Dicen que en
una región cercana, había una gran manada de Lobos. En ella coexistían todos
sus integrantes de manera armónica. Cada uno entendía y cumplía su papel en el
grupo y cada quien asumía su compromiso de aportar su esfuerzo y talentos para
traer alimentos. Juntos unían esfuerzos para defenderse de amenazas externas. Un
día, un grupo de ellos decidió
aventurarse a explorar nuevos territorios. Al llegar cerca de un lago vieron
una granja de humanos, donde en un rincón de la cerca había algunas sobras de
huesos y restos de comida. Uno de los jóvenes lobos buscó acercarse y otro lo
detuvo diciendo: -No te acerques, eso que parece comida fácil es en realidad un
gran peligro. El humano puede apresarte o matarte. –Pero está muy fácil de
tomar, además yo soy más ágil que el torpe humano- Respondió el joven lobo
afanado. –Nuestro trabajo es buscar el sustento para nosotros y también para la
manada, si pierdes el tiempo allí corremos el riesgo de dejar sin sustento al
resto- Insistió el sabio lobo. –Eso no sucederá, mira que rápido la consigo!
Estoy cansado ya de la austeridad que representa vivir de lo que cazamos- El
joven lobo corrió, velozmente agarró sus sobras y regresó muy rápido al grupo
degustándolas. Al satisfacer su hambre el animal ese día no participó de la
cacería y tampoco del festín.
Los días
siguientes, el joven lobo siguió asistiendo a esa cabaña, le gustaba la idea de
comer sin tener que esforzarse en conseguirla. El humano dejaba las sobras y
poco a poco el animal se fue habituando a no asistir a la cacería. Perdió la agilidad
de leer el terreno, al clima y a la presa. Un día, la puerta de la cerca donde
el humano tenía otros animales estaba abierta. El lobo ingresó y vio que allí
el humano dejaba más comida. No fue ni tras las gallinas, ni tras los cerdos,
ni los patos. Su ambición ya no eran los campos abiertos, ni el acecho a la
presa, sólo se preocupaba por la comida fácil.
Desde ese día
el lobo no se fue de allí, se habituó a vivir de sobras, incluso cambió sus rasgos
y movimientos para agradar más al humano. Aprendió trucos porque se dio cuenta
que así conseguía más comida. El humano se percató de ello, e invitó a los
vecinos a ver aquel animal amaestrado. Luego la aldea entera asistía a ver el
espectáculo. Un día los lobos de la manada, fueron a buscar a su amigo. Al
verlo no lo podían creer, casi no le reconocían, ahora era un perro. Al decirle
que regresara a la manada, aquel nuevo animal respondió: -Ustedes son unos
salvajes, sólo buscan cazar por su bienestar individual. ¡Aquí en la granja
todos somos iguales! El humano se preocupa por nosotros, nos protege de las
amenazas. Recibimos nuestra comida, sin perseguirnos los unos a los otros, se
encarga de cuidarnos sin distingo de clase en la cadena alimentaria- Aquellos
lobos, atónitos, no entendían como alguien renunciaría a su derecho a valerse
por sí mismo, a recibir la educación que el bosque y la sobrevivencia le
proveían, no entendían como alguien renunciaría a ser libre.
Un
miembro de su manada había cambiado por entero sus valores, su comportamiento,
su apariencia, sonaba tan convincente,
que Incluso había logrado convencer a otro lobo, el más débil y joven de la
manada, que se quedara allí. El líder de la manada al enterarse, meditó muchas
lunas al respecto, buscando la forma de hacerles entender que la fortaleza de
la manada es la individualidad del lobo, y que la fortaleza del lobo es la
institución de la manada. ¿Cómo puede ser una manada fuerte donde todos
dependen de una sola entidad que los alimente? ¿Cómo explicarles que desde una
posición de búsqueda del bienestar personal, siendo rigurosos en nuestras leyes,
la sociedad entera se beneficia y fortalece?
