sábado, 24 de agosto de 2013

Si les amordazan, nos están amordazando a todos




Si les amordazan, nos están amordazando a todos



Manuel Barreto Hernaizbarretom2@yahoo.com

“Una prensa libre puede ser buena o mala, pero sin libertad, la prensa nunca será otra cosa que mala”. Albert Camus

Acá en nuestro país, donde una trasnochada Nomenklatura sueña con desterrar la verdad y que la retórica retorcida, vetusta y decimonónica sea pregonada impúdicamente, por supuesto que el “Ciudadano” Leopoldo Castillo tenía que irse con su civismo a otras latitudes, sin duda que el “Radar de los Barrios” de Chúo Torrealba tenía que ser dinamitado y por supuesto que Ana Karina Villalba ya molestaba, pues tocaba más allá del fondo, como también era insostenible sostener aquel “Yo Prometo” de la incisiva Nitu Pérez Osuna... o tal como lo menciona Roberto Giusti al presentar su renuncia: “...Solo me debo a la audiencia, a los receptores, a quienes creen en mi honestidad profesional, (que para mí son los únicos dueños del canal) les presento mi renuncia a partir de hoy porque en Globovisión no están dadas las circunstancias para hacer un periodismo libre...” 
Es que acá, en nuestro país, la hegemonía comunicacional se está imponiendo sin miramiento ni consideración alguna. No le basta al régimen con las sopotocientas emisoras comunitarias, con innumerables canales de TV o con la despiadada arremetida administrativa y judicial contra cualquier medio que no le sea genuflexo o que no se “autocensure”. Ya resulta un lugar común que el régimen adjudique a los medios de información y a los periodistas, culpas inexistentes. Jueces con poca visión exigen que los periodistas divulguen fuentes que deben permanecer en reserva. Funcionarios parcializados hasta lo dogmático niegan a los ciudadanos acceso a la información pública... pues es mucho lo que se quiere ocultar. 
Hace pocos días, César Miguel Rondón  comentaba acá en Valencia que el régimen ejecuta un proceso de asfixia contra los medios de comunicación social y contra los periodistas, con la finalidad de que cada vez hayan menos espacios donde ejercer el periodismo independiente, para que al final quede una sola voz: la del régimen. Así las cosas, no nos queda ninguna duda que actualmente resulta muy peligroso el ejercicio del periodismo, en virtud que la verdadera esencia de esa profesión consiste en indagar, descubrir y dar a conocer información que el gobierno no desea que se publique, por aquello que escuchamos en cierta ocasión, el periodismo es brindar un punto de vista que alguien se esmera en ocultar. 
El periodismo cumple la función de fortalecer el control de la ciudadanía sobre la gestión de sus “representantes” en el ejercicio del poder. La esencia de un medio de comunicación es contener los desafueros del poder. Por eso se dice que un medio debe ser independiente y autónomo para tener esa función contralora. Atacar, agraviar, limitar al periodismo, es oscurecer la poca luminosidad que puede quedar en el país, y resulta ser un elemento típico de los regímenes totalitarios. Cuando un comunicador social se aproxima a la verdad, de inmediato se le conmina al silencio, luego le siguen los improperios y amenazas, hasta llegar a las fases propias de un Estado totalitario...; por tal razón, los periodistas tienen que andar con sumo cuidado cada vez que escriben, o estar dispuestos a pagar las consecuencias. 
Pero este asunto tan delicado de la libertad de expresión no solo debe ser abordado por los periodistas y los dueños de los medios. Esto nos atañe a todos los ciudadanos puesto que la libertad de expresión es un derecho individual de toda persona, pero también es, en su dimensión social, un medio indispensable para que la comunidad, a la hora de ejercer sus opciones, esté suficientemente informada. Se hace menester entonces recordar que no hay personas ni sociedades libres sin libertad de expresión y que el ejercicio de ésta no es una concesión de las autoridades; es un derecho inalienable del ciudadano. Toda persona tiene el derecho a buscar y recibir información, expresar opiniones y divulgarlas libremente. 
Ningún régimen puede restringir o negar estos derechos, pues la libertad de expresión es un bien único y esencial en las sociedades libres; es el pilar que sostiene otras libertades. Por tanto, impedir cualquier tipo de restricción a la libertad de expresión, debe ser una prioridad de todos los ciudadanos que deseen una Nación más sólida y más plural. Esto no es un asunto que tan solo debe concernirle a los periodistas y a los dueños de los medios, en virtud  que la libertad de información no es sólo la libertad de leer uno u otro periódico, o de escuchar tal o cual emisora, sino del propio acceso a la información. Luego, es responsabilidad de todos preservarla, pues si callan a los medios y a los periodistas, nos están callando a todos. Si les amordazan, nos están amordazando a todos, pues sus palabras son nuestras palabras; y la libertad con la cual puedan expresarse, será la garantía de nuestro derecho a estar informados, en virtud de que nadie puede defender lo que desconoce ni combatir aquello que ignora.

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