lunes, 9 de septiembre de 2013

Indignados pero anestesiados

¡Hasta cuándo!
Indignados pero anestesiados
(Foto Andrews Abreu)
Pablo Aure
@pabloaure

¿Quién puede negar que Venezuela está sumida en una profunda crisis, en todos los sentidos?
Muchas veces nos preguntamos el por qué de la falta de una reacción proporcional frente a tantos desafueros gubernamentales, o el porqué de la pasividad en el reclamo al respeto de nuestros derechos. ¿En qué nos diferenciamos de los pueblos de otros países que con coraje y valentía se atreven a desafiar regímenes abusivos de sus derechos? ¿En realidad le hacemos honor a nuestro himno nacional? ¿Somos en verdad un bravo pueblo?
Los servicios públicos son un total caos. En Venezuela nada que esté dirigido o administrado por el gobierno funciona. No hay confianza en las instituciones porque no actúan sino en favor del régimen cuando las requiere para perpetrar cualquier fechoría.
Los problemas se solapan entre si. Ya nadie habla de la contaminación del agua, sino de la escasez; ya los apagones los percibimos como algo normal. No reaccionamos. De los presos políticos, de vez en cuando los mencionamos. De la jueza Afiuni, con todo y que la liberaron, poco recordamos su tragedia, ni siquiera sabemos si hubo o no hubo juicio. Nuestra pasividad ha permitido que Iván Simonovis se enferme y agrave cada vez más en prisión. Se nos olvidó Franklin Brito, otro mártir de estos tiempos infames. Quién se acuerda del maletín de Antonini Wilson, o del alijo de cocaína que llevaba el avión que despegó de una base militar venezolana y fue incautado en Falcón con más de una tonelada de droga, o del otro narcoavión que despegó del aeropuerto Arturo Michelena de Valencia y fue interceptado en la Gran Canaria de España con tonelada y media de cocaína.
Desconcertados
Estamos ahogados en problemas, pero desviamos la mirada hacia otro lado. Es decir, pareciera que los problemas pasan de moda: hay que hablar solo del que está en el tapete. Quizá como mecanismo de defensa actuamos así. No sé si es por comodidad, o de repente que al sentirnos solos y desamparados preferimos pasar agachados o hacernos los locos. En verdad, estamos desconcertados.
Constantemente caemos en la trampa del régimen y enfocamos la mirada hacia donde no debemos mirar. En efecto, no son pocas las veces que nos desviamos hacia inventos, mentiras o tonterías gubernamentales. No hay comida ni papel sanitario en los supermercados, pero nos distraemos con un supuesto plan magnicida.
El gobierno evade la confrontación de los desbarajustes internos que lo aquejan, porque si los confronta sería aceptar su ineficacia, y he allí la excusa del saboteo golpista y del magnicidio. Jamás vemos las pruebas de esos saboteos. Pasan los días y nos olvidamos de esas alocadas acusaciones gubernamentales.
Aquí nos matan, o nos atracan a cada rato, y no obstante nos entretenemos en asuntos de otros países. Cierto, lo de Siria es preocupante, es verdad, pero primero mi país, mi pueblo, mis hermanos y luego miremos hacia afuera. No es egoísmo, es actuar con sentido lógico y pragmático.
Lo importante nos aburre
No podemos cambiar todas las semanas los temas que afectan a la sociedad. Todas las bocas deben permanecer denunciantes de lo que nos perturba. Pareciera que nos aburrimos de los asuntos importantes, como que si lo nuevo fuera derogatorio de lo anterior. Somos un país que todos los días produce 3 millones de barriles de petróleo, o sea, 300 millones de dólares al día, y no tenemos ni siquiera papel sanitario, ni luz, ni leche, ni medicamentos, ni seguridad, y pare usted de contar. Esto nos induce necesariamente a que debemos estar indignados aunque nos traguemos esa indignación y no la exterioricemos.
Tic tac...
Aunque parezcamos repetitivos, estoy convencido de que mientras más represen las libertades, en algún momento explotará la gente; así es el comportamiento general a través de la historia.
Estamos indignados pero no reaccionamos. No tengo dudas de que habrá un despertar, no porque de la noche a la mañana tengamos una visión distinta de país, sino porque el colapso será de tal tamaño que los que hoy sostienen este disfraz gubernamental se alcen, se rebelen y no obedezcan la voz de alto. Si la luz, o el papel sanitario no parece hacerle falta a muchos, sin la comida no podrán estar inertes, y en cualquier momento saldrán a buscarla y cuando no la encuentren se armará la de San Quintín.
La salud, otro detonante
La medicina privada ha venido supliendo a la pública. La gente (que puede pagar) recurre a las clínicas porque el servicio en los hospitales es deficiente. El gobierno lo sabe y no sabemos por qué razón prefiere contratar millonarias pólizas de seguro en lugar de invertir para recuperar y dotar de insumos a los centros hospitalarios.
Si no existieran las clínicas probablemente ya se hubiera producido una reacción. Por ahora, inquietos pero atendidos. Conversando sobre ese tema algunos médicos me han dicho que no saben hasta cuándo podrán soportar la arremetida gubernamental. Todos los equipos e insumos tienen un costo en dólares, ya que son importados. Las grandes clínicas han podido subsistir porque se apertrecharon en algún momento, pero no podrán reponer el material al precio actual, y mucho menos sobre la base de lo que el gobierno les obliga a cobrar por ciertas intervenciones.
Más de la mitad de la población venezolana recurre a la medicina privada, que según directivos de clínicas a principios del próximo año se evidenciará el colapso debido a la enorme escasez de materiales.
Actualmente hay fallas en los suministros de material médico quirúrgico. Me explican que algo tan sencillo como un dren de látex a veces han tenido que fabricarlo usando un guante estéril porque no lo hay. Me dicen que por la escasez de los insumos estamos retrocediendo a los años 70, cuando todo era cirugía abierta, ya que resulta imposible ejecutar la cirugía menos invasiva porque los materiales que se utilizan son más costosos y no los hay.
El progreso y desarrollo nos ha llevado a la cirugía laparoscópica, pero como todos los insumos para hacerla son importados (y a dólar negro) de no haber una corrección retrocederemos a la cirugía tradicional.
Con los anestésicos pasa lo mismo ya que productos que tuvieron su época y que fueron reemplazados por otros que hacen que la intervención sea más segura para el paciente, hoy son difíciles de conseguir y posiblemente los anestesiólogos de nuevo vuelvan a dar la anestesia de los años 70. La crisis ultra severa de la salud en el sector público y las regulaciones gubernamentales hacia el servicio médico privado provocará indefectiblemente el colapso de la atención médica privada en el país.
Y aparte del riesgo que significa que las clínicas puedan cerrar sus puertas debido a la baja en los ingresos, por ejemplo, acá en Valencia en la Guerra Méndez como en La Viña están en peligro de perder su empleo de manera directa alrededor de 2 mil trabajadores sin contar los indirectos que pueden ser cinco veces más, ya que allí entran casas médicas o compañías farmacéuticas, entre otras.
Ya verán ir desapareciendo las clínicas chiquitas y poco a poco las grandes, y como siempre, los primeros afectados serán los pobres.
Escríbanlo: serán ellos quienes motivarán la reacción cuando no haya clínicas y el régimen no tenga a quien echarle la culpa de su ineptitud.

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