¡Hasta cuándo!
Desde la clandestinidad
Foto archivo El Carabobeño.
Es
terrible escribir desde la clandestinidad. Cuando decidí salir del
recinto universitario donde me mantuve durante una semana (día y noche
en el despacho de la Secretaría) lo hice para salvaguardar la integridad
física de mis compañeros de trabajo, de los alumnos que me acompañaron
en todo momento, así como para proteger las instalaciones del rectorado,
pues nos llegaron informes de que brigadas de choque entrarían a
intentar secuestrarme.
Recordemos
esto: contra mí no existe ninguna orden de captura que se conozca,
emitida por un juez, como lo ordena el estamento jurídico.
Hemos
intentado conocer si existe un expediente para poder ejercer el derecho
a la defensa, pero tampoco ha sido posible. Solo el Sebin y
Policarabobo reciben órdenes de detenerme, y los funcionarios han
intentado materializarlo. No sé cuánto tiempo siga este acoso, ni cuánto
falta para que me encuentren. Ellos cuentan con toda la logística para
localizarme, pero solo se limitan a pasar por mi casa, prender las
cocteleras de las patrullas, y, de vez en cuando, tocar las sirenas,
como para hacerle saber a mi familia que no se han olvidado de mí. Si
eso no es sembrarle terror a mi familia y a mis vecinos, por favor:
explíquenme qué calificativo darle. Ellos saben muy bien que tengo casi
cuatro semanas fuera de mi hogar. Sin embargo, no los odio, no siento
rencor, porque creo en Dios y tarde o temprano resplandecerá la verdad.
Desde Galileo
Los
que hoy están en el gobierno, al parecer han olvidado que la tierra se
mueve. Quizá quienes en este momento me persiguen, mañana pudieran ser
perseguidos. Lamento que en esas acciones, deshonestas, arbitrarias,
despiadadas y basadas en la mentira, se hayan involucrado personas que
pensé eran serias o, al menos, sensatas. Pero qué va: no se equivocan
los que dicen: “por la plata baila el mono” ¡Cuánto hay pa’eso y punto!
Algo en defensa de los verdaderos monos: ellos son nobles y leales.
En
fin, quieren que me calle. Amigos, eso será muy difícil para mí. Es
imposible guardar silencio ante tanta injusticia. No pudo hacerlo ni
Giordani. Quizá los organismos de seguridad me encuentren pronto, si es
que acaso no me les presento en algún lugar; no para desafiarlos, sino
para decirles ¡aquí estoy! El día que me esposen (si es que
arbitrariamente lo hacen) o me lleven a un juicio, que sin lugar a dudas
sería fabricado en los burdeles de la mentira, les diré como Galileo
Galilei: “eppur si muove”
No es valentía sino racionalidad
Ustedes
me conocen, siempre he dado la pelea, voy de frente. Pero en estos
momentos no es cuestión de valentía sino de inteligencia. Mientras que
voceros de la jurisdicción penal (no representantes del partido de
gobierno, aunque suelen confundirse) no aclaren los motivos de mi
persecución y expliquen cuál es el expediente por el cual me quieren
detenido, sería un salto al vacío comparecer ante los órganos policiales
para atender una citación que me fue entregada de manera irregular en
la sede del rectorado hace 19 días. Acudir a ciegas es conculcárseme el
derecho a la defensa. Y por otra parte, si me capturan en la calle, ya
saben que me estarán sometiendo a un secuestro.
Pues
bien, hoy se cumplen 19 días de acoso, de persecución y de amenazas. Mi
familia es seguida las 24 horas del día por organismos policiales.
Dicen que es para protegerlos de los colectivos, porque supuestamente mi
familia se ha convertido en objetivo. Les digo, ellos (los voceros del
gobierno y el Sebin) fueron quienes la colocaron en esa posición de
“objetivos”.
He
estado retirado de mi hogar y del calor de las calles valencianas y
carabobeñas. Por algunas vías y sigilosamente me han hecho
llegar documentos de la Universidad de Carabobo que requieren mi firma.
No se ha paralizado el trabajo en el Despacho del Secretario, pues el
daño que me ha ocasionado el régimen no puede sacrificar al de miles de
estudiantes, cientos de profesores y trabajadores de nuestra alma mater
que requieren trámites y que, de acuerdo con la Ley, el Secretario debe
certificar. Lo he venido haciendo.
A
mis amigos les pido comprensión en esta difícil situación. A mis
compañeros de trabajo, resistencia; a quienes simpatizan con mis ideales
y a los que me adversan, solo debo decirles que Pablo Aure es un
demócrata a carta cabal, que no cree en los atajos, y que su principal
aspiración es ver un país donde todos tengan igualdad de oportunidades;
que no se discrimine al ciudadano por su militancia política, ni mucho
menos por sus expresiones escritas o habladas cualesquiera que estas
sean.
Con
mi familia he conversado muchísimo y he recibido consejos encontrados.
Pero ellos están resteados con lo que estoy haciendo. Fue el camino que
escogí transitar, y que nadie me obligó a tomar. Hacer lo contrario sí
sería una imposición.
Venezuela es de todos
Les
confesaré algo: no han sido pocos los que me han dicho que abandone el
país, como lo ha hecho mucha gente en los últimos años y durante otras
dictaduras. No lo hago por numerosas razones, entre ellas: mi
conciencia, cual ancla pesada impide que me separe de mi patria. Otra,
moriría de tristeza alejado de mi tierra que tantas cosas bellas nos ha
dado: amigos, una familia, mi formación, en fin, todo lo que soy. Sería
renunciar a seguir luchando por un país en el que deseo vivir y
construir. Mi fortuna son mis principios que me enseñaron en mi hogar y
los que con especial empeño trato de transmitirles a mis hijos y a mis
alumnos.
Estoy
enfrentando una situación difícil, no se los niego. Siento temor del
solo pensar poder sucumbir ante las amenazas. El presente y el futuro,
mis principios y la realidad se enfrentan y golpean a mi pecho como dos
gladiadores.
Inspirado
en el legado de Fermín Toro, luego del fusilamiento del Congreso en el
año 1848, hoy les digo a quienes me adversan y quieren verme tras las
rejas, o en el exilio esto: “... Decidle al General Monagas que mi
cadáver podrán llevarlo, pero que Fermín Toro no se prostituye...”;.
Señores representantes del gobierno regional y nacional: Pablo Aure
tampoco se prostituye. ¡Que viva Venezuela!
A mis colegas abogados
Hoy
se conmemora el Día del Abogado en Venezuela. Algunos lo celebran y
otros lo lloran. Permítanme decirles que la abogacía no está simbolizada
por las togas que visten algunos magistrados y fiscales en nuestro
país. Ser abogado no es cumplir órdenes injustas de nadie. El abogado
debe luchar por la justicia y jamás estar sometido a directrices que
intentan silenciar voces disonantes para el régimen de turno.
La
labor de un abogado en la Venezuela de hoy probablemente está limitada.
No hay garantías para ejercer libremente el derecho. Colegas, eso es
hoy, no podemos resignarnos a creer que eso siempre será así. Creo y
tengo fe que el sistema cambiará, pero no quedándonos de brazos
cruzados, sino haciendo fuerza con la perseverancia para tener un
verdadero Poder Judicial al servicio de la justicia y no de un bufete
del alto gobierno. Esa es la auténtica realidad. Frente a esta
descomposición del sistema judicial, no nos queda otra que seguir
inculcando principios y valores en nuestras aulas de clases. Son ellos,
los alumnos de hoy, y profesionales del mañana, a quienes les
corresponderá la misión de restaurar el estado de Derecho en Venezuela.
Para
finalizar, recordaré a Piero Calamandrei, quien fue jurista, político y
periodista italiano, cuando dijo “Para encontrar la justicia es
necesario serle fiel: como todas las divinidades, se manifiesta
solamente a quien cree en ella”. Vamos abogados: convirtámonos en fieles
defensores de la justicia. Seámosle fieles para que se nos presente.
¡Apretado abrazo y siéntanse orgullosos de ser abogados!
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