta barca que va al garete.  Esa es la transición a la que debemos apostar: en paz y con cordura. Que esos factores hagan, por ahora, presión para fijar la fecha de las parlamentarias y que garanticen su transparencia. 
No se trata de perdonar, tampoco de buscar venganza o de hacer justicia. Todas esas expresiones pudiéramos utilizarlas, pero ese no es el punto. Hoy se impone quitar el retrovisor. Nada lograremos almacenando rencores. De lo que se trata es de comenzar de nuevo.
Sé que hay muchas heridas y quizá demasiado resentimiento. Pensemos que hemos vivido una guerra y que los muertos no los podemos revivir. Nuestro propósito debemos enfocarlo en la construcción de nuevos espacios y de un mejor escenario para las generaciones futuras. 

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