lunes, 13 de mayo de 2013

Detrás del baquiano


¡Hasta cuándo!
Detrás del baquiano
 Pablo Aure  
@pabloaure
Si Nicolás Maduro fuera una persona sensata, en lugar de haber celebrado su escogencia como candidato sucesor, debió recibir la herencia “a beneficio de inventario”, ya que los acreedores están desesperados, factura en mano, jugándose el todo por el todo, para cobrar lo que el régimen ha venido ofreciendo a lo largo de estos años. 
Desde luego, pedirle sensatez es como mucho. Sabemos que él ejecuta un plan foráneo y por esa razón lo tenemos montado de manera fraudulenta en Miraflores como marioneta de los hermanos Castro. 
Es un secreto a voces que a Maduro se le está haciendo tarde en su desespero de permanecer ilegítimamente en una silla que no le pertenece. Se le enredó el papagayo. 
La tenacidad y sagacidad de Capriles lo tiene contra la pared y no es que solamente le ha impuesto la agenda dentro de Venezuela, sino que también lo ha puesto a viajar del timbo al tambo intentando comprar dignidades en el exterior. Ahora el soborno es mucho mayor y la chequera poco fondo tiene.  
El régimen castrocomunista se encuentra prácticamente en un callejón sin salida, porque se ha dado cuenta que le conviene un Nicolás calladito. Y parece que se ha desbocado y no está haciendo mucho caso. En el ámbito internacional es el “hazme reír” de la opinión política y diplomática. Justo el sábado un editorial de El País de España lo ridiculiza. Por eso no es descabellada la idea de que el régimen cubano -que es el verdadero gobernante en Venezuela- esté pensando seriamente en su negociación. Me explico. Acelerar su derrumbe pero asegurándose que colocarán a alguien menos expresivo verbalmente. Que cumpla al pie de la letra con el libreto. Y para los cubanos, si es mudo mejor. 
A los Castro poco le importa el sufrimiento del venezolano. Les interesa su supervivencia, y con Maduro la mantequilla está a punto de acabársele. Por eso jugarán a sacarlo de Miraflores lo más rápido posible, siempre y cuando consigan sobre la marcha a un sustituto que le garantice seguir recibiendo el multimillonario subsidio venezolano. Si los cubanos no lo sacan, correrán el riesgo de perder Miraflores, y con ello, todo lo que reciben de dádiva petrolera. La cuestión no está fácil para los Castro, porque el segundo de abordo, que es Diosdado, no les agrada, que también está haciendo lo propio para que Maduro dure lo menos posible en Miraflores. 
La constancia de Capriles
Los cubanos subestimaron el surgimiento en Venezuela de un gigantesco líder. Quizá creyeron que se robarían las elecciones y que Henrique Capriles se quedaría tranquilo con su gobernación. Que no iba a seguir recorriendo el país desnudando las mentiras y trampas que Nicolás Maduro y su entorno han argüido. 
Henrique Capriles ausculta el sentir popular y lo expresa con meridiana soltura y propiedad en todos los rincones de Venezuela. Sabe que el régimen se desploma como un castillo de naipes. Está convencido de prontas elecciones, las cuales ganaría de calle así los centros de votación los pongan en Miraflores o en todos los cuarteles del país. 
La inflación, el desabastecimiento, la inseguridad y el latrocinio, son las banderas de lo que queda de la llamada “revolución”. 
Los venezolanos no debemos descarrilarnos y abandonar los lineamientos del líder. Si queremos salir de esta pesadilla de gobierno y enrumbarnos hacia una Venezuela del progreso, no es el momento de abandonar al baquiano. Se impone la unidad y la coherencia. 
Capriles y las universidades
Hay un refrán popular que dice: “detrás del baquiano aunque me pierda”. Hoy tenemos un baquiano y no cabe duda que así lo entiende el mundo entero. 
Capriles ha hecho unas recomendaciones al sector universitario en el sentido de no paralizar las actividades: “No permitamos que el Gobierno logre lo que quiere, parar las actividades. Demos una demostración contundente de que aquí lo que queremos es clase, formación, educación para todos los venezolanos”  
Ha dicho con suficiente propiedad que si vamos a paro indefinido caemos en el juego perverso del gobierno, que le conviene callarnos la boca. Además, Capriles ha emplazado al Ejecutivo nacional a dejar la “regaladera de recursos a otros países” y “aumentar los sueldos y salarios de los profesores”. 
