lunes, 15 de octubre de 2012

Duda


El Carabobeño
¡Hasta cuándo!
“Es menos malo agitarse en la duda que descansar en el error”Alessandro Manzoni
 PABLO AURE
@pabloaure
Hoy escribiré sobre un tema que quizá no resulte del agrado de muchos, pero siento el deber moral de desarrollarlo. 
Confieso que un tarugo en la garganta me ha quitado el sueño desde este fin de semana. Voy al grano: Guillermo Salas, físico de la Universidad Simón Bolívar; hace dos meses dictó una conferencia en la que minuciosamente describió nuestro sistema electoral (http://bit.ly/R517cF). Reconozco que a pesar de que esos comentarios fueron hechos en el mes de agosto de este año, fue el pasado sábado cuando los vi por primera vez y desde entonces no he podido estar tranquilo. Mi propósito ha sido siempre escribir lo que pienso sin dejar nada en el tintero. 
Ingenuamente he confiado en nuestros líderes, y junto a ellos he repetido a los cuatro vientos la especie de que nuestro sistema electoral es confiable y está blindado, aunque en el fondo de mi ser algo de duda siempre subyace. Desde el mismo sábado, después de ver el vídeo en que el profesor Guillermo Salas explica lo concerniente a los procesos electorales en Venezuela desde 1998 cuando Chávez ganó, como dice un amigo cubano, se me han metido los monos en el cuerpo. 
Resulta que lo que ha montado el régimen en este país es un aparataje electoral tramposo y nada confiable, con el que difícilmente Hugo Chávez mientras viva perderá elecciones, al punto de que si él desea compartir alguna parcelitas de poder puede dejar ganar a uno que otro de la oposición como para que el mundo crea. 
Los millones de personas ceduladas en Venezuela lo son sin que haya el más mínimo control de dicho proceso. El gobierno da cédulas a quien quiera, sin que exista, como en la cuarta república, una fiscalía de cedulación en manos del partido opositor al gobierno. Hoy, en cambio, los encargados de manejar todo lo que tiene que ver con cedulación y en general identificación, son cubanos. 
Guillermo Salas me convenció del por qué la multiplicación de los centros y mesas electorales. Los miembros de mesas los nombra el CNE (supuestamente de manera aleatoria) y de paso perciben remuneración. Las organizaciones políticas o candidatos también tienen el derecho de nombrar testigos, pero mientras más mesas, menos posibilidad tienen de tener testigos en todas ellas y, además, esos testigos no reciben ninguna remuneración, todo ello aunado a las dificultades que constantemente pone el CNE para la entrega de credenciales. El ventajismo es abismal. 
Señores, no soy fatalista, pero mi formación me obliga a escuchar con atención a los académicos y a todo aquel que con criterios serios y científicos nos de una explicación sobre los asuntos que nos atañen como sociedad. Este análisis de Guillermo Salas, para mí,  está sustentado con sólidos argumentos técnicos y jurídicos, lo que me obliga a reflexionar mucho sobre lo que deben ser nuestras futuras actuaciones. 
Además del vídeo arriba señalado, recomiendo ver y escuchar a Eric Ekvall que también intervino en la conferencia donde participó Guillermo Salas http://bit.ly/RXwS8N     
Perniciosa tolerancia 
Hemos sido tolerantes al permitir que el gobierno nos imponga normas violatorias de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela. Ninguna de las elecciones desde la aparición de las maquinitas de votación han sido transparentes. Uno va y vota, pero por dentro le hierve la duda. 
Muchos de la oposición dicen: con esas máquinas y ese mismo sistema hemos ganado varias gobernaciones y alcaldías, y también ganamos en número de votos en las elecciones parlamentarias. Al parecer, ese es el barniz que se pone al sistema electoral: dejar que la oposición gane algunas gobernaciones y alcaldías para que se chupen un caramelito, mientras se aseguran el control del poder nacional. Repito, después de ver el vìdeo, no he podido dormir sin sobresaltos, porque me aletean conjeturas que me hacen dudar de la honestidad de nuestros gobernantes. De ser así como se desnuda en estas charlas, se han prestado paladinamente al macabro juego electoral del régimen, con la aviesa intención de mantener algunas parcelas de poder. ¡Que gane Chávez, no importa si hay o no democracia, pero yo sigo con el cambur! 
Futuro agitado y de mayores exigencias
Luego de develar esto del tarugo que me atormenta, paso a reflexionar sobre nuestro futuro.  Nada fácil es la tarea que tenemos por delante: elecciones en diciembre y luego en abril, con el mismo sistema controlado absolutamente por el régimen. ¿Qué hacer? No tengo respuesta que no sea exhortarlos a no entregarse y a seguir denunciando ante el mundo todo atisbo de maniobra que ejecute el régimen, y toda duda que nos embargue sobre la falta de transparencia, quitándonos de la mente el cuento de que si criticamos algo la población se puede desanimar. No significa hacerle el juego al CNE ni al oficialismo -que, en definitiva, hoy son lo mismo-, sino que debemos seguir movilizados participando en la jugarreta electoral para algún día llegar a la verdad y a la transparencia indistintamente de cuáles puedan ser los resultados electorales. No desmayar, pero tampoco permitir que se burlen miserablemente de nosotros. Leí que Bill Gates, el genio de la informática, dijo que las computadoras servían para todo, menos para hacer elecciones. Volver al voto manual o al menos permitir que se auditen todas las mesas y el registro electoral, debe ser un propósito permanente. 
Hay que votar, pero al mismo tiempo decirle a quienes toman decisiones de parte de nuestra bancada opositora, que pongan coraje y honestidad. Que sepan que también tenemos los ojos puestos en ellos. 
Candidatos con arrojo
Es demasiado incómodo hacer análisis luego de las derrotas, pero es necesario saber en qué hemos fallado. Sin lugar a dudas que a muchos nos cautivó el mensaje de Henrique Capriles sobre la inclusión y la necesidad de fraguar una reconciliación entre los venezolanos para que no haya distinciones. Fue muy sereno cuando se dirigía a las masas, y siempre procuró disipar cualquier sombra que pudiera poner en tela de juicio al CNE. Probablemente  en un país donde se respeten las leyes y exista democracia eso sea así, pero en Venezuela está comprobado que no basta lo cortés, sino que también hay que ser valiente y con desprendimiento. Me explico: si se está convencido de que en un proceso electoral hay trampa, hay que protestar hasta hacer que se nos respete. No con abstención, sino con acciones verdaderamente corajudas. La agitación popular es perfectamente constitucional. Somos seis millones y medio de ciudadanos que aspiramos una Venezuela mejor. No apátridas como nos llama el jefe de Estado.  No se trata de irrespetar la decisión de la mayoría, pero sí que nos respeten nuestros derechos y se haga valer la Constitución. 
pabloaure@gmail.com

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