¡Hasta cuándo!
Tiro de gracia
@pabloaure
El acta de defunción de
Oscar Pérez, ex inspector del CICPC señala como causa de su muerte “traumatismo cráneo encefálico severo por herida de arma de fuego en la
cabeza”. Parecido informe plasmó el forense para detallar la causa de la muerte
de quienes lo acompañaban en el momento monstruoso de la
ejecución de El Junquito. Se lee: “hemorragia subdural, fractura de cráneo,
herida por arma de fuego con proyectil único a la cabeza” Las siete personas
(incluido Oscar Pérez) murieron por un tiro en la cabeza. Ninguno se salvó en
esa masacre. La orden fue clara: “mátenlos a todos”. Y para que la orden se
cumpliera al pie de la letra se recurrió a mercenarios experimentados en el
arte de asesinar y extorsionar, a los tristemente famosos y mal llamados
“colectivos”.
La sola
presencia de los irregulares armados en las inmediaciones de El Junquito es
suficiente para corroborar que Venezuela es dirigida por una especie de “pranato” al margen de la ley. Llegaron al sitio los colectivos pero se
le impidió al CICPC tener acceso al lugar de los acontecimientos. No se
resguardaron las evidencias, sino por el contrario, han hecho todo lo posible
para desaparecerlas.
El
régimen exhibió con desnudez espantosa su naturaleza asesina. No tiene
escrúpulos, ni el más mínimo respeto hacia la vida del rendido. Maneja códigos
ajenos a la civilidad.
El
pasado lunes 15 de enero Venezuela retrató el verdadero rostro del “Socialismo
del siglo XXI”; un rostro que no mata en defensa sino como lección. El mensaje
de escarmiento o medida ejemplarizante fue ratificado por funcionarios del régimen pocas
horas después del ajusticiamiento: quien se atreva a hacer lo mismo que Oscar
Pérez, correrá con idéntica suerte.
El
sadismo de quienes desgobiernan no se conformó con ejecutarlos salvajemente, al
mismísimo estilo de aquellos verdugos fundamentalistas que filman el momento de
quitarle la cabeza a los infieles como señal de poder. Sino que también después
de darle muerte, profundizan el dolor ya causado a sus familiares, demorando la
entrega de los cadáveres. Amenazándolas con incinerarlos y finalmente
estableciendo el lugar, fecha y asistentes al sepelio. No hay otra palabra para
calificar a los capitostes del régimen: ¡son unos monstruos!
Pero como ya lo he dicho en estas mismas líneas, no son unos monstruos
cualquiera, pues en su haber tienen un variado culto a la muerte: Han asesinado
a jóvenes manifestantes disparando metras, perdigones en los ojos, bombas
lacrimógenas directo al corazón y a la cabeza, han dejado morir a miles de
ciudadanos por no conseguir medicamentos, le prohíben a los médicos del sistema
público de salud diagnosticar desnutrición para ocultar las cifra de los
venezolanos que no pueden comer más de una vez al día, y como si esto fuera poco, parece que le han agarrado el
gusto que sus ejecuciones sean transmitidas por redes sociales.
De
defensor a verdugo.-
Tarek William Saab, funcionario designado como fiscal general de la república
por la espuria asamblea nacional constituyente, ha sido sordo, ciego y mudo en
esta masacre.
Él que se ufanaba de ser un gran defensor de los DDHH, hoy con su
silencio se convierte en encubridor de muchos delitos y, hasta en el cómplice
necesario para que los mismos se cometieran. ¿Qué pasó la
madrugada de aquel 15 de enero en El Junquito? ¿Hubo autorización expedida por
un juez? ¿Dónde está el acta “policial” levantada para llevar a cabo esa
operación? ¿Se le participó al
ministerio público? ¿Por qué Tarek William Saab no envió a ningún fiscal para garantizar el respeto a
los más elementales DDHH? Desde muy temprano estaban circulando en las redes
mensajes de Oscar Pérez y de muchos de sus seguidores donde anunciaban la
operación. El fiscal general de la república, que otrora simulaba ser defensor
de los DDHH ahora se hizo el loco, y por desatender sus responsabilidades como “fiscal
general”, la historia lo obligará más temprano que tarde a sentarse en el
banquillo de los acusados por no haber impedido esos asesinatos.
El legado de Oscar Pérez
Muchos ignoraban lo que en realidad quería Oscar Pérez, estoy seguro que él nunca se imaginó el
legado que dejaría. Si estaba sustrayendo armas de los cuarteles para usarlas
en defensa del pueblo cuando así lo considerara necesario, difícil entender
entonces, que no las haya utilizado para defenderse durante esa salvaje
operación. Su lenguaje jamás fue de odio, él invitaba a sus compañeros y a las
FAN a unirse al pueblo. Hoy, a una semana de su acribillamiento, podemos decir
que Oscar murió con las botas -de la resistencia- puestas. Pero además,
documentó paso a paso el desenlace de la operación que acabó con su vida
convirtiéndolo en el mártir que tuvo el valor de filmar su ejecución. Esas
transmisiones en las que manifestaba que estaba rendido, tengan la seguridad
que serán de vital importancia en la inminente acusaciónn contra Nicolás Maduro ante la Corte Penal Internacional.
Pablo Aure
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