Probablemente la idea del paro haya tomado muchísima fuerza. Inclusive, pudiéramos llegar a pensar que es irreversible. Y no es para menos, la desesperación que existe en el trabajador universitario por el miserable salario que percibe, nos coloca a extremos de estallido. Si comparamos lo que gana un profesor de una universidad venezolana con lo que gana en otras universidades del mundo, nos daremos cuenta del cruel tratamiento que se nos da aquí. 
Para darnos una idea de cómo hemos sido perjudicados ubiquémonos en la década de los ochenta y veremos que un profesor Titular, al cambio de la época, ganaba aproximadamente 2500 dólares. Hoy ese mismo profesor gana, al cambio verdadero, cerca de 250 dólares; nos hemos empobrecido a pasos agigantados. Imposible pensar que en la universidad trabajando se pueda mantener dignamente una familia. Y menos aún, los docentes puedan seguir cursando estudios para prepararse y ni pensar hacer posgrado en el exterior, como paradójicamente si pudieron hacerlo muchos de los enchufados en el gobierno y que hoy arremeten ferozmente contra el sector universitario. 
Ahora, pensémoslo bien: ¡paralizarlas es callarlas! Lo hemos venido advirtiendo. Utilizar la figura del paro frente a un gobierno que precisamente lo que quiere es la desmovilización de la gente, es desaprovechar la fuerza de las ideas como catalizador para combatir esta dictadura. 
Por ejemplo. Hablar de lo que significa estado de derecho o democracia y explicar el principio de la separación de poderes; analizar los constantes cambios de jurisprudencias que emanan desde el Tribunal Supremo de Justicia al son de sus intereses autoritarios es una tarea que sólo los intelectuales universitarios podemos hacer. 
No es hora de contradecir a Capriles. Quien lo haga, y me consta que en la mayoría de los casos lo hacen porque creen y están convencidos de que el paro es el camino, aunque nos encontramos con otros docentes que quizá no ha entendido el mensaje, pero hay otros perversos, que no actúan de buena fe y aun entendiendo el mensaje del líder Capriles tienen un pacto oscuro con el oficialismo. 
En Carabobo, nos consta que algunos que antes se oponían radicalmente a los paros universitarios, hoy son propulsores a ultranzas. Me han dicho que tienen conexiones con el gobernador Ameliach y con algunos diputados del oficialismo. Bueno, eso lo explicaría. 
Esa es la historia negra de Venezuela, hay líderes encapuchados con apariencias democráticas que han sabido moverse en la academia con el único objetivo de obtener provecho para su patrimonio propio. La historia reciente probablemente todavía no la han contado de la manera correcta, pero se acerca el momento de desenmascararlos. Ayer hacían negocios con el gobierno (con este mismo gobierno) y hoy, tras bastidores, siguen haciéndolo pero desde otras trincheras y con una capucha opositora. No es fácil, luchar contra los de afuera e infiltrados adentro. Por eso, pido confianza en Capriles para no equivocar el objetivo.   
Un paro a estas alturas en la que el gobierno se está cayendo es un salto al vacío. Entiendo el desespero, pero si hemos aguantado tanto, mi opinión es seguir los lineamientos de Henrique Capriles. 
Nada más peligroso para las dictaduras que las universidades autónomas y plurales. Si las cerramos flaco favor le haríamos a la lucha. 
Amigos profesores, empleados, obreros, estudiantes, pónganse la mano en el corazón cierren los ojos, piensen descarnadamente y contéstenme la siguiente pregunta: ¿Ustedes creen que cerrando las universidades lograremos el aumento que nos merecemos? Este régimen desde hace varios años ha venido ejecutando una política desmoralizadora hacia el sector universitario, con un firme propósito. No solo dividirnos para debilitarnos, sino para anarquizarnos y finalmente someternos. En nuestras manos está resistir y combatir en las calles o cruzarnos de brazos dejando de trabajar y esperar que Nicolás, que no es Nicolás, cambie su plan destructor. 

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