El Carabobeño
¡Hasta cuándo!
Nos hundimos lentamente
@pabloaure
Nada sencillo lo que padecemos. Venezuela como nunca se ha sumergido
en una espesa arena movediza. Mientras el régimen hace movimientos
desesperados, se observa cómo se hunde más.
La situación económica es insostenible. Nada bueno podemos predecir,
porque quienes tienen en sus manos las finanzas de la nación, son
ignaros e improvisados. Un país que hace 16 años tenía una deuda externa
alta pero manejable (llegaba a finales de 1998 a una cantidad cercana a
los 28 mil millones de dólares) ahora, en tiempos de revolución, a
pesar de haber recibido las arcas del Estado por concepto de ingresos
petroleros cantidades que exceden a la suma de todos los gobiernos
anteriores, nuestra deuda hoy es superior a los 200 mil millones de
dólares. Dijera Luis Herrera “tenemos un país hipotecado”. La respuesta
salta a la luz de todos. Sabemos cómo se repartía -y se sigue
regalando- nuestro dinero para “ayudar” a otros países, o para expandir
los ideales de quien se creía el mesías que salvaría al mundo de las
tentaciones capitalistas o neoliberales; y vaya contrariedad o
equivocación: pensar que el querer controlar todo por las bondades del
petróleo le daría estabilidad de ser sustentable en el tiempo. Pero ya
vemos los resultados: antes se satanizaba al Fondo Monetario
Internacional y ahora parece que inevitablemente vamos a caer en sus
garras (para utilizar un término de ellos mismos)
Pero es que no solamente estamos en la bancarrota por los regalos
hacia el extranjero: también hemos caído en desgracia por los megaguisos
elaborados con el tesoro de la república y hasta desde las mismísimas
oficinas ministeriales. Las exorbitantes fortunas hechas por personeros,
familiares y allegados de los capitostes del régimen dan fe de lo que
decimos o escribimos ¿O es que acaso ustedes no han visto que muchos
limpios de solemnidad de hace 15 años, ahora son los amos (no del valle)
sino de Venezuela? La corrupción, la mala administración producto de la
improvisación y la irresponsabilidad en el manejo de los recursos han
sido la causa del deterioro de nuestra economía y el consiguiente
abandono de los servicios públicos.
Las “pocas” obras son de la “Cuarta”
Nadie puede entender cómo es posible que casi la totalidad de los
hospitales existentes en Venezuela hayan sido construidos durante los
anteriores gobiernos, con mucho menos recursos. Por ejemplo, con un
barril de petróleo a un precio que oscilaba entre 1,60 $ hasta 15,6 y 19
$. En cambio, desde hace 15 años el petróleo ha superado la barrera de
los 100$. Pues bien, con barriles a precio de decenas de porcentajes
menores, no solo se construyeron los hospitales que sobreviven en
Venezuela, sino que también se hicieron los miles de kilómetros de
carreteras y autopistas existentes que fueron el producto de la visión
de futuro de gobiernos adecos y copeyanos. Nuestras centrales termo e
hidroeléctricas fueron también obras terminadas en el puntofijismo.
Repito, con muchísimo menos población, se pensaba en grande. Y por eso
se construyeron grandes obras: la central “hidroeléctrica de Guri” es
una de ellas, que ahora de acuerdo a un decreto en el 2006 del
presidente muerto, le cambiaron el nombre por “Central hidroeléctrica
Simón Bolívar”, en una suerte de querer hacer creer que fue construida
en la “revolución”. En eso si son unos campeones los rojos rojitos: en
cambiarle el nombre a las obras construidas por otros para meter el
embuste de que las construyeron ellos. Por cierto, gracias al Guri
tenemos de vez en cuando electricidad. Porque si fuera por Maduro y su
antecesor ya estaríamos en total penumbra, porque ni velas se
consiguen.
Hacen alarde de la misión viviendas, pero no han podido superar -ni
lo podrán, por haber quebrado al país- el número de unidades
habitacionales construidas en democracia. En lo que va de régimen
castro-chavista-madurista no se han construido ni siquiera 600 mil
viviendas, mientras que los gobiernos anteriores se construyeron más de
millón y medio.
