viernes, 25 de septiembre de 2015

Genética de las instituciones apropiadas a la democracia y el mercado./@SJGuevaraG1

EL NUEVO MODO

Economía XXVII
Santiago José Guevara García* / 25-09-2015
Santiago José Guevara García

Genética de las instituciones apropiadas a la democracia y el mercado. Hace meses escribimos: “no es lo mismo transición a la democracia que transición del comunismo al mercado, como se ha llamado convencionalmente una exitosa línea de trabajo económica surgida en los ’90. 

No son lo mismo, aunque podrían complementarse completamente; pero, en casos, difieren y se contrarían. Su relación es un interesante programa de investigación que proponemos”.

En ese Programa andamos. A estas alturas de nuestras elaboraciones transitológicas hablamos de Transición a la Democracia y el Mercado, precisamente por esa relación. Nos interesa un tránsito a la democracia con músculo económico permanente.

En lo económico, el anterior ciclo democrático venezolano -1958-98- había heredado instituciones, que aunque precarias, podían cumplir –y cumplieron- el cometido base, ya referido: ser punto primero y principal del manejo de la economía. Pero… 

En lo político, hemos planteado que junto a los méritos de la lucha por la democracia, que dieron lugar a un virtuoso tránsito a la libertad y el muy buen diseño inicial de gobierno, no hubo una explícita definición de futuros. Esto último fue costoso en la procura de la institucionalidad base de la consolidación democrática.

Y muy temprano, junto con la pérdida de la calidad del consenso político de Puntofijo, por el gobierno monopartidista de Caldera I, se inició un perverso y costoso desmantelamiento de las instituciones económicas, que aún cobra su costo. Historia para otro artículo.

De hecho, hay que decirlo, en contra de otras interpretaciones interesadas, que la anterior transición a la democracia venezolana fue una transición fallida, desde el mismo momento en que no llegó a su consolidación y, por el contrario, tuvo un derrape regresivo a un nuevo autoritarismo. Que quede claro,entonces: el criterio de éxito de una transición a la democracia es la consolidación democrática.

Ya en esta serie hemos hecho alusión a las características de las instituciones económicas necesarias al músculo necesario y mencionado algunas. No hemos abordado aún el campo de las instituciones políticas. Aunque, en artículos previos a la serie hemos adelantado algunas propuestas que interesará rescatar.

Y, lo importante a este artículo: para ambas, queda el reto de precisar su genética. Qué puede permitirlas es un asunto instrumental muy relevante. No es tema banal. Las instituciones apropiadas no llegan por generación espontánea, ni siquiera con la existencia de condiciones.

En una reciente reunión de alto nivel con colegas transitólogos, diletantes transicionalistas y políticos partidistas opositores, refractarios a la idea transicional (en su riguroso manejo), referí lo que ahora voy a repietir.

El asunto de la genética de la democracia –y el mercado- nos obliga -agárrense duro- a recurrir a Gramsci; sí, a un marxista; o, si no se quiere arriesgar un “disgusto ideológico”, a los manejos seminales de Rustow, el poco reconocido padre de la Transitología.

En Gramsci, la genética se halla en el aporte intelectual del liderazgo del naciente bloque histórico, consciente de la necesidad de un manejo hegemónico. Quítesele toda interpretación marxista y lo que quiero referir, sea cual sea el sistema, existe la necesidad de la concreción institucional necesaria a la consolidación de los cambios en el sistema. Eso exige ocuparse del largo plazo.

O léase la obra seminal de Rustow, en lo relativo a la Decision Phase y será evidente su recurrente referencia a las decisiones como tema del liderazgo, tras la procura de un consenso –es un concepto que sugiere cambiar, por nebuloso y ambiguo- para “institucionalizar algún crucial aspecto del procedimiento democrático” (traducción nuestra). Y enfatiza que es una “genuina opción” que no fluye espontáneamente, ni siquiera –como dicho arriba- con la existencia de condiciones transicionales. Eso es resolver a largo plazo.

Respecto al caso venezolano, hemos sostenido, objetivamente, que el futuro, como manejo integral explícito, no estuvo en las elaboraciones intelectuales más avanzadas de los impulsores del ciclo democrático previo. Y eso, no solo en lo económico; sino, sobre todo, en lo político.

La consolidación democrática –y el establecimiento del mercado-, que es el fin de la transición, no llega espontáneamente, entonces. Debe ser un fin explícito, objeto de una esmerada operacionalización institucional. Eso hace –y está dicho desde Rustow hasta nuestros días- que la transición a la democracia sea un proceso de largo plazo.

De nuevo muestra sus carencias el discurso político nacional. Entre las barrabasadas de algunos relevantes políticos opositores –“no se necesita una transición”- y la insistencia explícita de la transición como un lapso corto, se muestra la pobreza del alegato transicional venezolano. Otra condición para la dedicación a la búsqueda rigurosa de la genética referida.

Postulamos seis atributos de las condiciones necesarias: 1ª. Es tema de liderazgo, pero no cualquiera. No uno autoimpuesto o autocentrado. 2ª.) Es liderazgo para la articulación con otros. Recurso escaso en Venezuela. Cada quien su supone el ungido. 3ª.) Debe ser liderazgo celoso de la legitimidad de su acción. 4ª.) Debe dotarse de legitimidad prospectiva. O sea, dotado de un proyecto conveniente y viable de futuro que se está dispuesto a impulsar. 5ª.) Lo realizará con base en una nueva hegemonía, basada en instituciones. Y 6ª.) Todo lo anterior, para -y no sobre- un muy buen consenso, que será progresivo y a gestionar y cuidar.

En la Venezuela de hoy habrá que evaluar quiénes poseen esos atributos. Es una muy interesante y necesaria tarea. Me lo preguntó el Profesor Miguel Yilales, el martes pasado, en entrevista en su programa junto con Pedro Pedrosa en una emisora de radio capitalina. 

Le respondí, a una comprometedora pregunta, que esos liderazgos pueden estar en cualquiera de los sectores beligerantes en la política venezolana actual, incluidos los militares. Más provocador aún: posiblemente los de los partidos políticos conocidos no son los mejores posicionados. Creo haberle dado la respuesta apropiada.

* Santiago José Guevara García
(Valencia, Venezuela)
sjguevaragarcia@gmail.com /@SJGuevaraG1

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