¡Hasta cuándo!
El sueño dorado de la transición
Nuevamente de regreso a la realidad. Se acabaron las vacaciones. Esa es, lamentablemente, nuestra idiosincrasia en Venezuela. Protestamos de lunes a viernes y en horario de oficina, pero suspendemos las manifestaciones en épocas festivas. El año pasado fue la excepción. Este año no ha sido igual al anterior, no porque no existan motivos para hacerlo, sino por temor a la represión, y en algunos casos -¿por qué no decirlo?- por el desencanto y la desesperanza en ese tipo de acciones.
Ahora de nuevo nos enfrentamos al día a día. Es ver cómo la gente subsiste, de qué manera estira el salario, y cómo hará para encontrar los alimentos. Esa es la cruda realidad. Ese estado de angustia permanente es el que hace que pocos piensen en eventos electorales, los cuales pasan a un segundo plano mientras las necesidades inmediatas no estén satisfechas.
Decreto Obama y la guerra económica
El régimen perdió la batalla contra la guerra económica, porque sencillamente nunca existió. Fue una excusa más para justificar el desastre nacional. Nadie se comió el cuento de esa fulana guerra.
El tema del decreto Obama y su repercusión nacional ya se le está agotando también, y miren que Maduro le ha sacado provecho. Pienso que esa cantaleta le durará hasta la Cumbre de las Américas que se celebrará en Panamá este fin de semana. Irá con carretillas llenas de firmas para presentarse como la víctima del imperio; no sé de qué tamaño será el show, pero de acuerdo a la agenda de la Cumbre ese asunto no estará incluido. La Cumbre analizará cuestiones de vital importancia para los países miembros de la OEA, como son salud, seguridad, gobernabilidad democrática y participación ciudadana; que por cierto en todos esos puntos la gestión de Maduro está reprobada.
Ahora sí: al borde del colapso
Cierto que desde hace mucho tiempo hemos dicho que la situación en nuestro país es insostenible, lo cual ratificamos. No hay duda de ello. El régimen apela a la represión y a las amenazas frente a toda forma de oposición. Pero llegará el momento en que esos métodos sean ineficaces. Un pueblo pobre y amenazado en cualquier momento puede despertar. Aquí, a diferencia de Cuba, muchos son los que reciben dádivas del gobierno. Esas dádivas cada vez son menores y el pueblo las reclama. “La revolución” no enseñó a nadie a ser revolucionario, aquí lo que hubo fue una deliberada mala educación. El facilismo, vivir de la limosna y la represión han sido factores determinantes para que se sostenga un régimen que ha devastado la nación. Frente a este panorama debemos decir que, reconocidos economistas pronostican para las próximas semanas un estrepitoso colapso económico, ellos aseguran que será imposible mantener la dualidad cambiara con esa abismal diferencia de 190 bolívares por dólar. Los anaqueles se vaciarán y no habrá posibilidad de reponer los inventarios. El pueblo buscará alimentos y no los encontrará.
Maduro o su inminente sucesor, inevitablemente estará condenado a desmontar el control de cambio y tendrá que recurrir al Fondo Monetario Internacional.
Negociación y transición
La creencia de que el decreto Obama no fue casual, cada vez es mayor. Quizá los que no aprecien la política en su justa dimensión piensen que Obama hizo malos cálculos porque oxigenó a Maduro. Nada es casual, el decreto fue una jugada maestra. No debemos olvidar que Cuba y EE UU están sentados a la mesa de negociación. La semana pasada Rafael Poleo se hizo una pregunta que pocos se han hecho: ¿qué tiene que ofrecerle Cuba a EE UU? Amigos, nada tiene que ofrecer, solo cuenta con Venezuela para entregarla en sus negociaciones. El decreto se produce al poco tiempo del inicio de las conversaciones, así que no lo descarten como instrumento para negociar. ¿Negociar qué? Aunque les sorprenda, pueden estar negociando la transición en Venezuela. Es una manera de garantizar cómodamente la permanencia en el poder de los hermanos Castro hasta que mueran, y al mismo tiempo, aprovechar para abrir la puerta a una salida electoral en Venezuela. Pero nada de eso es gratis, el acuerdo conllevaría garantizarle a los que han saqueado y destruido nuestro país que no sean perseguidos, al menos en Estados Unidos.
Los capitostes del régimen no deben ver con malos ojos una transición que les permita disfrutar lo que se han robado, al fin y al cabo, jamás podrían hacerlo fuera de Venezuela. Parecerá una paradoja pero es factible que militares (y civiles) “revolucionarios” puedan ver hecho realidad aquel sueño dorado que tuvieron cuando se alistaron en las intentonas golpistas del año 1992.
@pabloaure
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