¡Hasta cuándo!
Después de esta no hay otra
oportunidad
@pabloaure
“El
hombre tiene que establecer un final para la guerra. Si no, ésta establecerá un
fin para la humanidad”. John Fitzgerald Kennedy
Sin negociación no hay salida.-
La
palabra diálogo nos trae malos recuerdos, porque cuando la dictadura está en
apuros recurre a ella para oxigenarse. Por eso vamos a cambiarla por
negociación. Necesario dialogar para negociar algo. Ese algo es la transición
que causará el desalojo. Es necio pensar que sin mediar palabras la salida no
será traumática. Los enemigos nunca pueden suspender las conversaciones, “aún
ni con el sonar de los cañones, el diálogo se puede suspender” (Mao Tse- tung)
Lógico
que cuando se está muy cerca de llegar al final de las guerras, los contrincantes
tratan de demostrar su fortaleza. La oposición, desafiante y con coraje en las
calles y, los órganos represores del régimen con sus huestes civiles o
militares, encarcelando y acribillando sin piedad a los manifestantes. Eso es
lo que estamos viendo. Si el régimen retrocede se sentirá derrotado, y si por
el contrario es la oposición la que se calma, podemos asegurar y parafraseando
a Simón Díaz con el Caballo viejo que luego de esta “no habrá otra oportunidad”.
Siendo esto así, la inteligencia es la
que debe imponerse. No es renunciar a la radicalidad sino recurrir a la
racionalidad. Esta lucha no es de todo ganar o no ganar nada. Durante las
guerras no hay ganadores, todos perdemos. Cuando me refiero a no renunciar a la
radicalidad es a nuestras ideas las cuales debemos defender en todos los
terrenos siempre y cuando logremos algo.
Hoy la inmensa mayoría de la institución
militar está convencida que el país no puede continuar por el mismo rumbo. Con
ellos cuenta la oposición para evitar mayor derramamiento de sangre. La Fuerza Armada
Nacional no puede permitir que se siga asesinando a un pueblo que reclama
libertad. No tengo la menor duda que ese es el sentir de un amplio porcentaje
de los integrantes de la FAN, aunque estamos claros que existe un grupete de
capitostes milicopoliticos que siguen apoyando la continuidad de la satrapía de
Nicolás Maduro, porque saben muy bien que si cae el tirano el brazo de la
justicia los alcanzará.
El juego (o el fin de la guerra)
parece estar trancado por el miedo de pocos (militares) o la soberbia de muchos
en tratar de insistir en el todo o en la nada, con este tipo de apuestas a lo
Emiliano Zapata debo confesarles que “ni habrá justicia para el pueblo y
tampoco el gobierno tendrá paz” ¿Eso es lo que queremos? Debemos apostar a
reencontrarnos como venezolanos y sabemos que jamás nos reencontraremos si
seguimos bajo esta dictadura. Por eso, hay que enseñarle al enemigo cuál es la
vía de escape, construirle un puente que le conduzca a la ruta para que se
vaya. Que se entienda bien: es un puente para que se vaya.
Actores
de la paz.-
Los acuerdos de paz deben ser
conducidos por representantes con credibilidad para que luego no sean
desconocidos; porque no todos los temas de discusión serán del escrutinio
público. Revelar algunos asuntos que se otorguen como concesión para la
transición pudiera perjudicar cualquier negociación. Con crudeza hay que decir
que, en los acuerdos de paz, muchas veces se tienen que sacrificar justicias
individuales para lograr una aproximación a la paz colectiva. Es duro reconocerlo pero la historia nos ha
enseñado que es así.
El asunto estará entonces en la
escogencia de los negociadores por parte de la oposición para llegar al
acuerdo. Recordemos que no estarían negociando la paz con un grupo de
insurgentes, sino con un gobierno forajido. Esta no es la paz que se negoció en
Colombia que fue el gobierno que le dio concesiones a la guerrilla, aquí es la
oposición quien se las daría a un gobierno que se comporta como guerrilleros,
para que depongan las armas y entreguen el poder.
¿Qué
está pasando en las calles?
Una
de las consignas que más hemos escuchado a lo largo de estas luchas contra el
régimen comienza con la siguiente pregunta: ¿Quiénes
somos? En el 2007 la
respuesta era: ¡estudiantes! Hoy, ha cambiado, ahora la gente al preguntarle
¿quiénes somos? inmediatamente contesta: ¡Venezuela!
Si
bien es cierto que nuevamente siguen siendo los estudiantes que con valentía y
repletos de dignidad a quienes vemos en las calles de nuestro país, también es
verdad que están perfectamente acoplados con ciudadanos de distintas edades,
razas, oficios y colores con los mismos propósitos, que no es el de llegar al
poder, sino de transformar el país.
Una
cosa es la inmensa mayoría de personas que vemos en las calles protestar y,
otra muy distinta es el minúsculo sector que intenta mimetizarse con ella,
pensando que en algún momento podrá sacarle provecho electoralmente. Ese grupo
con esquemas mezquinos no piensa en el país, sino en escalar posiciones para
convivir con la dictadura y no para desalojarla. Por tal razón, cuando hablemos
de unidad es menester hacer la siguiente observación: la oposición que conforma
el común de los ciudadanos –que son millones- está más unida que nunca, pero
con tristeza tengo que decir que en ciertos personajes que se sienten
acreedores de la vocería opositora no percibo la misma unidad que se siente en
las calles. Repito: en las calles hay unidad de propósito: ¡reconstruir el país
desalojando la dictadura!
¿Qué queremos?
Volviendo
a la consigna. La segunda pregunta que se grita en las marchas es ¿qué
queremos? Antes los muchachos alzaban su voz y decían ¡estudiar! Ahora no es la
misma respuesta, porque en lugar de estudiar, nos retumban los tímpanos con el
sonido: ¡LIBERTAD! ¿Quiénes somos? Venezuela, ¿qué queremos? ¡Libertad! Eso lo
hemos entendido muy bien, bajo los designios de este régimen no podrá haber lo
que anhelamos, que no es algo distinto a la libertad con todo lo que ella
conlleva. Oportunidades, tranquilidad, esperanzas, seguridad, y también poder
elegir sin ataduras ni chantajes y, entre múltiples opciones, a los futuros
gobernantes.
Ya
estamos claros que en las dictaduras las circunstancias te limitan las
escogencias y desde el cogollo (opositor) algunas veces manipulado por el
tirano de turno, es seleccionado el contendor. El tirano recurre a sus esbirros
para encarcelar o inhabilitar, y el cogollo recurre al chantaje de la unidad
para que la oposición vote por el “ungido”. Por ese motivo -y muchos otros más-
en dictadura las salidas electorales convencionales no son la solución. El
dictador selecciona a su contendor.
La
esperanza recae entonces en los ciudadanos, y son ellos quienes se han
encargado de mantenerla viva. Por eso, es hora de ser cada día más exigente con
los dirigentes, y más educados en política, para que nunca más nos vuelvan a
meter gato por liebre.
Pablo
Aure
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