lunes, 3 de mayo de 2010

Sufriendo con sufragio

El Carabobeño 03/05/2010
!Hasta cuándo!
Sufriendo con sufragio

Pablo Aure
Hay una práctica muy dañina que tiene a la gente enferma: ya sea por miedo a admitir que no se encuentran bien, o por orgullo (pues hay quienes no se permiten ser vulnerables), simplemente se resisten a admitir que no están bien. Esto sucede especialmente por motivos más razonables en caso de enfermedades casi o seguramente incurables, donde se sobrepone el pensamiento positivo frente a la desesperanza. De una manera completamente similar, pueblos enteros pueden caer en ejercicios de negación, cerrando los ojos y tapándose los oídos para creer que están bien, que no pasa nada, y que siguen en democracia. ¿Cómo puede pedírseles que entiendan que están en dictadura, especialmente cuando la idea implica que no hay nada -o muy poco- que puedan hacer para remediarlo? Pero es un hecho: Venezuela está enferma de una bacteria inoculada desde hace años en nuestra sociedad. Sin embargo, por mucho que tenga sentido desde un punto de vista psicológico tal escape de la realidad, el primer caso para superar cualquier condición, física, mental o política es aceptar que existe un problema. Es un error de los venezolanos seguir engañados, y no reconocer con nombre y apellido el sistema político que padecemos, y para desgracia, tener una especie de adormecimiento en las figuras líderes de oposición, que no les deja hablar claro al país. Saben que vivimos una dictadura y también están conscientes de que los dictadores utilizan las elecciones para legitimar su permanencia en el poder, sin que les importe nada los verdaderos resultados. Los tiranos hacen simulacros y acomodan la voluntad de los electores de acuerdo a su conveniencia.
La farsa electoral.-
“¡Es mentira que esto es una dictadura! Si fuera así, ¿por qué ha habido tantas elecciones?”, suelen repetir a los cuatro vientos los dictadores. Un argumento que utilizan los personeros del chavismo para mantener íntegro su manto de aparente legitimidad es que las elecciones y las dictaduras no existen simultáneamente, o que no se puede sostener que un gobierno es totalitario y tiene control del poder electoral, cuando se participa en elecciones. El concepto de totalitarismo de Friedrich y Brzezinski (1956) define un gobierno totalitario como aquel que: (1) tiene una ideología oficial dirigida a llevar a la humanidad a una meta que justifica cualquier sacrificio necesario (lo que más o menos se encuadra donde se encuentran las frases “otro mundo es posible si es socialista” y “socialismo o muerte”), (2) tiene un partido de gobierno al que se somete toda la institucionalidad, (3) existe un terror policial instituido desde el poder político central, (4) hay un monopolio estatal de la información, (5) de las armas, y (6) que tiene a la economía sometida a la burocracia gubernamental. En ningún lugar se sostiene que este sistema carece de elecciones. Todo lo contrario: la teoría del sistema totalitario se fundamenta en lo que se observó en la Alemania Nazi y particularmente en la Rusia de Stalin. La Unión Soviética, de hecho, se valió de numerosas elecciones para legitimar su dominio sobre países vecinos, todas, por supuesto, arregladas, como admitirían los mismos comunistas polacos en su último año en el poder, cuando revelaron que habían manipulado los procesos de 1946 y 1947, en la última de las cuales sostuvieron que alcanzaron un triunfo abrumador con un 80.1% de los votos, cuando en realidad duramente llegaron al 50%, aun habiendo infundido un terror generalizado y limitando la población votante y la disidencia. Pero veamos otros ejemplos: en los años cuarenta, Estonia, Latvia y Lituania observaron elecciones que pavimentaron su ingreso a la URSS, con 92.8%, 97.6% y 99.2% de apoyo a la opción comunista -todos estos números irrisorios y eventualmente quedando demostrado que ninguno de estos eventos electorales fue realizado de manera limpia. Así tenemos la farsa de ayer en la que a los funcionarios públicos los obligaban acudir a votar para aparentar el decidido interés del pueblo revolucionario en seleccionar a sus candidatos. Los candidatos rojos rojitos no ganaron ayer, pues ya habían sido escogidos hace rato por Esteban. Esa elección no fue más que una burla al pueblo que inocentemente pensaba que en realidad estaba escogiendo un nombre para que lo representara como candidato a diputado en la Asamblea Nacional a elegir el próximo 26 de septiembre. Los candidatos definitivos del PSUV, nadie debe dudar que desde el mismo día de su postulación fueron señalados por el dedo de Esteban, y ayer sólo bañó esos nombres de una supuesta legitimidad.
“Contigo todo, sintigo nada” (sic)
La parodia de la consigna oficial, así estructurada por el caricaturista Weil del periódico Tal Cual, contiene en sí uno de los elementos más siniestros del comunismo: estos sistemas no admiten, ni permiten, la idea de un mundo después de ellos. El mismo Marx proponía que el comunismo era “la fase final de la historia”, la culminación del desarrollo de la población. ¿Cómo podemos interpretar esto, sino como una amenaza? ¿Qué debemos sobrentender de las constantes arengas de Esteban sobre como “si ganan los opositores, aquí habrá una catástrofe”, sino como una táctica para consolidar el terror de un supuesto apocalipsis post-chavista? Esta práctica es algo que funciona en la misma manera como ciertas religiones utilizan un supuesto fin de mundo para mantener a la población dentro de un código de conducta adecuado. Los antiguos egipcios vivían bajo la filosofía de que el orden del mundo (que mantenía fuera el caos primordial) se mantenía y fortalecía con el respeto de cada súbdito del reino a complejos códigos de conducta, cuya inobservancia podía facilitar catástrofes como eclipses solares (vistos como la muerte momentánea del Dios solar Ra) o la sequedad del Nilo, que traía hambre y mortandad. Pues ya este gobierno nos ha dictado qué viene antes del apocalipsis: ellos. Sutil pero ciertamente han condicionado a los venezolanos para que crean que salir de este gobierno llevará a una pesadilla de proporciones nunca antes vistas. Más allá de toda la manipulación del CNE, ¿cómo se puede hablar de elecciones libres cuando el pueblo teme cambiar? ¿Cómo podemos tolerar que haya un gobierno que insinúa, y hasta abiertamente proclama, que después de ellos no hay nada, cuando el verdadero corazón de la democracia está en la pluralidad de opciones, en la posibilidad de la gente de elegir gobiernos distintos, y cuando un Jefe de Estado afirma que la reconciliación entre los venezolanos es imposible? Es demasiada la arrogancia de Esteban creer que su régimen será lo último en la historia de Venezuela, si bien hasta puede considerarse una afrenta a toda la población. ¿Quién le dio el derecho a marcar su gobierno como el último capítulo de nuestra historia?
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Twitter: @pabloaure

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