El Carabobeño
Hoy y Después en Valencia
Alfredo Fermín
afermin@el-carabobeno.com
afermin@el-carabobeno.com
Los abogados dicen que a confesión de parte relevo de pruebas, por lo
cual no hay que ser un experto jurisconsulto para llegar a la
conclusión de que el presidente Nicolás Maduro está violando la
Constitución de la República cuando afirma que a él no le importa que
lo llamen dictador. Lo afirma por su empeño en silenciar a los medios
de comunicación social y por negarle las divisas al empresariado con el
argumento de que el dinero de todos los venezolanos, que él administra
como le da su gana, no es para “la burguesía parasitaria”.
Dicen que este presidente es un hombre muy torpe y debe serlo cuando
se olvida de que siendo Venezuela un país democrático no puede estar
gobernado por quien se da el lujo de actuar de manera antidemocrática,
sin importarle que lo llamen dictador. Es lógico que quien no se preparó
para ejercer la Presidencia de la República porque la recibió como
regalo de un moribundo, ignore que la Constitución lo obliga a dar
cumplimiento a los principios, derechos y deberes reconocidos y
consagrados por ella.
Cuando escuchamos a Maduro diciendo que a él no le importa que lo
llamen dictador, sentimos como pena ajena porque es posible que ni
siquiera la primera combatiente, que presidió la Asamblea Nacional, le
haya dicho que él no puede decir eso porque el Estado venezolano tiene
como fines esenciales la defensa y el desarrollo de la persona y el
respeto a su dignidad y el ejercicio democrático de la voluntad popular,
a la que él desconoce e insulta, porque la mayoría de los venezolanos
no creemos en la sarta de disparates que dice cada vez que se pone al
frente de un micrófono.
Lo que sí tiene claro Maduro es que una de sus responsabilidades es
poner en práctica el fascismo, siguiendo la receta de acusar de
fascistas a sus opositores, contra los cuales ha desatado una
agresividad irreflexiva, utilizando los organismos de represión y la
desinformación para lograr adhesión. Es lo que hemos visto en los
últimos días.
Maduro es sincero cuando dice que a él no le importa que lo llamen
dictador. De otra forma jamás habría ordenado la censura de prensa que
existe en Venezuela como si estuviésemos en un Estado de Excepción, para
lo cual necesitaba un decreto aprobado en consejo de ministros, que
debía ser remitido a la Asamblea Nacional y luego a la Sala
Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia para certificar la
constitucionalidad o no del decreto. En un gobierno como éste todos los
organismos le habrían dado el visto bueno. Lo cierto es que no se hizo
ni siquiera para guardar las apariencias.
La censura a los medios viene desde tiempos de Chávez y se acentuó en
el presente gobierno, suspendiéndole las divisas a los medios impresos
con la finalidad de hacerlos desaparecer. Ya El Nacional está circulando
con un cuerpo y, diversos impresos han dejado de circular porque
agotaron las reservas de papel e insumos que tenían.
El golpe mortal a la libertad de expresión lo dio Maduro el 12 de
febrero cuando prohibió a los medios radioeléctricos informar sobre las
protestas que se cumplían en todo el país rechazando a su gobierno. Como
en la película Titanic, el país se hundía mientras los músicos tocaban
la odiosa pieza Venezuela (no por el nombre sino porque es uno de los
símbolos de un gobierno fascista) en La Victoria, desde donde Maduro
pretendía hacerle creer al país que toda marchaba bien. La procesión iba
por dentro, mientras Diosdado Cabello sonreía con nerviosismo, porque
el tiempo se ha alargado demasiado para apoderarse de lo que él
considera que le pertenece, avalado por los cuarteles.
Son tantas las torpezas de Maduro que en cadena nacional reconoció
que fue él quien dio la orden de sacar del aire al canal de noticias
colombiano NTN24 porque estaba transmitiendo informaciones que afectan a
su gobierno. Una torpeza que no cometería ni siquiera un jefe civil que
sabe que ni en los Estados de Excepción puede restringirse el derecho a
la información, que es un derecho humano según el artículo 337 de la
mejor Constitución del mundo, como se ufanaba Hugo Chávez.
No tenemos la menor duda de que en los actos de violencia que se han
producido en esta ciudad en los últimos días, el Gobierno tiene
responsabilidades. El miércoles, cuando se registraron los sucesos en el
distribuidor El Trigal, tuvimos que desembarcarnos de un taxi y caminar
hasta el centro comercial Trigal Sur. En ese recorrido, pasadas las 2
de la tarde, vimos que un grupo de hombres regaba gasolina y encendía
palmeras secas y cauchos.
Aquella gente tenía pinta de todo menos de estudiantes. Incluso
reconocimos a uno que trabaja o trabajaba en la gobernación y hasta nos
saludó para pedirnos que le diéramos la botellita de agua que llevábamos
en la mano, como en efecto lo hicimos.
Por este detalle, también nos dio pena ajena cuando vimos al ex
irreverente dirigente estudiantil Julio Rivas afirmando que fue el
profesor Pablo Aure quien desvió la manifestación del miércoles a El
Trigal. ¡Muchacho! Si continúas dejándote manipular, una sombra muy
pronto serás.
El Contubernio
La recomendación también va para quienes están empeñados en,
presuntamente, hacer justicia con Enzo Scarano, alcalde de San Diego, y
con Pablo Aure, secretario de la Universidad de Carabobo. Quienes no
somos políticos, pero conocemos el monstruo porque hemos estado adentro
durante más de 40 años, consideramos que la desconcertante alianza con
el Gobierno, que no es ni ética ni políticamente correcta, tiene por
finalidad lograr la inhabilitación de Scarano, para que no aspire a la
gobernación, y de Aure, para que no se presente como candidato a rector.
Mucho cuidado con este contubernio. Los aliados de hoy pueden ser los
perseguidos de mañana. El chavismo tarda pero cobra en el momento
oportuno. Edgardo Parra es un ejemplo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario