¡Hasta cuándo!
Universidad y política
La universidad, como todas las instituciones del país, está
padeciendo los embates de un régimen nefasto y antidemocrático, que
inescrupulosamente quiere ponerle la mano a todo aquello que tiene algo
de valor, con una voracidad centralista y retrógrada como pocas
dictaduras militaristas del pasado han exhibido.
Hoy he querido escribir sobre el tema: activismo político y la
participación de los universitarios. Hay quienes ven con preocupación
que los académicos nos involucremos demasiado en la actividad política
extrauniversitaria pensando que pudiera eso acarrear distracción hacia
los graves problemas que internamente viven nuestras casas de estudios.
Pienso que es una concepción errada, pues precisamente desde las
universidades, y con los universitarios, se puede contribuir a enrumbar
al país por la senda del modernismo y la democracia.
Es más, estamos los universitarios llamados más que ninguno a
involucrarnos en el quehacer de la política, porque por antonomasia
somos buscadores de la verdad y de los valores trascendentales del
hombre. El artículo dos de nuestra Ley de Universidades dice: “Las
universidades son instituciones al servicio de la Nación y a ellas
corresponde colaborar en la orientación de la vida del país mediante su
contribución doctrinaria en el esclarecimiento de los problemas
nacionales”. Ser universitarios y permanecer aislados de los problemas
nacionales sería la mayor demostración de insensibilidad y de traición a
nuestra esencia académica.
Gerencia universitaria y activismo político
Así que el activismo político no solo que no es incompatible con la
vida universitaria, sino que le es consustancial. Apartarnos del debate
político y alejarnos de las comunidades cual élite poblacional sí nos va
debilitando, que es lo que en el fondo quieren los enemigos de la
universidad. Hemos permitido que ignaros, sin principios ni valores, se
hayan apoderado del gobierno central y de las instituciones
fundamentales del Estado, entregando, de paso, nuestra soberanía a otro
país.
Y hay algo peor, cuando escuchamos a muchos universitarios que les
preguntan sobre un asunto de interés nacional, por ejemplo: ¿qué le
parece lo que está sucediendo con el sistema político venezolano, la
confiscación de ciertas instituciones o la entrega a Cuba de nuestros
recursos? contestan con cierta distancia: “soy académico, no soy
político” ¿Qué nos está pasando? Cuidado con caer en el juego que
interesa al gobierno: los académicos jamás podemos ser ajenos a los
problemas nacionales, por el contrario, ya lo hemos dicho: debemos
involucrarnos cada vez más con nuestras ideas, para tratar de que con
nuestros aportes podamos corregir el rumbo que llevamos. No hay que
descartar que el régimen quiera poner en circulación una especie según
la cual la vida académica y los problemas sociales y políticos del país
están divorciados. No falta quienes por cobardía y aprovechamiento
igualmente desde adentro de las universidades coadyuven a ello. Pero
seguro fracasarán.
Esa no es ni ha sido la universidad venezolana. La Ley de
Universidades en su artículo primero dice que la universidad “es
fundamentalmente una comunidad de intereses espirituales que reúne a
profesores y estudiantes en la tarea de buscar la verdad y afianzar los
valores trascendentales del hombre” ¿Cuáles son esos valores? Valores
son virtudes que transforman al hombre en ciudadano. ¿Cómo puede haber
un universitario divorciado de la ciudadanía? Libertad, igualdad y
fraternidad fueron los tres principios que inspiraron la Revolución
Francesa. Esos principios hoy están más vigentes que nunca.
Ante esta situación tan grave que vivimos los venezolanos, quienes de
alguna manera estamos involucrados con la gerencia universitaria, no
podemos pasar agachados, mirando hacia otro lado, cuando nuestro deber
es luchar por un mejor país. Si no defendemos o luchamos por nuestra
Venezuela, mañana no tendremos universidades ni nada qué defender. Es
más, veo egoísta preocuparnos solo por nuestros sueldos o nuestras
reivindicaciones personales y cerrar los ojos ante el cuadro dantesco
que dibuja el porvenir político venezolano. El país está al borde de un
colapso, se hunde cada día más, y los universitarios no seremos como los
músicos del Titanic.
