¡Hasta cuándo!
Vendrán por todos
Pablo Aure
@pabloaure
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Debo escribir esta columna de hoy muy cautelosamente, ya que, como saben, estoy bajo el régimen de unas medidas cautelares impuestas por la justicia. Recordemos que hace apenas 4 días un Tribunal me prohibió comunicarme de manera “instigante” al odio. La verdad es que no es, ni remotamente ha sido mi intención instigar al odio. Lo que quiero es que haya institucionalidad y respeto a la libertad, que las leyes sean iguales para todos y que el pluralismo sea entendido como la confluencia de todos los estilos de pensamiento, como manda la Constitución.
Esa medida, aunque debería ser entre todas la menos que me preocupe, no es así, pues, viendo cómo interpretan el asunto algunos fiscales y jueces debemos seleccionar muy bien las palabras. Me tienen en la mira, cualquier palabra que no sea del agrado de alguien pudiera dar lugar a la revocatoria de la medida sustitutiva de libertad.
Amigos, sinceramente todavía no podemos descifrar bajo cuál criterio algunos jueces y fiscales califican eso que llaman instigación al odio, porque no han sido pocas las veces que hemos escuchado de altos líderes expresiones verdaderamente ofensivas y sin embargo pasan desapercibidas para quienes administran justicia.
Qué bueno sería vivir en un país donde la justicia interpretara equilibradamente las normas. No pensar que son odiosas aquellas expresiones si las dice uno que no comulgue con los ideales del gobernante de turno, y amorosas cuando esas mismas expresiones sean proferidas por un gobernante. Por ejemplo si se le dice a los disidentes golpistas, terroristas, traidores a la patria, mariconsones o fascistas (en campaña, se lo dijeron a Capriles) o que un mandatario exprese que no quede nada en los anaqueles de los mercados se ve como normal y enmarcado dentro de la libertad de expresión, pero si lo dijera un opositor líbrele Dios.
Pues bien, espero que no se interprete esta introducción como una expresión ofensiva u odiosa hacia la investidura del juez, ni mucho menos hacia la de la fiscal que me imputó.
¿Tiempos de silencio?
He pensado mucho en el “Poema y sermón del silencio cómplice ante el nazismo” del pastor protestante Martin Niemöller:
“Primero vinieron a buscar a los comunistas y no dije nada porque yo no era comunista.
Luego vinieron por los judíos y no dije nada porque yo no era judío.
Luego vinieron por los sindicalistas y no dije nada porque yo no era sindicalista.
Luego vinieron por los católicos y no dije nada porque yo era protestante.
Luego vinieron por mí pero, para entonces, ya no quedaba nadie que dijera nada”.
Es una verdad del tamaño de una catedral, por desgracia hemos estado condenados a cometer siempre los mismos errores. Nadie aprende en cabeza ajena. Hay que esperar vivir en carne propia las calamidades para saber que el asunto es en serio.
Hay quienes piensan que el silencio es la mejor arma contra un gobierno totalitario, en una suerte de imaginación egoísta creerán que se salvarán y que jamás los tocarán. ¡Cuán equivocados están! El totalitarismo también mide los tiempos y sabe dosificar los ataques. Anula o elimina a los que se le enfrentan, luego a los que les son incómodos dentro de sus propias filas para finalmente atacar o apropiarse de los miedosos silenciosos. Los que callan solo corren la arruga, pero tampoco se salvarán. Por ellos vendrán y pasarán como anónimos que no entendieron lo que ocurría o peor, que pensaron que el silencio los salvaría.
Cálculos malvados
Así como hay malucos en el gobierno, también los hay en la llamada oposición. Aunque les parezca mentira, no son pocos los que sienten una alegría esperanzadora cuando ven a otro opositor inhabilitado, encarcelado o escondido. Hay “opositores” que se frotan las manos y hacen cálculos. Dirán: uno menos para el reparto de cuotas burocráticas. Me imagino: pensarán que las alcaldías, las concejalías, gobernaciones o las diputaciones son respetadas en los regímenes totalitarios.
No quiero meter a todos los dirigentes de partidos políticos en el mismo saco. No tengo ninguna duda que es una minoría, pero desgraciadamente existe esa minoría que le ha hecho mucho daño a estas luchas democráticas. Es común escuchar: no hagamos esto porque nos afectará en las elecciones; que si pasa tal o cual cosa, la gente se abstendrá de votar. O sea, siguen convalidando el macabro juego del régimen. Ni se les ocurre exigir reglas claras o un CNE confiable, o elecciones manuales como en todo el mundo. No, nada de eso. El argumento: “con ese CNE hemos ganado alcaldías, gobernaciones y diputaciones”. Mientras tengamos esa misma concepción de hacer política tendremos lo que estamos viviendo para rato.
Cambiemos la estrategia
Es el momento del refrescamiento de las estrategias, dándosele la importancia que deben tener los partidos políticos, pues son estos quienes deben canalizar las exigencias de la sociedad en democracia. No se debe subestimar a la sociedad civil, que desde hace rato viene exigiendo mayor participación y arrojo de las organizaciones políticas. No es hacer políticas con neuronas en lugar de hacerlas con las hormonas, como alguien dijo la semana pasada, de lo que se trata es de que esas neuronas no estén al servicio de la complacencia. En política, si no hay pasión, la razón es poco convincente. Lo que quiero significar es que la razón hay que defenderla con pasión. No es el momento para los cálculos.
División del PSUV... ¿y la oposición qué?
Es cierto: en el PSUV hay muchas corrientes, hay división, no hay un líder como lo fue el finado presidente que ponga orden en ese desorden que llaman revolución. En los rojos hay problemas internos: una especie de “guerra de poder”. Pero ellos también tienen sentido común. Si siguen con la pelea, pueden perder la mantequilla, o sea, en las chiquiticas también pactarán.
Me preocupa que esos calculadores “opositores” piensen que la división del chavismo será nuestra salvación. ¡Tremenda necedad! Ven el mal del extraño, pero no se ven en lo interno. ¿Es que acaso en la oposición hay una unidad consolidada? ¡Claro que no! Si el chavismo está dividido, en este lado también lo estamos. En esa situación, la oposición está en desventaja pues los adversarios por muy divididos que estén, están en el poder.
Finalizo diciendo: basta de ver que el barco gubernamental esté haciendo aguas, es hora de prepararnos para cooperar en la conducción del timón. Para eso será necesaria la concertación. Que se entienda bien: no exclusivamente con la oposición sino con los sectores sensatos del oficialismo. Creo en la transición y estoy seguro de que muy pronto vendrá. Ya se asoma la necesidad del cambio del modelo económico en el país.
@pabloaure
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