lunes, 9 de abril de 2012

El Rey-Héroe no puede morir

El Carabobeño 09/04/2012
¡Hasta cuándo!
“Nunca es tarde para el arrepentimiento y la reparación” Charles Dickens
PABLO AURE
Hoy intentaré reflexionar sobre dos historias que nos pudieran servir para compararlas con la situación por la cual transita nuestro Presidente. Comencemos por hablar de la épica de Gilgamesh (o Gilgamés): es la antigua historia del rey de Uruk, cuyas grandes obras estaban a la par con sus desmanes y arbitrariedades. Gilgamesh, quien era cuarta-parte Dios, se sentía por encima de los demás hasta que un día se dio cuenta de que, tarde o temprano, iba a morir. Entonces, entra en pánico y comienza su búsqueda por la inmortalidad, la cual comprende la médula de dicha épica, en la cual logra tan sólo perder más de lo que pretendió ganar, y culmina cuando Gilgamesh acepta la naturaleza pasajera de la vida humana.
El punto es que los tiranos, como el Rey-héroe, tienen una costumbre de creer que la mortalidad es una condición que no les corresponde. Es algo que le pasa solamente a los demás, y se trata de una forma remota. Por ende no hacen mayor reflexión al respecto, pero cuando lo hacen suele ser desde una perspectiva algo distorsionada, pues para ellos la muerte no puede ser como la de los meros plebeyos. Tiene que ser especial. Su muerte tiene que ser una cosa de leyendas, material indispensable para permanecer en el recuerdo de las generaciones futuras, inclusive, llegan a creer que para ellos tiene que haber excepciones.
Chávez enfrenta su enfermedad y su posible mortalidad de esa manera. El no es como, por ejemplo, la Jueza Afiuni, para la cual no habrá misas televisadas rogando por su recuperación. El no es como Simonovis, por el cual ningún personero saldrá abogando por el derecho del paciente de tratarse donde y como quiera. El no es como el resto de los venezolanos, que todos los días enfrentan el riesgo elevadísimo de verse con la parca por cometer el terrible error de salir de su casa.
El Rey-Héroe no puede morir como los demás. ¡Cristo, no me lleves todavía! Yo soy especial.
Que se entienda bien: no estamos diciendo que el Rey-Héroe no merece la oportunidad de sanar. Procuro llamar la atención al hecho de que muchos otros en el país, tan humanos como él, no son tratados con la igualdad tan propugnada por el socialismo del siglo XXI.
La Pasión del Presidente
Pocas veces en la historia de la humanidad las tradiciones y costumbres sentadas por la religión o por el folklore (dependiendo del caso) se ven opacadas por un acontecimiento distinto y puntual. Pero esta Semana Santa a los venezolanos se nos ha tratado de impedir recordar la muerte y gloriosa resurrección del Nazareno hace casi dos mil años, pues lo único que intentan que predomine en la mente de todos es la enfermedad del Presidente.
Vale aclarar que el Gobierno suele definir este comportamiento como la “necrofilia de la oposición”. Yo todavía creo que nadie en las altas esferas del poder se ha tomado el tiempo de buscar necrofilia en el diccionario, pero bueno, se entiende, están ocupados con las misas del líder. Ya habrá tiempo para leer; aunque les voy a adelantar una pista sobre el significado de la palabra: es un patrón de comportamiento caracterizado por una atracción sexual hacia los cadáveres. 
El asunto es que es algo injusto acusar a la población de tener una obsesión con la muerte, pues no ha sido espontáneo este interés del venezolano en la salud (o carencia de ella) de un hombre. Es parte de una campaña propagandística, tan elaborada como implacable. No podemos salir a la calle sin que alguien esté hablando de la salud del Rey.
Pero no es la primera vez que el gobierno nos roba una celebración cristiana para llenarla con contenido político. Ya van varias navidades secuestradas por el gobierno, y no olvidemos la costumbre del presidente de escabullir una que otra fiesta nueva en el calendario, como parte de su esfuerzo de consolidar la revolución bolivariana como algo más que un periodo histórico o una etapa como muchas otras en la historia de Venezuela. La revolución, como su presidente, debe ser inmortal, y sobreponerse a cosas como la resurrección de Cristo.
Tiempo de perdón
Por si no he sido lo suficientemente claro en los párrafos anteriores, le vendría bien al Rey-Héroe meditar sobre lo pasajero de la vida. Una de las más comunes reflexiones que puede hacer un hombre cuando avizora el fin de su vida (y, Dios mediante, el señor Presidente pueda esquivar la visita pronta de la muerte) suele ser el arrepentimiento.
Aquí la segunda historia: en un Cuento de Navidad (de Charles Dickens), Ebenezer Scrooge recibe la visita de los fantasmas de la navidad pasada, presente y futura. El último, un espectro oscuro y siniestro, le muestra cómo la gente se alegrará de su futura muerte y las consecuencias de su egoísmo, el cual no podrá corregir pues es poco el tiempo que le queda en el mundo. Al terminar el fantasmagórico episodio, Ebenezer sale de su casa renovado, y obtiene el perdón y la redención derrochando generosidad y altruismo, el cual, según las lecturas más optimistas de la historia, podría llegar a prevenir el terrible futuro que su avaricia había creado.
Presidente: ¿De qué hablarán los venezolanos en la próxima Semana Santa? Ya se encuentre usted entre nosotros o en el más allá, ya sea usted presidente o no, el hecho es el siguiente: podemos hablar de cómo usted liberó a tantos presos de su régimen (como Afiuni y Simonovis, y a otros tantos) en un acto de magnánima clemencia. Por ahí dicen que ser bueno trae buena salud.
Vamos presidente. Tiene una gran oportunidad. Todavía hay algo de tiempo.  

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