Estado beligerante
Dimitry Belov
"Urge un nuevo concepto de alianza" dicen algunos personeros cuyo único objetivo es hacerse del poder por el poder
en sí mismo. Para el resto de los ciudadanos, comprometidos y consientes, las
alianzas sabemos que debemos llevarlas a cabo en función de objetivos. Esos
objetivos o causas, que pueden sonar abstractas, son realmente los aglutinantes
y motivadores a restablecer el espíritu nacional, sacudirse el polvo y
volvernos a colocar de pie.
Escoger
un nuevo objetivo: La nueva causa y sentimiento Nacional
Para dar ese paso estratégico debemos
preguntarnos ¿Qué queremos los venezolanos? ¿Es un nuevo presidente? ¿Es menos
inseguridad? ¿Es comida en las mesas? ¿Es salarios que alcancen? ¿Qué realmente
queremos? Al contestar todas esas interrogantes, que ya han sido contestadas
por generaciones anteriores a las nuestras. La mayoría de esas intenciones, lo
que llaman el espíritu constituyente, se encuentran plasmadas en los
fundamentos de la Carta Magna. Venezuela, como proyecto, es una nación que se
conceptualizó para ser libre, con todos los derechos y deberes que ello
significa.
Excepto por la aberración que
significa reelección indefinida, nuestra Constitución es casi perfecta, y de aplicarse, tiene las bases suficientes para
devolvernos a la senda que queremos transitar. Ese camino de crecimiento
intelectual, cívico, ético y económico existe ya ahí. Las libertades económicas
existen allí, la trasferencia de competencias también, la descentralización y
minimización del Estado para que no influya en los asuntos privados se
encuentran ya dentro de nuestro esquema legal. Retomarlos es una de las tareas si
queremos alcanzar el bienestar, el desarrollo y la calidad de vida como el
sentimiento nacional que nos una.
La
Estrategia: La guerra contra los vicios de los socialistas y comunistas.
Un Estado socialista y/o comunista,
en la práctica, busca hacerse cada vez más grande. Consigue sustituir el empuje
y la iniciativa privada con la “asistencia social” condenando a las naciones a programas
de pésimos servicios plagando de corrupción al Estado desde lo más fundamental
hasta las altas esferas. Es así como consiguen la implementación de la
Ineptocracia; el gobierno de los menos
aptos elegidos por los que menos aportan.
Ninguna guerra se ha ganado con un
solo ejército en un solo frente. Decir que la salida es sólo la calle no va a
llamar a la acción ni a la misma persona que está convocando. Llamar a un paro,
con el hambre que hay y en vísperas del resuelve decembrino menos. ¿Entonces?
¿Cuál es la estrategia? Está en hacerse de las armas del ENEMIGO, el único
asidero que le queda al régimen es el financiero.
En el plano político, debemos
obligar, a la Asamblea Nacional, paradójicamente elegida por nosotros, a tomar el próximo paso que no ha querido dar,
el nombramiento del legítimo y real nuevo CNE procurador, fiscal general y
defensor del pueblo, que al igual que el TSJ, funcionarán desde el exilio. Así
nacerá el Estado Beligerante en el
exilio, aquel que tendrá la institucionalidad y legitimidad suficiente para que
conjuntamente con el TSJ y la Asamblea Nacional puedan desviar los fondos de
PDVSA de las cuentas y bancos que maneja el Cartel de Nicolás Maduro. Ahogando
financieramente al régimen el jaque mate le viene desde su misma trinchera.
¿Y
los demás carteles?
Las Fuerzas Armadas son ya en
realidad solo milicias de desadaptados incultos a cargo de diferentes mafias
repartidas a lo largo y ancho del país, con cada vez más deserciones y bajas
debido al hambre generalizada que se agudizará en los próximos meses. Remover a
las mafias y negocios que maneja la Fuerza Armada no tiene otra vía sino la de
la presión legal y la fuerza. Es imperante que el TSJ en el exilio lleve a cabo
algún recurso que permita dar de baja a todos aquellos personajes del alto
mando militar que hoy manejan los diferentes carteles. De esta forma podemos
establecer diálogo con los mandos medios para concertar las condiciones de la
transición y la retirada del ejército invasor cubano. Ese diálogo debe darse
con la carta sobre la mesa de una posible intervención humanitaria de los
países vecinos.
¿Y
las elecciones para cuándo?
Pensar en marzo del 2018 es tan iluso
o inepto como haber ido a las “elecciones de gobernadores”, donde la gente vota
pero no elige. Una vez removido el dictador y haber controlado a los organismos
de seguridad del Estado, el primer paso sería la vuelta al país de las
instituciones del Estado Beligerante; hoy Estado de transición. Este organismo,
tendría a nivel político, la responsabilidad de la liberación de todos los
presos y rehabilitación de todos aquellos inhabilitados por oponerse al
régimen, la depuración de del REP y la reestructuración del proceso electoral. En lo económico se
ejercería el plan necesario para la estabilización macroeconómica mientras se
apertura el canal humanitario internacional. Este proceso fácilmente podría
llevarse 9 meses; Diciembre 2018 no suena nada mal siempre que una comisión de
transición sea quien lidere la nación en ese espacio.
A los electoreros les digo, mientras
en USA se estaban matando en la guerra civil para la abolición de la
esclavitud, Venezuela llevaba 10 años ya de haberla desaparecido. Cuando la
mayoría de los países se peleaban porque sus mujeres votaran, en Venezuela
cualquier ciudadano hombre o mujer mayor de 18 años podía ya ejercer su derecho
al voto. El ciudadano venezolano en su común denominador quiere votar, pero
quiere hacerlo con la igualdad,
confiabilidad, imparcialidad, transparencia y eficiencia que establece el
artículo 293 de la constitución de la república, no brindarle esa oportunidad
es una vil y rastrera estafa. Llevar a la población con las mismas condiciones
a otra elección es irresponsable y mal intencionado.
¿Y mientras, qué
hacemos los ciudadanos?
Lo
primero es recuperar el ánimo, pues poco logramos desganados, por eso hasta los
ejércitos más feroces marchan cantando. Lo segundo es velar por el bienestar de
nuestras familias y la comunidad, en el entendido que involucrarnos cívicamente
en los asuntos públicos hoy en día es un deber que tenemos todos. Los
ciudadanos estamos en el deber de formar una mega estructura de organización cívica.
Esta vez no será para hacerle comparsa a todo lo que diga “Raquel y todo aquel”,
sino para exigir una ruta clara hacia nuestra calidad de vida, así como la
recuperación de un futuro inmediato
próspero y libre. Esa organización es vital para evitar las bajas en este nuevo
episodio. Donde seguro habrá momentos en que nos toque de nuevo regresar a
reencontrarnos en las calles, para exigir, para pelear y para celebrar, porque
¡Gallo que no repite no es gallo!
@DimitryBelov
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