El Carabobeño 11/04/2011
¡Hasta cuándo!
Protesta y calle sin parar
Pablo Aure
Hace nueve años nuestro pueblo llevaba varios días marchando en Caracas contra un gobierno palmariamente antidemocrático. Aquel 11 de abril de 2002 fue la megamarcha. Más de un millón de venezolanos se concentraron en Pdvsa Chuao y Parque del Este, y ambas concentraciones emprendieron el recorrido hacia Miraflores para exigir la renuncia de Hugo Chávez. Lo que sucedió después ya es historia conocida. Traiciones producto de las ambiciones desmedidas, improvisación, falta de tino político, y, sobre todas las cosas, considerable falta de valor de muchos de esos uniformados para enfrentarse al dictador y asumir las consecuencias. Mataron al tigre y le tuvieron miedo al cuero. Bueno, no nos distraigamos hablando de ese día negro en nuestra historia para los que amamos la democracia y anhelamos un cambio. Pensemos mejor en cómo reconducir las acciones y poder salir de este atolladero. Nueve años han pasado y creo que aunque hemos avanzado un poco, todavía estamos lejos de poder zafarnos de esta locura "revolucionaria". Aquel 11 de abril de 2002 retrocedimos, y bastante, lo cual ha costado un mar de lágrimas a la democracia venezolana. Nuestro país, en todos los sentidos, está en peores condiciones. Hay más inseguridad, menos justicia, más corrupción, menor eficiencia de los servicios públicos, racionamiento de luz, agua contaminada, más barrios, más escasez de alimentos, más desempleo, los hospitales públicos en ruinas, más alto el costo de la vida, más inflación, más leyes inconstitucionales, menos medios de comunicación independientes, y, en fin, más abusos y descaro perpetrados desde el más alto poder. De verdad que si comparamos las causas que motivaron aquellas protestas con lo que vivimos hoy, es para que a esta hora más personas que las que marchamos ese 11 de abril estuviéramos en las rejas de Miraflores esperando la salida del principal culpable de esta desgracia nacional. No lo sientan como un balde de agua fría, pero les ruego pensar en qué cosa hacer cuando en diciembre de 2012, después de las elecciones, el CNE proclame nuevamente a Chávez ganador. No lo digo para que nos aflijamos, sino para que asumamos mayores riesgos individuales antes de permitirle al régimen seguir avanzando a sus antojos. Lo confieso, por ahora no vislumbro a ningún candidato demócrata a ser reconocido como Presidente de la República por el Consejo Nacional Electoral que hoy tenemos. Si no convencemos y no ganamos la confianza del pueblo para que masivamente salga a la calle, ese CNE jamás publicará unos resultados adversos al régimen.
El riesgo de la pasividad
No sabría decir cuántas veces lo hemos dicho, pero necesariamente hay que insistir en lo mismo: la calle es la única vía para recomponer las cosas. Los dictadores no conocen un lenguaje distinto al del pueblo en la calle para hacerlo cambiar de conducta. Y si no, miremos lo que pasa en los países árabes. ¿Que es peligroso? claro que lo es. Pero no hay otra vía. Es cuestión de sopesar el peligro general que representa la pasividad, y el peligro individual que conlleva actuar con coraje. Recuerden: si ponemos en un platillo de la balanza el interés particular, y en el otro, el interés colectivo, no tenemos por qué dudar de que el fiel de la balanza siempre se inclinará hacia este último. Por eso, me identifico con todas las protestas. Las apoyo y me involucro. Es el idioma que creo debemos emplear en la Venezuela que vivimos. Con la pasividad tendremos a Chávez no digo hasta el 2021, sino hasta el dos mil siempre. Aunque no hay un lugar donde la gente deje de decir que Chávez no saldrá con votos, muchos se empeñan en seguir disimulando la angustia que los acompaña y siguen comportándose como que si aquí la situación está normal. Me permito decirles a los que sólo trabajan para futuras elecciones, que se bajen de esa nube. Los cálculos de escritorios, declaraciones dominicales, o las necias y amañadas encuestas, no le causan mella a Hugo Rafael en sus pretensiones de perpetuarse en el poder. La única manera de que ese señor salga con votos es cuando el pueblo se decida a protestar masivamente en las calles y asuma el riesgo de enfrentarse al peligro que eso significa. Chávez saldrá cuando sienta la amenaza constante del soberano, y no al revés. Eso se encuadra en el viejo apotegma: a Dios rogando, y con el mazo dando. Hoy, quienes se sienten amenazados son los precandidatos que se asustan por el eventual saboteo de las huestes chavistas en cualquiera de sus iniciativas. O lo que es peor aún, gobernadores o diputados que no se atreven a denunciar tal o cual irregularidad por temor a ser inhabilitados.
Complejo golpista
No nos debemos amilanar cuando un verdadero golpista nos etiquete de golpista. Cuando nos dicen que las protestas tienen fines desestabilizadores; que lo que procuramos es debilitar y derrocar del poder al presidente constitucionalmente electo. Nada de complejos. Desde luego que las protestas debilitan a los dictadores, y seguramente hacen que salgan no por un golpe de Estado, sino por el clamor del pueblo que reclama sus derechos. Si no hubiese motivos para protestar desde luego que el pueblo no lo haría. Pero en Venezuela sobran los motivos para seguir protestando, y cada día con mayor intensidad. Y si eso debilita a Chávez, pues, entonces, de manera más severa, tenemos que hacerlo. Lo sabemos: la construcción de la democracia nos costará mucho. En palabras de Churchill: "No tengo nada más que ofrecer que sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor". Pero hay que construirla. Hay que hablarle de tú a tú a los gobernantes. Ya basta de ese temor reverencial. He visto cómo muchos "opositores" le hablan duro al presidente cuando no están frente a frente, pero se chorrean cuando éste les extiende la mano para saludarlos. Lo vimos en la Asamblea Nacional cuando el presidente presentó su "Memoria y cuenta", y lo hemos visto en algunas reuniones con gobernadores de estado. No se trata de incitar a la descortesía, pero ¡por Dios!, al menos deberían tener un mínimo de coherencia.
@pabloaure
www.pabloaure.blogspot.com
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