lunes, 14 de septiembre de 2009

El país que queremos

El Carabobeño 14/09/09
¡Hasta cuándo!
El país que queremos
Pablo Aure
La tarea para reconstruir este país será más que dura. El alto gobierno ejecuta una política devastadora. Y es que no puede resultar nada positivo de una doctrina inspirada en un cóctel, amalgamando lo peor del mundo militar con un vetusto modelo comunista, del que casi nadie reconoce vigencia. No podemos dejar de pensar cuál será la forma para salir de este atolladero. Que se entienda bien: ya no es de Chávez solamente, sino de todo lo que él ha sembrado. ¿Cómo lograr recomponer lo que este régimen ha destruido? ¿Cómo reconciliar al pueblo de Venezuela, dejando impune tanto delito perpetrado contra la república? No es fácil, pero no por ello debemos quedarnos con los brazos cruzados. A muchos les ha pasado por la cabeza tener a Chávez hasta la eternidad y no volver a ver una Venezuela unida. Con tristeza observo que una gran cantidad de nuestros jóvenes buscan desesperadamente abandonar el país, para encontrar mayor seguridad y establecer sus proyectos de vida.
¿Cuál revolución?
Qué desgracia. Con tanto dinero que este régimen ha manejado y lo que ha generado ha sido hambre, miseria y corrupción. Un presidente que piensa en adquirir más aviones de guerra, cohetes, tanques, submarinos y armamento en general, no puede seguir al frente del Estado. Pero, a pesar de la irresponsabilidad presidencial, lo seguiremos teniendo hasta el día que entendamos que sólo mediante la unidad de los sectores democráticos, el país puede enrumbarse hacia un destino mejor. Los madrugonazos soñados por algunos no resolverán el problema. Nuestro país necesita tener conciencia de saber dónde estamos parados. Es el pueblo quien debe destituir no solamente a Chávez, sino a toda la vagabundería y malandraje que lo rodea.
Lo ideal
Construir un país donde provoque vivir, y no huir. En el que el pueblo crea en los órganos encargados de administrar la justicia y donde no exista una jauría en el Ministerio Público esperando una orden del partido de gobierno para atacar y encarcelar una próxima presa disidente. En el que tengamos un parlamento donde se discutan con transparencia y sabiduría las normas que integran el ordenamiento jurídico, en lugar de obedecer a un dictador. En el que tengamos militares serios, ajenos a la lucha política, que se ocupen de sus verdaderas funciones. Queremos un país donde se respete la voluntad popular. Que los alcaldes y gobernadores trabajen coordinadamente, sin importar la militancia partidista que profesen, y que entiendan que son servidores públicos y no funcionarios que se sirven del público. Un presidente que invierta en Venezuela los recursos provenientes del petróleo, y no los utilice para promocionarse por el mundo. No tengo dudas de que el pueblo honesto, que todavía está engañado por Hugo Rafael, jamás se podría oponer a un modelo de país como el que les he descrito. Pero para construirlo tenemos que proponérnoslo. Cada persona debe convertirse en un predicador e insistir en todas partes que sí es posible vivir en una Venezuela mejor. Tenemos las herramientas. Podemos hacer la transformación que se le vendió al pueblo en el año 1998 y que todavía no se ha materializado.
Evitemos una guerra civil
El pueblo tendrá la última palabra: mantener el conflicto y la desunión o apostar a la reconciliación. Por el camino que vamos, indefectiblemente llegaremos a un sálvese quien pueda. A un enfrentamiento todos contra todos: rojos, amarillos, blancos, verdes o incoloros. Pero podemos evitarlo. Convoquemos, esta vez sí, al poder originario, porque estamos a punto de un estallido social. Eso nadie lo puede ocultar, ni siquiera los chavistas recalcitrantes. Entonces, abramos la válvula de escape, convocando al pueblo para reencontrarnos. El artículo 347 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela señala: “El pueblo de Venezuela es el depositario del poder constituyente originario. En ejercicio de dicho poder, puede convocar una Asamblea Nacional Constituyente con el objeto de transformar al Estado, crear un nuevo ordenamiento jurídico y redactar una nueva Constitución”. Lo hemos venido planteando desde antes del fallido referéndum revocatorio presidencial, porque nada hacíamos sacando a Chávez pero dejando intacto este disparate en que se han convertido los poderes públicos. Por más que parezca utopía lo que estoy planteando, no tengo dudas de que es perfectamente realizable y además, es la única manera de evitar una guerra civil. Antes de estar pensando en referendos abrogatorios para leyes y otras iniciativas legislativas, tenemos que pensar en una Constituyente cuya iniciativa popular, de acuerdo al artículo 348 de la CRBV, puede partir del 15% de los electores y electoras inscrito en el registro electoral. Amigos: se produzca un madrugonazo, o la corriente democrática gane las próximas elecciones para diputados a la Asamblea Nacional, tarde o temprano se tendrá que convocar una Constituyente en la que estén presentes todos los sectores del país, y que sea un espejo de la realidad nacional. Que se respete el derecho proporcional de las minorías, y que de esa manera consensuada se construya el modelo de país moderno que merecemos los venezolanos.
Sabuesos de la fiscal
El régimen se montó en el aparato represivo para intentar evitar que el pueblo salga a las calles a reclamar sus derechos. Muchos piensan que el camino de la represalia a la oposición es inevitable, que en los próximos días el régimen recrudecerá la persecución y el encarcelamiento de figuras políticas, como una respuesta lineal inesquivable. La lista de los presos políticos es cada vez más larga. El último de los encarcelados es un joven de 22 años de edad, cuyo único delito ha sido oponerse a la barbarie con ideas y manifestaciones perfectamente encuadradas dentro de la Constitución. Julio César Rivas se halla tras las rejas gracias a un Ministerio Público felón. Los esbirros fiscales a quienes les ha correspondido actuar contra Julio Rivas, saben muy bien que el joven no ha cometido delito alguno, y que todas sus actividades están amparadas en el ejercicio de sus derechos fundamentales, pero aún así, cual Benavides, quieren ganar la indulgencia del supremo líder. Qué lástima nos da a quienes hemos abrazado la profesión de abogados para dar valor y fuerza a los débiles contra el abuso y la desigualdad. Con el devenir de esta corruptela roja rojita se han caído las mascaras de algunos funcionarios, que han sido capaces de vender su conciencia castigando a inocentes. A ellos, nos permitimos recordarles que, desde Galileo, la tierra se mueve, y al mismo tiempo, que recuerden que nunca es tarde para recapacitar. pabloaure@gmail.com http://twitter.com/pabloaure

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