Desalojar al supremo
@pabloaure
La palabra supremo en Venezuela no es la misma desde que la inefable revolución decidió cambiarle el
significado. Primero Chávez se encargó de destruir la independencia del
tribunal “supremo” de justicia, y ya sabemos en las demandas lo que ha
significado esa maniobra. Luego, el propio Chávez se autodenominó líder “supremo”
de la revolución. Pero, ¿qué se esconde detrás de esa palabra? Veamos.
Si tomamos como ejemplo a Perú,
país que ha estado lleno de historias de corrupción, donde varios de sus
presidentes han sido destituidos, otros encarcelados y/o en el exilio huyendo
de la justicia. El Congreso peruano cumple con sus funciones. Los congresistas
se ponen de acuerdo para dar o quitar gobernabilidad al jefe del Poder Ejecutivo.
No me refiero a si los congresistas son honestos o villanos, nada de
eso, solo quiero significar que ellos saben ejercer la representación popular.
Se ponen de acuerdo para determinados asuntos que definen y deciden el destino
de la nación.
En cualquier parte del mundo el Poder Legislativo es el genuino
representante de los ciudadanos. Hay que recordar que la soberanía reside en el
pueblo y que además ésta es ejercida a través
de sus representantes, pues entonces, es de suponer que es en el Legislativo
donde se amalgama la voluntad popular. Eso es lógico porque allí está la
representación de todos los estados. La composición del Congreso, del
Parlamento o de la Asamblea Nacional debe ser lo más parecido a las corrientes
del pensamiento existentes en el país.
Así funcionan las democracias. El ejecutivo debe estar controlado por
el legislativo. Desgraciadamente aquí en Venezuela, la Constitución lo
establece pero no se cumple, porque quien detenta las funciones de presidente
se ha erigido como el rey o peor aún como el “supremo” tirano no sujeto a ningún
tipo de control.
Allí está la clave, en Venezuela falló el sistema republicano al no
impedir que se concentrara en un solo individuo todo el poder y en peor caso,
sin ningún control. Por lo tanto, merece hacerse una profunda revisión de todo
nuestro ordenamiento jurídico para que esto nunca más tenga lugar.
Las malas intenciones.-
Hay gobiernos malos y gobiernos del mal. El de Maduro pertenece sin
duda a los segundos. Sigamos con Perú de ejemplo. La semana pasada hubo un escándalo
que terminó en la renuncia del presidente Kuczynski, porque supuestamente está involucrado
en un caso de soborno con la empresa Odebrecht.
Cualquier mortal
venezolano diría: ¡vaya puritanismo! porque los socialistas del siglo XXI han
hecho del soborno y de la tracalería su caja chica. Eso en este país ya no
asombra a nadie. Odebrecht ni es tomada en cuenta porque esas comisiones que
suele dar a los facilitadores de los contratos pudieran ser consideradas como
un sencillo pa´los frescos. Eso es un sencillito. Aquí lo que se repartía y se
sigue repartiendo, aunque en estos ultimos meses quizá en menor escala, son
barcos de petróleo, toneladas de oro, minas de diamantes, millones de dólares a
diez bolívares, arcos mineros, yacimientos petroleros, sistemas eléctricos no
adquiridos pero si comprados, ferrocarriles que se han pagado pero en maquetas,
gandolas de gasolina o autopistas en planos.
Estos barbaros han
secado pozos de petróleo y quebrado todas las empresas estatales que estaban en
plena actividad, y sin embargo no ha habido ninguna investigación que inculpe a
los responsables. No hay sanciones para los peces gordos, solo multas e
inhabilitaciones y en algunos casos cárcel para chivos expiatorios o para
quienes se salen del proyecto del patrón rojo malandro.
Entonces, ¿por qué
en Perú el presidente renuncia por un escándalo y aquí no? Para empezar, Maduro
no es presidente, desde el principio ha usurpado el cargo, y como si fuese
poco, la Asamblea Nacional que al parecer está de adorno, declaró el abandono
del cargo a principios del año pasado y no hizo cumplir su decisión. Pero más
allá de eso, esto ocurre porque a pesar de la corrupción que pueda existir en
otros países, la mayoría de los políticos cuando ven acercarse un mal mayor
para su pueblo, deciden hacerse a un lado. Acá en Venezuela ocurre lo
contrario, cuando ven que la situación puede empeorar, se empeñan en hacerla
doblemente peor, por eso insisto, esto que soportamos es un gobierno del mal.
Un pranato
revolucionario.-
Venezuela es un
pranato donde no es que no exista solamente un Poder Legislativo que se haga
respetar, sino que todos los demás poderes tienen una línea de comportamiento
que obedecen a los capos del sistema. Venezuela no es una república, es un país
forajido gobernado por la delincuencia.
No hay tribunales
ni parlamento. Los que existen son solo caricaturas. Venezuela desgraciadamente
está dominada por verdadera bandas criminales con nexos con organizaciones
dedicadas a las más diversas modalidades de delitos, desde el terrorismo hasta
el tráfico de drogas.
Este sombrío
panorama se ha extendido a todas las instituciones que sienten temor por
enderezar la situación. No se atreven a dar el paso necesario para su liberación.
No sé en qué momento de la
historia nos encontremos, sinceramente no me atrevo a decir cuánto falta para
reaccionar. Pero lo que si debo confesarles es que desde hace rato no siento
ninguna confianza en lo que puedan realizar los poderes de papel que están
ocupados por soldaditos de plomo que se desplazan en un tablero que mueve el
alto gobierno, bajo las directrices del tirano del Caribe.
Venezuela no saldrá
de esta macabra tiniebla mientras no entendamos las dimensiones del asunto.
Basta de seguir engañando a la gente vendiéndole salidas electorales. Que se dejen de
zoquetadas aquellos que dicen que solo conocen el método electoral
para quitar o poner gobernantes. ¡Mentirosos! De esta tiranía jamás saldremos vía
electoral porque nos enfrentamos a una banda criminal que asaltó el poder para
nunca más abandonarlo. No es especulación, ellos lo han dicho.
A quienes me
pregunten qué cosa propongo, les contesto: léanse el artículo 333 de la Constitución, luego
piensen de qué manera podemos colaborar en el
restablecimiento de la efectiva vigencia de la Constitución. No se me ocurre
otra distinta a la de la unión Civico-Militar con la indispensable ayuda de
fuerzas internacionales. ¡Por Dios!, la salida no será convencional y tampoco
será por las buenas porque no nos enfrentaremos a una congregación de
hermanitas descalzas. Los que pretenden quedarse a perpetuidad son mafias de la
peor calaña a quienes debemos desalojar como sea. Ese como sea vuela en nuestra
imaginación y siempre debemos tener presente la ayuda de paises aliados y de
organismos internacionales para generarle confianza a esa unión civico-militar
cuyo activación es urgente. Creo que los vientos soplan en esa dirección, en
todas partes se escucha el estrundoso malestar que viene creciendo en cada
rincon del país, ese grito agitado ha penetrado en lo más adentro de los cuarteles.
Hoy, solo a la espera de la indispensable ayuda humanitaria para terminar con
la faena. Ese tirano que hoy se erige como supremo y que tiene su corte de
aduladores, debe ser desalojado lo más pronto posible para volver a tomar el camino de la libertad y
fundar la anhelada república con la que todos soñamos.
Pablo Aure.
No hay comentarios:
Publicar un comentario