viernes, 5 de diciembre de 2025

Nadaré contra la corriente hasta que mi corazón deje de latir / Pablo Aure

Hermanos venezolanos compañeros

universitarios, lo digo desde lo más profundo del corazón, con el alma hecha trizas después de tantos años de lucha: estoy cansado, como tantos de ustedes, de esta zozobra que nos consume día a día. Las redes están llenas de rumores que nos quitan el sueño: que si los barcos de guerra se acercan o se alejan, que si el ultimátum de Trump, que si Maduro come hallacas en Navidad o se va antes, que si hay apuestas sobre cuándo cae Miraflores... Todo eso nos genera una ansiedad terrible, una incertidumbre que nos roba la paz y nos hace cuestionar todo.

Venezuela es un caos absoluto, y mientras esto siga así, se seguirán generando vicios en todos los niveles. Incluso instituciones que otrora se vanagloriaban de su autonomía —como nuestras universidades— hoy tienen directivos que buscan padrinos en el oficialismo para garantizar sus acciones, acciones que desdicen completamente de lo que se enseña en los salones de clases. Yo soy autoridad en una de las cinco universidades "autónomas" del país —la Universidad de Carabobo, fundada sobre los principios de libertad y responsabilidad que nos legó su primer rector, el insigne Alejo Zuloaga— y veo, con un dolor que lacera el alma, cómo se entrega a lo que siempre he combatido con vehemencia. No es fácil luchar contra un sistema que ha hecho metástasis hasta en lo que nuestro rector magnífico Alejo Zuloaga llamó "la escuela de la responsabilidad". He enfrentado juicios y también he estado preso por no callarme ante el autoritarismo; eso es lo que hay dentro y fuera de estas instituciones. Y hoy, en la Universidad de Carabobo, el drama se agrava hasta lo insoportable: auditores que no auditan,  sino que miran hacia otro lado; consejeros que complacen los caprichos de la máxima autoridad, creyendo vengarse de mis luchas por reclamar distribución justa de los ingresos propios, y como si fuera poco el hecho de vengarse por la verdad que expreso en mis denuncias, utilizan métodos que destruyen la institución misma. Pero que se entienda bien, no le hacen daño a Pablo Aure: le hacen daño a la Secretaría de la Universidad de Carabobo, que es tan autoridad como la rectora y los vicerrectores, aunque con competencias distintas y esenciales para el equilibrio institucional. Con actos arbitrarios, abusando del poder y de la confianza legítima que el cargo confiere, desmantelan hoy la Secretaría y amenazan al secretario al punto de denunciarlo por instigar al odio. En privado, le confesaba recientemente a un profesor joven, dirigente de una generación de relevo: _"...estoy muy decepcionado, casi frustrado. Lo que veo en la UC es apatía, conformismo, mezquindad y negocios, literalmente es una franquicia muy lucrativa. Hay miedo... Ojalá puedas seguir cultivando liderazgo. Tú estás mucho más joven que yo. Tengo fuerza, pero siento latigazos en el alma al ver cómo muere lo que nos enseñó a vivir, a razonar y a luchar por nuestras ideas, y han hipotecado el poder a quien nos estafó los sueños. Las autoridades decanales y rectorales se convirtieron en un principio en sus cómplices necesarios y hoy  son los verdugos de la disidencia. Y mientras eso ocurre los sindicatos hacen mutis, empleados, obreros docentes y estudiantes sin organización que los aglutine para juntos poder defenderse ante el monstruo en que se han convertido por el paso del tiempo.  Vaya desdicha en la que estamos sumergidos"_
*Seguiré nadando contra la corriente y solo me callaré cuando mi corazón deje de latir*. Que mi legado lo vean mis hijos y mis nietos en lo que fue mi hoja de vida, y si a alguien se le ocurre escribir algo después de mi muerte, que no olvide el detalle de decir que: partió un ciudadano que jamás sucumbió a las tentaciones del poder ni del dinero. Yo, como muchos, quiero saber la verdad: ¿habrá realmente un cambio de gobierno en el país? ¿Cómo sería esa transición, ordenada o caótica? No basta con soñar con un país libre, próspero, donde volvamos a ser felices y unidos y también transformar de raíz este modelo universitario el cual caducó hace rato.
El problema es cómo llegar a ese cambio. Llevo 25 años luchando contra este sistema de gobierno, con el alma puesta en esta causa, sin rendirme nunca. No soy ningún "normalizador", como algunos pudieran etiquetar a quienes expresamos esta fatiga; al contrario, es precisamente porque amo a Venezuela que duele tanto ver cómo seguimos atrapados en discursos bonitos, promesas llenas de lugares comunes  y esperanzas que se diluyen una y otra vez. Lo peor de todo, y lo digo con pena en el pecho, es que esto no depende de nosotros, del pueblo que resiste día a día. Depende de la mente de Trump, de los intereses de las grandes potencias, de ese gran tablero geopolítico donde Venezuela no es más que una ficha. Nos negocian a espaldas nuestras, y lo único que podemos hacer es rezar para que, en ese negocio cruel, salgamos lo mejor parados posible, con el menor daño para nuestra gente. Sé que muchos se sienten igual: agotados, pero con la llama de la esperanza aún encendida.
Para finalizar esta confesión que desde hace tiempo llevaba in pectore les pido que nunca  perdamos la fe porque Dios es grande y misericordioso, como la batalla de Lepanto  tendremos a esa Venezuela que anhelamos. Unidos, con el corazón en la mano, resistiremos.
¡Apretado abrazo hermanos Venezolanos!
_"Nada te turbe nada te espante..."_
Pablo Aure