Nicolás no te vistas que no vas/ Dimitry Belov
Juan Ramiro es un albañil de 32 años, del
barrio Trapichito, de la Parroquia Miguel Peña, en el municipio Valencia, Edo.
Carabobo, él se despierta todos los días a las 4 am, pero poco descanso le
quedó de anoche, luego que en la calle de atrás, unos malandros trasnochados se
cayeran a tiros porque uno acusó a otro de robar una moto que ya de por si era
robada. A Juan no le quedó otra cosa que colocar su colchón, para que sus dos
muchachos, su mujer y él durmieran, en
el medio de las paredes de la cocina, evitando así cualquier bala perdida que
pudiera colarse. Al despertarse se baño
directo con un envase del tobo, porque desde hace dos semanas que el agua
corriente no llega a su sector, hoy saldrá media hora más tarde esperando que
amanezca porque les tocó el corte de luz y no podía ver ni siquiera la ropa que
se ponía. Antes de salir su mujer le
recuerda que le deje Bs600 adicionales, porque en el Abasto Bicentenario
supuestamente llegarán el pollo, leche y la harina. Juan sólo trata de recordar
como eran los días en que salía a trabajar sin que nada de esto sucediera.
“Hace un año esto no pasaba“ recuerda…
A las 7 am Carmen quien tiene 23 años, es
también del Edo, Carabobo, pero esta vez del municipio San Diego, acaba de
pasar un mensaje en cadena desde su celular, minutos previos de llegar a su
Universidad privada, avisó a sus contactos que está vendiendo 2000 dólares, de
esos en efectivo que la ley de ilícitos cambiarios no permite ni comprar ni
vender, pero que los bs. 2 que se gana por cada dólar, multiplicado por la
cantidad en cuestión, si le permiten a Carmen poder pagar sus gastos de la
semana y la mensualidad de la
Universidad. Al bajar de la camionetica, sacó el cálculo, mentalmente, de
cuantas operaciones como esa debe hacer para poder reunir los Bs. 1.800.000,00
que le cuesta el Ford fiesta nuevo, porque esos que se consiguen a precio de
concesionario son historias que escucha, pero, que hasta ahora no ha visto.
Obviamente el resultado le deja frustrada y sin ánimos de aspirar.
A las 9:00 am, Alicia de 47 años, rompe en
llanto, se encuentra en la Ciudad Hospitalaria Enrique Tejera en Valencia, aunque
ella es de la parroquia Urama, Municipio Juan José Mora, del mismo Estado
central del país. Lamentablemente a Jesús, su esposo, le quedan horas de vida.
Los últimos tres meses, no pudo cumplir cabalmente su tratamiento para la
insuficiencia renal por la escasez de los insumos y medicamentos. La enfermedad
empeoró y la suerte de Jesús está hoy en manos de su tocayo. Alicia busca un pañuelo en su cartera para
poder secarse las lágrimas, su mano tropieza con una copia de la constitución,
que le dieran en la misión Ribas y orgullosamente guarda, irónicamente la
página donde está abierta se refiere al artículo 83°: “La salud es un derecho
social fundamental, obligación del Estado, que lo garantizará como parte del
derecho a la vida. El Estado promoverá y desarrollará políticas orientadas a
elevar la calidad de vida…….“ El llanto se hace más
fuerte.
Son ya las 10 am, ni siquiera es medio día, y
estas tres personas coinciden, en una parada del autobús en donde se encuentran
además de otras tres cosas. La primera la suelta Juan, y es que “la vaina está
muy mal, no se puede seguir viviendo así.“ Lo segunda la afirma Carmen, “todo
es culpa de este gobierno! en un año destrozaron todo, antes no se vivía de
esta forma!“. Alicia suelta un suspiro antes de dejar colar la tercera
coincidencia, recordando sus anteriores meses de militante del partido de
gobierno, suelta una frase con lamento: “Ay Nicolás! No
te vistas que no vas…“
@DimitryBelov
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