El humano
siguió llevando a la gente para que viera el espectáculo, les cobraba una
entrada para ver el acto, hizo lo mismo
que los jóvenes lobos, dejó de sembrar la tierra y se acostumbró al dinero fácil, no abonaba ni
sembraba nuevas plantas, descuidó a sus gallinas a merced de los zorros, los
cochinos perecían por enfermedades. Los ahora dos perros, recibían latigazos
cuando no hacían lo que el humano quería, además de tener que hacer el show en
la mañana, en la tarde y en la noche. Pero los perros seguían ahí porque al
menos tenían comida. Una vez que la gente del pueblo se aburrió de ver a los
perros dejo de ir a la granja, esta entró en crisis. Las porciones de comida se
hacían menores, había días donde el humano ya no les dejaba ninguna sobra. Los
perros comenzaron a ver como faltaban animales
en la granja. Cada vez quedaban más solos aquellos dos flacos caninos, aunque
respiraban aliviados porque ellos todavía seguían en su granja y ellos seguían
vivos. “Al menos no nos ha tocado a nosotros” pensaban. Seguían siendo fieles
al hombre porque se aferraban a su miseria.
Una noche,
los perros escucharon varios ruidos. Contaban ya dos las noches acostándose sin
recibir su porción de comida, por lo que no les dio la fuerza ni siquiera para
ladrar. Vieron a una serie de animales acercarse, agarrarlos del pellejo y arrastrarlos
fuera de la granja. En el camino les causaron algunos raspones que les
dolieron. El humano al percatarse, tomó su escopeta disparó hacia el grupo
hiriendo a uno de los lobos que habían venido al rescate. Aún con una baja, los
lobos lograron su objetivo, salvaron a sus dos compañeros, aunque estos no
parecían agradecerles. Les gruñían y exigían su porción de comida gratis.
Aquellos animales domesticados no cazaban, no respetaban las leyes de la
manada, no aportaban ningún valor a aquel grupo, habían olvidado que
significaba vivir en una sociedad organizada. El líder de la manada, lejos de
expulsarles, con mucha paciencia se dedicó a reeducarles, a veces ello
implicaba justos castigos. Poco a poco entendieron que la manada no les exigía
fidelidad ciega, que ellos eran libres de irse en cualquier momento a buscar
otros terrenos para hacer su manada o acompañar a otra, sólo debían aportar y
respetar las leyes para ser miembros dignos. Con cada salida del sol, aquellos perros
volverían a escuchar los sonidos del bosque. Con cada luna llena, volvieron a
entender de nuevo las temporadas, las fases de la luna, a apreciar el aullido
del grupo, empezaron a apreciar de nuevo el orden y las leyes. Con el pasar de
las temporadas, ambos tenían colmillos más grandes de nuevo, su apariencia era
más fiera. Fue allí que volvieron a sentir el sabor del poder valerse por sí
mismos y estar orgullosos de aportar a su manada, fue allí que volvieron a ser
lobos.
Un pequeño
lobo le preguntó al líder ¿Por qué había tomado el camino más largo? ¿Por qué
no había desterrado a aquellos perros y le ahorraba trabajo a aquella manada?
El líder de manera calmada respondió: -Dejarlos en aquella esclavitud mental,
eventualmente habría sido su fin, habría mostrado que necesitaban de alguien
más para sobrevivir- Siguió –Eso, habría corrido como el fuego en la sabana
seca por todo el territorio del lobo, las demás manadas habrían entrado en caos
con los lobos buscando la vida fácil y la dependencia de otros. Eventualmente
con el pasar del tiempo, los lobos nos habríamos extinguido, nos convertiríamos
todos a perros si nuestra sobrevivencia dependiera de alguien más- Miró al
pequeño lobo y continuó –Este, nuestro sistema, puede no ser el camino
perfecto, mucho todavía nos queda por aprender, pero es este camino que nos
hace libres de pensamiento, con la libertad de pensamiento viene la innovación
y la libertad de acción, es eso lo que nos permite continuar sobreviviendo. Siendo
mejores cada uno, garantizamos la fuerza de nuestro grupo y la supervivencia de
toda la especie.
A mis
compatriotas en este nuevo año 2018. Continuemos siempre en la senda de
independizarnos, en nuestra intención de
ser libres, de educarnos y educar a aquellos que no entienden a la libertad
como un valor. Con cada venezolano preparándose para asumir las riendas de su
futuro, estaremos más cerca de lograr el presente que deseamos. La Venezuela
próspera, es un proyecto que es posible mientras todavía existan venezolanos
que la visualicen.
@DimitryBelov