El Carabobeño 28/02/2011
¡Hasta cuándo!
¡Hasta cuándo!
Las revueltas del 27 y 28 F
Pablo Aure
A veintidós años de aquellos espeluznantes días en que los cerros "bajaron", todavía quedan muchos acertijos por descifrar. Por ejemplo: ¿fue espontánea aquella reacción popular?, ¿se debió en verdad al alza de los precios de la gasolina, o al alto costo de la vida? Dijera Orlando Urdaneta: no vale... yo no lo creo. Si aquellas causas fueron en realidad las que originaron a lo que después se acuñó el nombre de "Caracazo", pues entonces hoy más que nunca hay que decir que están dadas las condiciones para que el país no sólo se subleve sino que, literalmente, estalle. Hoy no es que la vida esté solamente cara sino que, además, hay escasez. Ni siquiera algo que pensábamos imposible de desaparecer, como son las toallas sanitarias, o los pañales desechables (que, dicho sea de paso, son productos de primera necesidad utilizados por mujeres ricas y pobres) hoy vemos a los venezolanos penando por su ausencia. Ni hablar de las medicinas, que ni siquiera antigripales se consiguen. Tampoco los servicios públicos funcionan y las vías públicas, hospitales y escuelas, se encuentran en franco deterioro. El pobre hoy es más pobre, y aquéllos a quienes antes les faltaba poco para ser pobres, ahora lo son sin vacilación alguna. Por eso, hoy no podemos menos que afirmar que, lo vivido en Venezuela durante los días 27 y 28 de febrero de 1989 fue producto de una verdadera conspiración urdida desde algunos sectores antidemocráticos para derrocar un gobierno legítimo que comenzaba a dar demostraciones de querer enrumbar al país hacia un modelo de progreso. Tirios y troyanos se confabularon contra lo que despectivamente llamaron el paquete económico, utilizando como carne de cañón a los débiles de siempre. Pero hay que decirlo con responsabilidad también que, muchas personas notables, medios de comunicación y sectores económicos del país, irresponsablemente abonaron a esa lamentable salida. Demasiado sospechoso que antes sí había motivos para que el país se levantara, y, ahora, no los haya. Hoy muchos patrocinadores y promotores de aquella tragedia se dan golpes de pecho, añorando con sus defectos la antigua democracia. El 27 y el 28 de febrero fue una revuelta inducida por quienes asaltaron posteriormente el poder en Venezuela, y algunos otros que contribuyeron. Ojalá estos tropezones nos enseñen a levantar los pies, sobre todo, porque en este momento en el mundo hay una onda expansiva de sublevaciones contra regímenes opresores, corruptos y violadores de los derechos humanos que no guardan mucha distancia con el régimen venezolano. Cuando Chávez exalta sublevaciones como esos movimientos callejeros, pudiera estar como el que enciende fósforos en un pajal.
La gran diferencia
Quienes hoy están gobernando son capaces de todo. Poco o nada les importa sacrificar vidas con tal de que sus objetivos se cumplan. Ellos sabían que provocar saqueos no era del todo despreciable para saciar a las personas que se estaban comiendo un cable (que, por cierto, se lo siguen comiendo). Pero la oposición al actual régimen no se manifiesta con ese grado de irresponsabilidad y jamás se le ocurriría promover saqueos para desestabilizar a un gobierno que cada día tiene menos arraigo popular, como lo demostraron las elecciones parlamentarias. Si algo se nota en los partidos de oposición (a pesar del vertiginoso deterioro de la economía y el costo de la vida por la elevada inflación) es que hoy se busca darle aliento y largas a la situación para que el gobierno comunista llegue hasta el final del período y sacarlo a punta de votos. Nada que nazca de la miseria humana puede dar buenos frutos. Ninguna venganza es saludable para reconstruir una nación depauperada, y menos, si son los vengadores los que están en los puestos de mando. Pero es que también nada que germine producto del odio podrá tener una vida feliz. Es innegable, la concepción de este monstruo que dirige los destinos del país es producto de aquellos macabros días de febrero de 1989, a poco tiempo de la toma de posesión del segundo mandato de Carlos Andrés Pérez, quien años atrás había nacionalizado las industrias del hierro y del petróleo. Es cierto, había libertad y se denunciaron grandes escándalos de corrupción. Pero si de comparación hablamos, serían insignificantes comparándolo con este desfalco de Hugo Chávez Frías.
Preaviso
A partir de los sucesos del 27 y 28 de febrero, al gobierno de Carlos Andrés se le cantó el preaviso, y grandes proyectos de política económica liderados por Miguel Rodríguez se echaron al cesto de la basura. Luego comenzó a instruírsele el expediente por corrupción al primer mandatario nacional por la acusación de Ramón Escovar Salom, a la sazón Fiscal General de la República. La Corte Suprema de Justicia separará del cargo al Presidente constitucional de Venezuela. Diríamos hoy: ¡qué tiempos aquellos! En que a pesar de sus defectos y múltiples errores, teníamos poderes independientes capaces de contradecir y enjuiciar al mismísimo Presidente de la República. La Venezuela de hoy, que anhela cambios y volver a vivir en democracia, donde se respeten los derechos humanos y haya esperanzas de progreso de paz y de prosperidad, debe trabajar para que jamás se repitan sucesos como los del 27 y 28 de febrero del año ochenta y nueve, lo cual significa, conquistar la confianza del pueblo por medio del voto. Si me preguntan cuándo le entregaremos el preaviso a Hugo Rafael, respondería de una manera muy sencilla: él ya está en preaviso. Esperemos que se vaya, no por una revuelta, con pérdida de vidas sino con el mecanismo civilizado del voto. Como dijo María Corina Machado: le quedan 645 días.
Veintidós años más tarde
Creo que hoy hemos aprendido algo, quizá no todo lo indispensable, pero sí hemos tenido grandes avances. Debemos apostar a la unidad, y sacar provecho de nuestros errores del pasado. Que a pesar de los desafueros de la cuarta república, los gobiernos de entonces tienen hoy una obra que exhibir, lo que este régimen no ha podido lograr. Recordamos con melancolía los hospitales, las escuelas, las carreteras, el Metro de Caracas, las represas, Pdvsa, el programa de becas Gran Mariscal de Ayacucho y la descentralización. Hoy vemos el contraste de lo que éramos y en lo que el chavismo nos ha convertido. Quienes están contentos con esto es porque no saben que pueden estar en mejores condiciones. Allí el trabajo de los líderes, de los maestros, de los profesores, de todos quienes apuestan a un país mejor donde no mande un hombre sino la Ley. Pero con un modelo de progreso y de bienestar. Hemos aprendido que para ganar elecciones se debe trabajar todos los días, que los pobres no esperan la visita de los candidatos o gobernantes solamente durante épocas electorales sino que los necesitan permanentemente para poder creer en ellos. Hemos aprendido que para reconstruir las ruinas que nos dejará Hugo Chávez, se debe invertir muchísimo en educación y en restaurar el sistema judicial. Y algo que también creo hemos aprendido, es que los cogollos no deben seleccionar a los candidatos sino la base a través de las primarias.
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