sábado, 6 de diciembre de 2014

¿Hay lugar para nuevos liderazgos? por Manuel Barreto H.

“Cuando lo nuevo no acaba de nacer  y lo viejo no acaba de morir, se dan las condiciones para hablar de tragedia”.  Antonio Gramsci

Un régimen disfuncional, que tiene al país deprimido, acongojado, confundido, obstinado, hastiado y más que angustiado atemorizado pero que insiste, cual músicos del Titanic, en dar los compases de este trágico sainete, totalmente desafinado por lo peligrosamente desatinado, tal como lo describió la talentosa Gabriela Montero: “Venezuela se hunde y El Sistema se hundirá con él. Nos hemos trasladado pasando el punto de no retorno. Música, ambición y fama no valen nada al lado del sufrimiento humano. No significan nada cuando son abusados, heridos y asesinados”. Y no nos referimos al circo sin pan escenificado con el reciente “Suena Caracas” en donde lo que realmente suena es el repique de campanas que hace 400 años presagiase John Donne, aquel inglés cuya frase haría inmortal Ernest Hemingway, como tampoco a la incontrolable corrupción, que quedará impune como siempre ha quedado en el recorrido histórico de nuestra nación. Esa radiografía del país todos la hemos visto una y otra vez. 
Hoy lo que aparece como impostergable es dedicarnos, de manera sinceramente comprometida, en cambiar la postración y la desesperanza por posibilidad, y la rabia acumulada por provechosa reflexión. Lo que hoy importa es preguntarnos: ¿Qué nuevos caminos se abrirían, si dejáramos de hacer, una y otra vez, lo que sabemos que es inútil o está mal? Ya la genialidad de Einstein lo advertía: “Si buscas resultados distintos no hagas siempre lo mismo”. Para librarse de algo, casi siempre recurrimos a la expresión “Se tiene que hacer algo mejor”, sin caer en el escapismo ni en la dispersión emocional. Ahora bien, si realmente nos convencemos que realmente hay algo mejor que hacer, descubriremos un país distinto: el de la profundización de la acción y el de la exigencia en los resultados. ¿Que no tenemos espacio ni decisión? No es tiempo de ver lo mismo, de escuchar lo que ya cansa, de lamentarse por como están las cosas; es el tiempo de hacer, y de hacer lo mejor, es tiempo de dejar la comodidad de nuestros espacios habituales. Si realmente queremos cambios, tenemos que luchar de manera insistente por ellos. Es tiempo de desechar el miedo y la apatía, requisito para emprender cualquier tarea y alcanzar cualquier victoria. Consideramos que nadie pone en duda que hay lugar para nuevos liderazgos que asuman su condición de políticos preparados para los cambios que requiere nuestro país; para dirigentes que muestren su aptitud para generar consensos amplios y factibles; que no necesiten denostar a sus pares para ponerse efectivamente al frente de los cambios que el país anhela. 
El problema amerita ser bien planteado; no es de particularidades que se sientan con derechos heredados, y menos apropiados a trocha y mocha; sin la adecuada deliberación, y no tan sólo por circunstancias y coyunturas desfavorables, sino por los avatares de la esencia política en sí misma. Ya lo hemos expresado en otra ocasiones, pero se hace menester repetirlo: la democracia requiere de la existencia de partidos políticos que compitan por el poder y exige que una denominada clase política se encuentre al frente del destino tanto de los espacios locales, como de los regionales y del país, y no podemos ni debemos generalizar sin más. Es tiempo de darle oportunidad a las nuevas generaciones, que tienen mucho que aportar y están cumpliendo a cabalidad con el rescate del porvenir. Razón tenía el autor de “Cuadernos de la Prisión” cuando acuñó el pensamiento que hoy abre nuestra opinión, pues está visto que toda crisis de crecimiento y desarrollo en la sociedad pasa por un proceso en el que -dialécticamente hablando- necesariamente lo viejo debe ceder el paso a lo nuevo. De no suceder, entonces el proceso se revierte y da lugar al estancamiento o al retroceso. 
De nuevo reiteramos el llamado a los partidos políticos de la Unidad, para que se acerquen más a la sociedad, que no se limiten tan solo a ser esas máquinas electorales cuya función única es organizar el proceso de selección de candidatos, hacer propaganda y conseguir votos; que retomen su función social para que no se vea limitada la participación ciudadana al día de las próximas elecciones. Así las cosas, de nuestros políticos esperamos prudencia, que tomen decisiones después de examinados los hechos, escuchadas las personas, y recabada la información veraz y necesaria. 
@MRBarretoH

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