Inflación con escasez
Se habla de la inflación, pero también la escasez nos mata. Este
régimen no se ha conformado con no construir obras, y destruir las
existentes, sino que nos ha afectado directamente nuestros bolsillos, y
consecuencialmente nuestra economía individual. Los sueldos no alcanzan
para comprar ni siquiera la canasta alimentaria que todos los días se
dispara en su valor y escasean los productos que la componen. Los
empleados públicos han sido los más golpeados sobre todo en el sector
salud y en el educativo. Los sueldos de las enfermeras o de los médicos
son de hambre, el de un maestro imposible que pueda subsistir sin
dedicarse a otra actividad.
El sector universitario merece un comentario especial. Durante los
gobiernos de la mal llamada IV república era un privilegio ser profesor
universitario, empleado u obrero y, desde luego, también estudiante de
las universidades públicas. Sueldos acordes con su preparación y
exigencias. Buenas becas, buenos planes para estudiar postgrados en el
exterior, inigualables servicios de transporte y comedor, una red de
residencias estudiantiles extraordinario. El sueldo de un profesor
comenzando su carrera como docente superaba los mil dólares mensuales.
En cambio hoy, un profesor, con todos los ascensos y a dedicación
exclusiva, con los años de servicio para jubilarse, si acaso excede los
200 $. Esa es la realidad de la Venezuela actual. Somos pobres y si
continuamos con el mismo sistema seremos cada día más pobres. La pobreza
no tiene fondo, como las piscinas, que puedes tocar fondo y rebotar.
Nada de eso, no hay límites en el precipicio cuando los gobiernos
equivocan sus políticas económicas.
La escasez es más peligrosa que la inflación. Evidentemente ambas,
cuando se unen, son un coctel explosivo; esa mezcla la estamos
soportando desde hace varios meses y cada día se acentúa más. No podemos
ver la falta de un producto alimenticio, de limpieza o higiene de
manera aislada; eso de por sí representa un peligro, pues, es un
indicador de cómo están nuestras industrias, y siendo esto así, nos
anuncia que poco a poco habrá más desempleados, ya que industria que no
produzca está condenada al cierre. Viene ocurriendo en el sector
automotriz. Me comenta un ejecutivo de la Ford que acá en Valencia la
cantidad de carros que antes se producían en un día ahora lo ensamblan
en un mes; me decía este fin de semana que Ford en Valencia cuenta con
dos mil 500 empleados, y que sobran 500, que llegará el momento de
reducirlos, pues la planta se mantiene con los ahorros en Venezuela,
porque del exterior no están mandando recursos. No quisiera alarmarlos,
pero lo que ocurre con las medicinas y materiales médico quirúrgicos no
tiene precedente. Ya veremos explotar las clínicas, porque en los
inventarios ya casi ni queda lo elemental como son las suturas y desde
hace algún tiempo en Venezuela no tenemos ni marcapasos, ni stents; es
decir, veremos aumentar las muertes por problemas del corazón. Y lo peor
es que los más afectados son las clases con menos recursos, esos por
quienes el régimen dice gobernar.
Burocracia patriótica
Ni hablar de ministros o funcionarios públicos. Cuando el finado
presidente llegó al poder criticó el número de ministros que encontró:
pues bien, ahora no solo tenemos ministros que duplican a los que
existían sino que se ha creado un conjunto de vicepresidentes con rango
ministeriales (me imagino que estamos en un número cercano a los 50,
entre ministros y vicepresidentes). En el año 1998 había 900 mil
funcionarios públicos, ahora superamos a los dos millones 500 mil
“trabajadores” adscritos a la administración pública, con menos
industrias y con mayor ineficiencia de los servicios públicos. Es decir,
el número se ha incrementado, quizá para costear la burocracia
partidista y tener nóminas para fines proselitistas y quién sabe si de
defensa revolucionaria: léase colectivos.
Señores, nos estamos hundiendo lentamente, pero hay quienes siguen
apostando a la convivencia con el sistema asegurando su presente o
futuro personalísimo, sin importarles o mejor dicho consintiendo en la
destrucción del país.
Mientras el país se derrumba hay quienes hacen planes para cohabitar
con los destructores. ¡Qué mal los veo, porque ellos tampoco se
salvarán! Mejor dicho: que mal nos vemos como pueblo....
@pabloaure
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