jueves, 9 de noviembre de 2017

Estado beligerante/ @dimitrybelov

Estado beligerante

Dimitry Belov

"Urge un nuevo concepto de alianza" dicen algunos personeros cuyo único objetivo es hacerse del poder por el poder en sí mismo. Para el resto de los ciudadanos, comprometidos y consientes, las alianzas sabemos que debemos llevarlas a cabo en función de objetivos. Esos objetivos o causas, que pueden sonar abstractas, son realmente los aglutinantes y motivadores a restablecer el espíritu nacional, sacudirse el polvo y volvernos a colocar de pie.
Escoger un nuevo objetivo: La nueva causa y sentimiento Nacional
Para dar ese paso estratégico debemos preguntarnos ¿Qué queremos los venezolanos? ¿Es un nuevo presidente? ¿Es menos inseguridad? ¿Es comida en las mesas? ¿Es salarios que alcancen? ¿Qué realmente queremos? Al contestar todas esas interrogantes, que ya han sido contestadas por generaciones anteriores a las nuestras. La mayoría de esas intenciones, lo que llaman el espíritu constituyente, se encuentran plasmadas en los fundamentos de la Carta Magna. Venezuela, como proyecto, es una nación que se conceptualizó para ser libre, con todos los derechos y deberes que ello significa.
Excepto por la aberración que significa reelección indefinida, nuestra Constitución es casi perfecta, y  de aplicarse, tiene las bases suficientes para devolvernos a la senda que queremos transitar. Ese camino de crecimiento intelectual, cívico, ético y económico existe ya ahí. Las libertades económicas existen allí, la trasferencia de competencias también, la descentralización y minimización del Estado para que no influya en los asuntos privados se encuentran ya dentro de nuestro esquema legal. Retomarlos es una de las tareas si queremos alcanzar el bienestar, el desarrollo y la calidad de vida como el sentimiento nacional que nos una.
La Estrategia: La guerra contra los vicios de los socialistas y comunistas.        
Un Estado socialista y/o comunista, en la práctica, busca hacerse cada vez más grande. Consigue sustituir el empuje y la iniciativa privada con la “asistencia social” condenando a las naciones a programas de pésimos servicios plagando de corrupción al Estado desde lo más fundamental hasta las altas esferas. Es así como consiguen la implementación de la Ineptocracia;  el gobierno de los menos aptos elegidos por los que menos aportan.
Ninguna guerra se ha ganado con un solo ejército en un solo frente. Decir que la salida es sólo la calle no va a llamar a la acción ni a la misma persona que está convocando. Llamar a un paro, con el hambre que hay y en vísperas del resuelve decembrino menos. ¿Entonces? ¿Cuál es la estrategia? Está en hacerse de las armas del ENEMIGO, el único asidero que le queda al régimen es el financiero.
En el plano político, debemos obligar, a la Asamblea Nacional, paradójicamente elegida por nosotros,  a tomar el próximo paso que no ha querido dar, el nombramiento del legítimo y real nuevo CNE procurador, fiscal general y defensor del pueblo, que al igual que el TSJ, funcionarán desde el exilio. Así nacerá el Estado Beligerante en el exilio, aquel que tendrá la institucionalidad y legitimidad suficiente para que conjuntamente con el TSJ y la Asamblea Nacional puedan desviar los fondos de PDVSA de las cuentas y bancos que maneja el Cartel de Nicolás Maduro. Ahogando financieramente al régimen el jaque mate le viene desde su misma trinchera.
¿Y los demás carteles?
Las Fuerzas Armadas son ya en realidad solo milicias de desadaptados incultos a cargo de diferentes mafias repartidas a lo largo y ancho del país, con cada vez más deserciones y bajas debido al hambre generalizada que se agudizará en los próximos meses. Remover a las mafias y negocios que maneja la Fuerza Armada no tiene otra vía sino la de la presión legal y la fuerza. Es imperante que el TSJ en el exilio lleve a cabo algún recurso que permita dar de baja a todos aquellos personajes del alto mando militar que hoy manejan los diferentes carteles. De esta forma podemos establecer diálogo con los mandos medios para concertar las condiciones de la transición y la retirada del ejército invasor cubano. Ese diálogo debe darse con la carta sobre la mesa de una posible intervención humanitaria de los países vecinos.
¿Y las elecciones para cuándo?
Pensar en marzo del 2018 es tan iluso o inepto como haber ido a las “elecciones de gobernadores”, donde la gente vota pero no elige. Una vez removido el dictador y haber controlado a los organismos de seguridad del Estado, el primer paso sería la vuelta al país de las instituciones del Estado Beligerante; hoy Estado de transición. Este organismo, tendría a nivel político, la responsabilidad de la liberación de todos los presos y rehabilitación de todos aquellos inhabilitados por oponerse al régimen, la depuración de del REP y la reestructuración  del proceso electoral. En lo económico se ejercería el plan necesario para la estabilización macroeconómica mientras se apertura el canal humanitario internacional. Este proceso fácilmente podría llevarse 9 meses; Diciembre 2018 no suena nada mal siempre que una comisión de transición sea quien lidere la nación en ese espacio.
A los electoreros les digo, mientras en USA se estaban matando en la guerra civil para la abolición de la esclavitud, Venezuela llevaba 10 años ya de haberla desaparecido. Cuando la mayoría de los países se peleaban porque sus mujeres votaran, en Venezuela cualquier ciudadano hombre o mujer mayor de 18 años podía ya ejercer su derecho al voto. El ciudadano venezolano en su común denominador quiere votar, pero quiere hacerlo con la igualdad, confiabilidad, imparcialidad, transparencia y eficiencia que establece el artículo 293 de la constitución de la república, no brindarle esa oportunidad es una vil y rastrera estafa. Llevar a la población con las mismas condiciones a otra elección es irresponsable y mal intencionado.
¿Y mientras, qué  hacemos los ciudadanos?
Lo primero es recuperar el ánimo, pues poco logramos desganados, por eso hasta los ejércitos más feroces marchan cantando. Lo segundo es velar por el bienestar de nuestras familias y la comunidad, en el entendido que involucrarnos cívicamente en los asuntos públicos hoy en día es un deber que tenemos todos. Los ciudadanos estamos en el deber de formar una mega estructura de organización cívica. Esta vez no será para hacerle comparsa a todo lo que diga “Raquel y todo aquel”, sino para exigir una ruta clara hacia nuestra calidad de vida, así como la recuperación  de un futuro inmediato próspero y libre. Esa organización es vital para evitar las bajas en este nuevo episodio. Donde seguro habrá momentos en que nos toque de nuevo regresar a reencontrarnos en las calles, para exigir, para pelear y para celebrar, porque ¡Gallo que no repite no es gallo!

@DimitryBelov

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