lunes, 16 de julio de 2012

Todos somos culpables


¡Hasta cuándo!
 Pablo Aure 
pabloaure@gmail.com
Estamos en presencia de dos modelos totalmente contrapuestos: por una parte nos encontramos el proyecto hegemónico y dictatorial encarnado por el Presidente de la República investido candidato presidencial debido a un golpe a la Constitución fraguado desde el mismísimo Tribunal Supremo de Justicia; y por la otra, un proyecto de país con igualdad de oportunidades, cuyo abanderado es Henrique Capriles Radonski. Que se entienda bien, no me estoy refiriendo a dos candidatos, sino a dos proyectos de país: el que tenemos, que es el del atraso, y el que deseamos, que es el del progreso. Vuelvo e insisto: no es Hugo en contra de Henrique, sino un talante dictatorial frente a una opción democrática. 
La  Venezuela que queremos
Muchas veces, por todo lo que se ve y se vive,  parece imposible el progreso en Venezuela. 
Se considera una utopía la cultura ciudadana, el respeto por el otro, cumplir nuestros deberes ciudadanos parece simplemente una quimera, pero, sin embargo, si recordamos al Metro de Caracas en su comienzo, veíamos como los usuarios sin distingo de clase o ideología se comportaban cívicamente. Lo cuidaban y guardaban la debida compostura en sus instalaciones. Eso demuestra que los venezolanos sí sabemos actuar. Pero para ello es determinante el liderazgo. Si tenemos a un patán marcando las pautas, desde luego que la patanería invadirá todos los sectores, desde los más elevados hasta los más humildes de nuestros pobladores. 
Los gobernantes deben comportarse como ciudadanos ejemplares para construir un modelo de país ejemplar, de lo contrario seguiremos con la chabacanarería y hundiéndonos en el mar de la inmundicia. 
¿Somos buenos ciudadanos?
Aquí debemos hablar con sinceridad y reflexionar si nuestro comportamiento ha estado inspirado en el referente de la responsabilidad, o hemos sido laxos en algunas eventualidades. Siento confesar que no siempre hemos actuado como el deber nos exige. Por ejemplo: no denunciamos ciertos hechos delictuosos porque creemos (muchas veces con razón) que no habrá sanción para el infractor. No respetamos determinadas leyes de tránsito porque sentimos que nadie las respeta. Muchos ejemplos de mal comportamiento podemos citar. Que se entienda bien, no sólo frente a los adultos somos tolerantes. Hay casos de cosas que parecen pequeñas, pero que en realidad representan una alta carga de responsabilidad. Por ejemplo, no sancionar debidamente a un estudiante que se copie en un examen o a un profesor que falte a sus compromisos académicos. Ese muchacho que hoy se copia, o ese profesor irresponsable, no tenemos dudas, son un fraude. Me refiero a todas las profesiones: médicos que intervienen quirúrgicamente a un paciente para procurarse unos honorarios (nada honorables, por cierto); abogados en ejercicio que llegan a ser jueces o fiscales, y  que hacen del cohecho su forma de vida. Ingenieros que aceptan sobornos para suscribir proyectos o inspecciones falsas, etc...   
Los grandes delincuentes comienzan cometiendo pequeñas infracciones. Si a un niño no le enseñamos con el ejemplo, el deber ser, y le indicamos qué conductas no son las correctas, en el día de mañana no tenemos porqué sorprendernos de que ese niño sea un criminal, por cuanto no se le inculcaron los valores morales, éticos y ciudadanos. 
Buenos ejemplos
Todo no es una fatalidad en nuestra Venezuela. Tenemos, por el contrario, muchos ejemplos que debemos imitar: profesores insignes, que a pesar de un mínimo sueldo cumplen a cabalidad su labor; estudiantes que con sacrificios logran finalizar sus estudios y llegan a ser magníficos profesionales. En la universidad venezolana tenemos innumerables ejemplos a seguir. Jubilados que siguen trabajando, no sólo por la casa de estudios sino por el país. Ejemplos de buenos ciudadanos hay muchos. El maestro José Antonio Abreu, creador del Sistema Nacional de Orquestas y Coros Infantiles y Juveniles de Venezuela. En nuestro país hay talentosos deportistas, médicos que se han destacado en el mundo, ingenieros, abogados, educadores y economistas insignes. A esa Venezuela es a la que debemos apostar, y no a la de la comodidad, el facilismo o la tramposería.  
¡Hay un camino... pero es largo!
No tengo dudas de que hay un camino. Es una verdad del tamaño de una catedral. Pero debemos estar claros de que un solo hombre no es el responsable de llevarnos a transitarlo. Somos todos los ciudadanos los que debemos convertirnos en predicadores de la esperanza. No esperar que las soluciones nos vengan de arriba. Convirtámonos en parte de la solución dando el ejemplo, y luego, vayamos a catequizar  a nuestros vecinos. Recuperar espacios, no para ser elegidos a determinados cargos, sino para cumplir con nuestra responsabilidad ciudadana. Educar e informarle al que equivocadamente cree que vamos por el camino correcto,  y decirle que podemos tener una Venezuela mejor. Que solamente Chávez no es el problema. Estamos claros que es parte, pero el mayor y más grande problema somos los mismos venezolanos que no hemos entendido que podemos hacer de Venezuela un gran país. 
@pabloaure 
www.pabloaure.blogspot.com

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