Elecciones universitarias
Un tema que no podemos eludir es el relacionado a las elecciones
universitarias, las cuales están suspendidas por orden del Tribunal
Supremo de Justicia. En efecto, en todas las instituciones
universitarias que eligen democráticamente a sus autoridades, se ha
vencido el período de gestión. Ninguna autoridad puede estar alegre
ocupando ese interregno. Pero la Ley le impone permanecer en el cargo
hasta tanto no sea sustituido por otra autoridad elegida
democráticamente. Así las cosas, como Secretario de la Universidad de
Carabobo debo manifestar mi inconformidad por la tan arbitraria
suspensión de las elecciones en nuestra casa de estudios. Y lo que es
peor, queriéndosenos imponer por vía de reglamentos una manera de elegir
contraria a la Ley de Universidades vigente, frente a lo cual, muchos,
por ignorancia, cobardía, populismo o demagogia han hecho mutis.
Mientras continuemos en el ejercicio del cargo, seguiremos cumpliendo
con nuestro deber universitario y académico, pero también con el país,
involucrándonos fervientemente en la sana política, porque no hay otra
manera de detener el despotismo. No es incompatible universidad y lucha.
Al contrario, como contrapeso al atraso que la bota militar significa,
la Academia debe hacer acto de presencia. Los invito leer las biografías
de José María Vargas y de Miguel José Sanz, académicos que hicieron
grandes aportes para construir la democracia en Venezuela.
Perdamos el miedo al miedo
Muchas veces hemos nadado contra la corriente. Quizás, el 1° de
enero, cuando recibí un mensaje del ingeniero Ricardo Rivero
(expresidente de la Cámara Petrolera y de la Cámara de Comercio de
Valencia) me sentí reconfortado. Ricardo en su nota citó al papa
Francisco, cuando dijo: “No tengáis miedo de ir contracorriente cuando
nos quieren robar la esperanza, cuando nos proponen estos valores que
están viciados... Estos valores nos hacen daño. ¡Debemos ir
contracorriente! Y vosotros jóvenes -(y tú y yo lo somos)-, sed los
primeros: id a contracorriente y tened esa fuerza de ir
contracorriente.
¡Adelante, sed valientes y andad a contracorriente! ¡Y estad
orgullosos de hacerlo!”. Me dijo Ricardo Rivero: “Pienso que hay mucha
falta de coherencia y hasta contradicción entre estas palabras de
Francisco; aleccionadoras, animosas, combativas, y los hechos que tú y
yo vemos diariamente como expresión de la dirigencia, de los líderes,
del comportamiento de muchos. Nos están robando -a ti, a mí, a todos- la
esperanza de ver crecer a los nietos, de gozarlos, de acariciarlos
cuando nos plazca, de tener la felicidad de llamar a nuestros hijos y
decirles: ven, te espero esta tarde.
No creo que ningún padre y abuelo se alegre cuando los hijos se ven
en la necesidad de irse... Y no te nombro lo de Simonovis. Maduro
reacciona como lo que es. Pero tú y yo tenemos que ponernos de acuerdo
en el objetivo: que haya libertad, democracia, paz, para que el país sea
un medio para el crecimiento y desarrollo de todos. Dejar el cómo a
cada quien, pero dejar de jugar -perdóname mi falta de respeto- al
sálvese quien pueda porque al final ni tú ni yo -nadie- nos salvaremos.
¿Esto se consigue con diálogo? No lo creo. Estamos ante un régimen
comunista.
Y tú y yo tenemos que convencernos de que no entregarán. Y no te lo
digo yo, léete el “Plan de la Patria”. Allí está el cómo para ellos.
Aquí habrá diálogo cuando tú y yo les obliguemos a ello. Si no nos mueve
el futuro de nuestros hijos y nietos en un país libre y democrático, no
sé qué nos puede mover. Por 15 años hemos estando buscando excusas y
adjetivos, soslayando y creyendo que... pero ya es el momento, como dijo
la alcaldesa de Guasdualito, de que “perdamos miedo al miedo”
Mejor no pude sentirme interpretado. Por eso dije reconfortado. Dios
bendiga al pueblo venezolano e ilumine el camino que hemos de seguir.
@pabloaure
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