Cuando era un adolescente, tuve un profesor de biología excelente que estudiaba medicina. Su verbo y pedagogía eran contagiosas, claras estimulantes para quienes veíamos en su ciencia temprana una esperanza para nuestra vocación. Con el tiempo lo seguí de cerca, estuve impregnado de su carácter y de su amistad. La tertulia siempre giro sobre Venezuela y su futuro. Respetaba la opinión ajena y la estimulara con más diálogo, sin ofender una postura disidente. En su último discurso, como pregonero civil de la Virgen del Socorro en noviembre, tuve la suerte de estar a su lado. Su acrisolada formación salesiana despidió su voz en esa última pieza de su pluma y de su verbo demostrando hoy que su vida familiar y de mundo tuvo una despedida mágica, mezclada con esa religiosidad laica que lo inundaba. Él Socorro y su Virgen, despidieron con pañuelos de plata al torero, y unas castañuelas cósmicas suenan en el espacio este domingo de corrida.
Eloy Rutman Cisneros recordando a su profesor Rafael Enrique Casal (+)
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